Jornada
Por Vilma Fuentes
Ver magníficas piezas prehispánicas en ventas públicas de casas de remates de París provoca lágrimas de indignación. Los precios alcanzados no son motivo de orgullo. Es de vergüenza ver estas obras, parte de la memoria y de la identidad de un pueblo, convertidas en objetos comerciales para el mejor postor, coleccionista o, peor, simple especulador.
Sin embargo, desde hace más de 40 años, he visto sucederse las subastas de obras pilladas en sitios arqueológicos de México donde se alzan, gloriosos, los vestigios y monumentos de civilizaciones que siguen siendo iniciáticas. Ventas cada año más frecuente, cuyos beneficios aumentan de manera constante.
Muchas de estas obras son pequeñas. Pueden incluso transportarse en la bolsa de mano o del saco, envueltas entre las ropas de los velices o escondidas bajo los libros del maletín. La demanda es creciente y, por desgracia, también la oferta.
La recién nombrada embajadora de México en Francia, la doctora Blanca Jiménez Cisneros, desde su llegada a París apenas hace dos meses, no ha cesado de utilizar cuanto recurso legal existe para impedir estas ventas y lograr que se devuelvan a México estas obras víctimas del pillaje y el lucro. Me explica que se enfrenta incluso al dilema que presenta divulgar de forma pública este saqueo, pues esa misma divulgación parece contribuir a la codicia de quienes sacan del país los objetos como de los vendedores y los compradores. A pesar de que, para México, la venta de bienes prehispánicos es un delito, ya que los mismos son propiedad inalienable e imprescriptible del Estado, como de las leyes creadas para impedir las ventas gracias a los varios acuerdos entre Francia y México para acabar con el pillaje cultural, las casas de subastas argumentan su legalidad pues basta, a quien las vende, declarar su buena fe al haberlas adquirido.
Legalmente, pues, no es posible impedir por ahora la venta pública de obras prehispánicas que sólo pueden pertenecer a México y son parte de su historia, su civilización, su cultura y su identidad… como parecen admitirlo las autoridades francesas, en principio.
Para Jiménez Cisneros, investigadora en ingeniería industrial, especialista en gestión del agua, cambio climático y diplomacia científica, debe procederse a un cambio de vista sobre este pillaje en la opinión pública francesa. Le sobra razón: ¿no fue el punto de vista general sobre el horror que representaban los abrigos hechos con pelaje de animales exterminados para utilizar su piel lo que, en gran parte, provocó la condena pública de esos ropajes? Así, la intervención de intelectuales y artistas franceses en contra de estas subastas y en favor de la defensa de los patrimonios culturales de cada nación puede ser decisiva.
El escritor francés Jacques Bellefroid decidió, así, enviar una carta al presidente Emmanuel Macron en este sentido. Continuar estas subastas del arte prehispánico “sería convertir estos objetos que pertenecen al patrimonio cultural y al tesoro arqueológico de México en simples mercancías lucrativas. Ninguna explicación es necesaria para calificar esta operación comercial de escándalo histórico. Francia no puede aceptar que este crimen se desarrolle sobre su suelo en París, incluso cuando son evocadas pretendidas justificaciones legales… Espero, señor presidente, que usted podrá rápidamente poner en acción los poderes de su competencia para ayudar a salvar la reputación como el honor de nuestro país, puestos en peligro por estas maniobras”.
Por ahora, se trata, como anunció la embajadora Blanca Jiménez Cisneros, de reunir un comité de intelectuales franceses y extranjeros residentes en París para crear conciencia de la vergüenza que son estas subastas para Francia, pues pillan en forma inmunda los símbolos que representan las piezas arqueológicas, parte esencial del espíritu y el alma de México.
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