Rebelión
Por Sergio Ferrari
Seres humanos sin identidad ni coordenadas. Figuras escondidas y fantasmagóricas diseminadas en todas las regiones del planeta. Desclasados, necesarios, a veces imprescindibles, casi siempre ‘desechables’.
Ciudadanos de segunda categoría, los 272 millones de migrantes a nivel mundial, avivan pasiones y atizan discursos xenofóbicos con cálculos electorales en buena parte de la geografía planetaria.
Integran un sector sumamente vulnerable a los impactos sanitarios, económicos y sociales de la actual pandemia. Al mismo tiempo, por su aporte a nivel económico y laboral, constituyen un resorte importante –a veces esencial- para la recuperación económica integral.
Así lo entiende, en todo caso, las Naciones Unidas. En particular, su Programa para el Desarrollo Humano (PNUD), que publicó el 21 de octubre un informe donde analiza las migraciones en la última década.
Movilidad humana, oportunidades compartidas: Análisis del Informe sobre Desarrollo Humano 2009 y la ruta hacia delante (https://www.undp.org/content//human-mobility/en/home.html) examina las grandes tendencias pasadas y, al mismo tiempo, arriesga anticipar pistas futuras para facilitar una migración segura, ordenada y regular.
Escondidos detrás de los números, cuadros y análisis, se desvanecen ciertos mitos ligados a la migración, que sigue siendo una temática de principal actualidad civilizatoria, atravesada-manipulada por retóricas políticas y convertida en espantapájaros en el debate societario mundial.
Con expresiones simbólicas muy fuertes, como la construcción del muro entre Estados Unidos y México o bien la ‘barrera de seguridad’ instalada por la Unión Europea en las aguas del Mediterráneo o el chantaje permanente de Turquía hacia la Unión Europea, al tener en sus manos una gigante llave maestra migratoria.
Algunos de esos mitos son repetidos hasta el cansancio por muchos medios de información y un importante sector de la clase política y el poder. Que la migración mundial es incontrolable cuantitativamente a nivel planetario; que es una población que aprovecha de las ventajas de países más ricos a donde se dirige; que el impacto de los refugiados –una ínfima parte de dicho grupo humano- amenaza la paz interna de las regiones más estables del planeta.
Población minoritaria
La Organización Internacional de Migraciones (OIM) calcula en su Informe 2020 la existencia de unos 272 millones de migrantes internacionales, cifra que representa apenas un 3.5% de la población mundial. (https://publications.iom.int/books/informe-sobre-las-migraciones-en-el-mundo-2020)
La tendencia es creciente. Las cifras actuales superan las proyecciones hechas para el año 2050, que pronosticaban un 2,6%, es decir 230 millones de migrantes internacionales, recién dentro de tres décadas. Sin embargo, los porcentajes siguen siendo mínimos en el marco demográfico mundial.
Como lo sostiene la OIM, la escala y el ritmo de la migración internacional son muy difíciles de predecir con exactitud, porque están estrechamente relacionados con acontecimientos puntuales o de duración limitada, como las situaciones de inestabilidad grave, crisis económica o conflicto. Además del impacto que pueden tener las tendencias a largo plazo, que también tienen una repercusión esencial: los cambios demográficos, el diferente desarrollo económico regional, los avances de la tecnología de las comunicaciones y el acceso al transporte.
En cuanto a coordenadas geográficas, India sigue siendo el principal país de origen de migrantes internacionales (17,5 millones). El segundo en importancia es México con 11,8 millones y China se ubica en tercer lugar con algo más de 10 millones. Si se analizan el destino, los Estados Unidos mantienen el primer lugar, captando más de 50 millones migrantes internacionales.
Tres cuartas partes de los 272 millones -52 % hombres y 48% mujeres- tienen entre 20 y 64 años y constituyen una fuerza de trabajo potencialmente activa.
Las remesas internacionales que origina ese movimiento migratorio ascendieron en 2018 a los 689.000 millones de dólares estadounidense. Las mismas terminan en un sin número de países. Tres de ellos son los principales receptores: India, China, y México. Sin embargo, en regiones enteras, como Centroamérica y el Caribe o la África subsahariana, el impacto económico de las remesas impacta en la sobrevivencia misma de numerosas familias o comunidades. Para Haití representan un 37,1 % del Producto Interno Bruto (PIB). Para Honduras, un 22 %; El Salvador, 21%; Jamaica,16 %; Nicaragua y Guatemala, 13,1%. El Banco Mundial calcula que, en 2019, América Latina y el Caribe recibió, en conjunto, 96.000 millones de dólares en transferencias enviadas por los migrantes.
