sábado, 8 de marzo de 2014

Guerras Civiles: Caudillos entre la matanza del pueblo y el poder



Por Edgar Soriano

Desde 1827 en suelo hondureño se experimentó una serie de revueltas y guerras intestinas que ensangrentaron las poblaciones, los protagonistas de estas “montoneras” armadas eran hombres, mujeres y niños que de la mano de caudillos se enfrascaron en violentas disputas. La debilidad de organización del Estado nación era aprovechada por mercenarios, mercaderes, inversionistas extranjeros y el Departamento de Estado para manipular la realidad económica y política del joven país.

A inicios del siglo XX bajo el discurso de las Reformas Liberales del “orden y el progreso” los caudillos se enfrentaron por el poder político, dos facciones encabezaban las posiciones antagónicas, estas eran denominadas popularmente como: los “manuelistas”, seguidores de Manuel Bonilla, y los “policarpistas”, seguidores de Policarpo Bonilla, aunque hay que reconocerse que de esta ultima facción surgieron otros grupos opositores a Policarpo.

La guerra más brutal que se vivió en territorio hondureño fue la de 1924, su antecedente inmediato fue las elecciones de 1923 donde el partido Liberal llegó dividido en dos grupos, por un lado la candidatura de Policarpo Bonilla y por el otro la candidatura de Juan Ángel Arias. Mientras el partido Nacional estaba unificado (desde 1922) en torno a la figura de Tiburcio Carías Andino. En las elecciones Tiburcio Carías sacó 40,953 votos frente a 35, 474 de Policarpo Bonilla y 20,839 de Juan Ángel Arias del partido Liberal, estos últimos dijeron desconocer el triunfo de Carías porque al unir los votos tenían más sufragios liberales.

Las negociaciones del plan Paz Baraona entre Carías y Arias fracasaron, se rompieron definitivamente el 30 de enero de 1924; y un día después se realizó la última sesión constitucional, y así, el 1 de febrero comienza el gobierno de facto regido por el Presidente Rafael López Gutiérrez. Ese mismo día se produjeron varias renuncias, como la del Gobernador Político de Tegucigalpa, Raúl Toledo López. 
Mientras los enfrentamientos armados se desatan en diferentes puntos del país y se proclama el Consejo de Jefes del ejército cariista (en Las Manos, frontera nicaragüense), en Tegucigalpa se desata la crisis ministerial, por lo que el 6 de febrero a las 5 de la tarde quedó formado el nuevo gabinete de gobierno (el cual renunció días después):

Gobernación y Justicia: Vicente Mejía Colindres
Relaciones Exteriores: Rómulo E. Durón
Fomento y Obras Públicas: Ángel Sevilla
Guerra y Marina: Ernesto Argueta
Hacienda y Crédito Público: Serapio Hernández y Hernández

Las sanguinaria guerra de 3 meses, de los cuales 45 días fueron de asedio a la capital Tegucigalpa, se describió en el “diario de la Guerra” del periodista de origen español y fundador de le Revista Renacimiento, Mario Ribas Cantruy. Los hechos violentos se registraron en todo el país durante el primer mes y medio, donde las luchas por las toma de plazas aniquilaron miles de vidas humanas y destrucción de la infraestructura.

Cuando la guerra llegó a las puertas de Tegucigalpa la matanza y el miedo llenaron el ambiente, los actores del conflicto calculaban, mientras los subalternos se enfrentaron a muerte, la toma del cerro del Berrinche costó la vida de cientos de seres humanos. La fatalidad se podía observar desde los cerros, muchas personas que se fueron al picacho u a otras montañas observaban a lo lejos el humo de la quema del mercado San Isidro, del Correo y de las casas destrozadas por las bobas lanzadas por el aeroplano o por la artillería.

El humo también era humano, cerros de cadáveres eran incinerados por miedo a una epidemia. La guerra civil se decidió cuando los caudillos regionales del Partido Liberal, en los que destacaba Vicente Tosta y Gregorio Ferrera, se levantaron contra el gobierno e hicieron alianza con Carías para derrocar a los liberales de Tegucigalpa. Sin duda Tiburcio Carias y los militantes del partido Nacional no tenía la capacidad de derrocar a los liberales.

La brutalidad de la matanza de “hermanos contra hermanos”, término que trae a la mente la obra pictórica de Pablo Zelaya Sierra (1931), que por un siglo lideraron caudillos que veían la estructura del Estado como una hacienda -aun lo hacen- condujeron alienadamente a la población a los teatros de la muerte, y a través del odio a colores y fidelidad al cacique posesionaron el bipartidismo de cachurecos (partido Nacional) y colorados (partido Liberal).

Las secuelas de esa tradición política de masacres e imposiciones en nombre de la “paz y la democracia” sobreviven ahora con las componendas y fraudulencia para garantizar que los intereses de una oligarquía financiera y de estructuras partidarias cuasi-feudales se mantengan sin consideraciones a las terribles secuelas de violencia y pobreza en que vive más del 70% de la población hondureña.

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