viernes, 28 de marzo de 2014

Honduras: Sin salida


Diario Tiempo

El encarecimiento de la energía deja sin salida a la economía doméstica, atenazada, además, con el alza de los precios de los artículos de consumo indispensable, principalmente de la comida, y de los servicios públicos.

La temporada veraniega se presta, por lo general, para el aumento indiscriminado de los productos de consumo necesarios, pero eso sucede con mayor perjuicio para los consumidores por la falta de regulaciones en el mercado, especialmente en lo atinente a las cadenas de valor entre la producción y la comercialización final.

Uno de los factores primordiales del encarecimiento de los artículos de primera necesidad y de su utilización para el diario vivir es el sistemático aumento de los precios de la energía en sus diversas modalidades, vale decir la electricidad, el kerosene y el gas butano/propano.

En lo que se refiere propiamente a la producción agropecuaria, de la que depende el abastecimiento de los granos básicos, las carnes, los huevos y los lácteos, base de nuestra cadena alimenticia, el incremento en los precios de los combustibles derivados del petróleo y del servicio de energía eléctrica viene a cerrar el círculo fatal frente a la competencia, de suyo afectada por el elevado costo de los insumos y el equipamiento.

Para los consumidores, la ineficacia de los mecanismos de protección en los mercados locales, y, por otra parte, la aplicación de un modelo orientado a las importaciones en detrimento de la producción nacional, deja prácticamente en la indefensión la economía doméstica, también castigada por la pérdida progresiva del valor real del salario.

En estos momentos, por ejemplo, las amas de casa se ven duramente afectadas por el aumento de los precios del gas LPG, que, en el decurso de 2013 a 2014, ha aumentado su precio al consumidor en aproximadamente 17%, dado que el año anterior el cilindro de 25 libras costaba 243 lempiras y ahora subió a más de 313 lempiras, es decir un aumento de 70 lempiras.

De igual manera, las tarifas del servicio eléctrico para uso doméstico o residencial, aunque aparentemente no han sido objeto de revisión, sí han tenido un aumento indirecto por la supresión, en la práctica, del subsidio para aquellos hogares que consumían mensualmente menos de 150 kilovatios.

Si se hiciera un análisis comparativo entre el costo de la energía eléctrica o a base de LPG u otro derivado hidrocarburo para la alimentación, nos encontraríamos con una equiparación definitivamente nociva a la mayoría de la población, que es la pobrería y en donde hay más incidencia de los bajos salarios y, sobre todo, de desempleo.

Esta situación es una evidencia más de que, aún con todas esos programas de asistencia —mejor dicho de caridad— para los estratos de pobreza extrema, cuyo fondo es de finalidad cosmética y propagandística, lo que se impone es el modelo neoliberal que privilegia a la clase pudiente y desampara a las clases medias y la gente pobre de necesidad.

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