Según el reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD), la migración forzosa – desplazados internos y refugiados- si bien se ha duplicado en los últimos 10 años significa actualmente unos 79 millones de personas. Una pequeña minoría en el contexto ya minoritario del conjunto del movimiento migratorio a nivel mundial.
Actor productivo
El discurso xenofóbico de enorme impacto a nivel mediático internacional subraya el “oportunismo”, cuando no el “ocio”, de los migrantes que llegan a países de alto o mediano desarrollo. Cuando este discurso se embebe de componentes raciales, como sucede en Europa con los inmigrantes provenientes del África subsahariana o de países árabes, el coctel resulta socialmente explosivo, discriminador y racista.
Sin embargo, “bien gestionada, la movilidad humana impulsa el crecimiento económico, reduce inequidades y conecta a sociedades diversas”, subraya el nuevo Informe del PNUD, desmitificando una parte de los argumentos descalificadores. Y subraya que “aunque únicamente representan el 3,5% de la población mundial, las personas migrantes generaron el 9% del PIB mundial en 2015”.
Otros estudios de instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, citados por el PNUD en su informe, “muestran que un aumento porcentual de la proporción de migrantes en países de altos ingresos aumenta el ingreso per cápita en un 2%”. Y anticipa que “si las personas inmigrantes aumentaran la mano de obra de los países ricos en 3%, el Producto Interno Bruto mundial incrementaría 356.000 millones de dólares para 2025.
Con la mirada retrospectiva, el PNUD reconoce que desde 2009 se ha avanzado poco en cuanto a abordar la movilidad de personas migrantes poco cualificadas. Los derechos de las personas migrantes están más protegidos en el papel; pero, en la mayoría de los países, su acceso a protección y servicios sociales sigue siendo limitado. Y los costos de transacción para documentos, desplazamiento y transferencias monetarias siguen siendo obstinadamente elevados.
La crisis sanitaria mundial no debería ser un factor para cerrar aún más las fronteras. Al presentar el estudio, Asako Okai, administradora adjunta y directora de la Oficina de Crisis del PNUD enfatiza que “las economías y las sociedades saludables dependen de la movilidad humana. Los esfuerzos de recuperación de la COVID-19 deben incluir a las personas migrantes, asegurando que sus derechos no sean marginados y que no se desperdicie su contribución”.
«Nadie está seguro hasta que todos estén seguros» enfatiza el resumen técnico del informe, lo que implica la necesidad de “una respuesta inclusiva”, que integre a las personas migrantes.
Humanizar la migración
Movilidad Humana, oportunidades compartidas no se queda en el diagnóstico, sino que propone pasos concretos para valorizar y dignificar la migración.
Recomienda tomar y asumir ciertas decisiones políticas internacionales. Entre las cuales: ampliar las rutas legales, reducir los costos de transacción de las remesas, garantizar los derechos de las personas migrantes, especialmente para las mujeres, fomentar la integración y la cohesión social, y movilizar a las diásporas.
Y concluye que «la pandemia y la pausa en los viajes son una oportunidad para redefinir la movilidad humana y construir un mundo mejor”. El Administrador de la PNUD Achim Steiner al presentar el nuevo informe sobre las Migraciones 2020, sostuvo que “promover los beneficios, reducir los costos y hacer que la migración sea una opción nos preparará hoy para hacer frente a los nuevos retos que plantee el cambio climático, la creciente inequidad y la transformación digital del trabajo de mañana».
A la crisis económica mundial de 2008 le siguió una década de un debate muy politizado, algunos avances y muchas oportunidades desperdiciadas en relación con la movilidad humana, enfatizó Steiner. Debemos redoblar esfuerzos ahora y centrarnos en los progresos en los próximos diez años si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible», enfatizó.
El PNUD anticipa, de cara al futuro, nuevos enfoques para potenciar los beneficios de la movilidad humana, tanto para las personas migrantes y sus familias, como para los países de origen y destino. Van en la dirección de ampliar las rutas legales de migración, innovaciones digitales para ayudar a las personas a ganarse la vida mientras están en tránsito, un enfoque renovado en protección social y la participación de las diásporas en las políticas de los países de origen.
Las imágenes casi cotidianas definen el argumentario planetario. Los migrantes centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos vía México. O las barcazas repletas de hombres, mujeres y niños africanos golpeando a las puertas europeas – solo el año pasado murieron 1.283 en la travesía en tanto 110 mil lograron entrar al Viejo Mundo. Lo que esconden los reflectores mediáticos es, sin embargo, lo esencial: el enorme aporte de los trabajadores migrantes a las economías de los países centrales, así como el efecto de oxigenación intercultural imprescindible para las tan ricas como envejecidas sociedades opulentas.
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