jueves, 8 de noviembre de 2012
¿Hasta dónde la austeridad?
Por Aníbal Delgado Fiallos
El estado calamitoso de los hospitales, la insolvencia de la Tesorería de la Nación para el pago de salarios a médicos, y enfermeras, el creciente endeudamiento interno para cubrir gastos corrientes en la rama de salud, dan cuenta de una situación desastrosa del gasto social prioritario.
Esto es producto de varios factores: la incapacidad del gobierno para liquidar los gastos superfluos, la improductividad en la administración pública y la corrupción; la falta de rigor para combatir la evasión fiscal, el contrabando y la defraudación pública, la impericia en la elaboración del presupuesto.
Los propósitos de austeridad y de disminución del gasto público exigidos por el FMI se han llevado de encuentro a lo que no se puede recortar: los compromisos legítimos de la sociedad con los menos desamparados. Un planificador prudente o un ministro de Finanzas probo, deben darse de cuenta de esto, y en materia de ajustes presupuestarios no deberán dar el mismo tratamiento al gasto que es esencial para mantener funcionando una sociedad equitativa y solidaria, que aquel que corresponde al despilfarro, o que es canal de la corrupción.
Dicen quienes tienen por qué saberlo que los ingresos fiscales del Estado hondureño son suficientes para financiar un gasto social congruente con los índices aceptados como buenos, para sostener una burocracia diligente, los compromisos de una deuda racionalmente contraída y los recursos para una buena inversión pública; agregan que los déficit persistentes y las insolvencias tenaces no son otra cosa que fruto del mal gobierno.
Desde el siglo XIX se viene diciendo que una de las características de los malos financistas es tener ojo de halcón para descubrir una transacción por mínima que sea o un movimiento empresarial que no esté gravado para cargarlo con un impuesto fijado a discreción e inflar así una caja nacional a disposición del dispendio totalitario; la burguesía y el pueblo se dieron cuenta de ello y vino la revolución.
En este gobierno se han aprobado casi media docena de paquetazos, lo característico en ellos es la creatividad para encontrar puntos donde el Estado sangrón puede hincar sus dientes para financiar un presupuesto irracional. Y así las cosas por un lado sigue el festín con los fondos nacionales y por otro el desmoche del gasto social prioritario. ¿El Fondo lo exige?, hagámoslo aunque quienes sufran sean los de siempre: los pobres.
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