lunes, 9 de noviembre de 2020

La nueva Inquisición


Voces en Lucha

“12 de octubre. Para algunas voluntades de hierro, cetro y corona, Día de la Fiesta Nacional. Para las voces de maíz, corazón y tierra, día de la Resistencia. Para los amantes de la muerte, día de la Raza. Para las cuidadoras de la vida, día de los Pueblos Originarios. Para los nostálgicos de tricornio, capa y espada, día de la Hispanidad. Para los cuerpos de poncho, sombrero y pollera, día de la Descolonización”(1).

Hace un año, escribíamos estas palabras. Hoy cumplimos un 12 de octubre más en un año peculiar como pocos. 528 años después de que el genovés Cristoforo Colombo, financiado por los Reyes Católicos del naciente imperio español, avistara las tierras de lo que pensó eran las Indias, y no un “Nuevo Mundo” para las entendederas eurocéntricas de la época, una pandemia global asedia a la humanidad. Pandemia global que, de alguna manera, inició Cristóbal Colón. ¿Cómo es eso?

La inclusión de este nuevo continente lleno de tesoros por “explorar” –en breve definiremos dicho palabro- al comercio mundial, amplió y dinamizó de tal manera a la decadente Europa feudal, que ese hecho marca el hito del nacimiento de una nueva era, la Modernidad, y de su engendro sistémico de dominación: el capitalismo. Y es que nadie como el italiano que puso nombre a la colonización, confió en que la Tierra es redonda. Por eso echó a andar sus carabelas por el Atlántico rumbo al oeste con la intención de llegar a las costas orientales de Asia. Sus errores de cálculo le hicieron pensar que Japón estaría donde habitan las Antillas. Gracias a eso, los ojos del hombre avistaron por vez primera el “Nuevo Mundo”. O así nos explicaron el cuento en las escuelas. Como ironiza Eduardo Galeano, los habitantes de ese “nuevo continente”, debían no tener ojos. Ese hito que alumbraba para la vieja Europa un mundo de posibilidades, destruyó a sangre y fuego otros viejos mundos y sistemas de pensamiento milenarios porque la sabia Europa debía expandir su modelo civilizatorio para salvar a las infieles almas del averno. Pero centrémonos. Ese modelo civilizatorio, concebía no solo a Europa como centro de la tierra, sino a la propia Tierra como centro del Universo. La idea de la tierra esférica era vieja. Desde Anaximandro hasta Pitágoras y Aristóteles ya la sostuvieron siglos antes de Cristo. Pero eran las del agonizante siglo XV épocas de inquisiciones y esas ideas eran demasiado subversivas para los ideólogos de la Europa medieval. Fue en ese tiempo cuando Copérnico, contemporáneo de Colón, formuló su teoría heliocéntrica, que sitúa al Sol como centro en torno al cual gira la tierra y no al revés. Por defender esas ideas revoltosas, en el siglo XVII, el Santo Oficio juzgaría a Galileo Galilei, lo condenó a cárcel por hereje y le obligó a retractarse.

Es por eso que la Modernidad nace combatiendo precisamente a la Inquisición y sus ideas oscurantistas. Con visionarios almirantes como el aventajado explorador Cristóbal Colón, se adivinaban nuevas épocas que situaban en el centro, junto al sol, a la razón y la ciencia. Sin embargo, ese racionalismo tan científico, mientras combatía a la Inquisición, siguió echando mano de ella como policía antiinsurgente a uno y otro lado del charco atlántico, combatiendo a infieles, brujas y herejes de distinta tribu.

En ese holgado saco, cómo no, estaban las tribus indígenas originarias de esas tierras que años más tarde, y no con Colón, se descubriría que no se trataban de Asia ni de la India ni de Japón, sino de otro continente al que, ya fallecido Colón, bautizaron con América en honor a otro gran explorador, también italiano por cierto, Américo Vespucio. Paradojas de la historia, que quien hoy se recuerda como el “descubridor” de América, falleciera 14 años después sin saber que había descubierto un nuevo continente para los ojos de Europa.

El mundo globalizado que hoy vivimos no comenzó en los 90 tras la caída del campo socialista y la llegada del pensamiento único sino con los Reyes Católicos Isabel y Fernando, tanto monta monta tanto, que es lo mismo que decir tanto monta cortar como desatar, dicho castellano que procede de aquel nudo gordiano imposible de desatar que otro explorador, Alejandro Magno, en uno de sus “viajes” por Asia para “domesticar” al Imperio Persa, cortó por lo sano. Según la leyenda, quien lograra desatar semejante nudo, se convertiría en el amo y señor de Oriente. Alejandro Magno, hombre agitado con poco tiempo para nudos, sacó su espada al grito de “tanto monta cortar como desatar”. Hablando de espadas, no es casualidad que siglos después, el Rey Fernando el Católico, rescatara tan magnas palabras y “Tanto monta” se convirtiera en su lema personal. Lema que, bien acompañado por su espada, como a los buenos exploradores corresponde, aplicarían en el que los Reyes consideraban su “Nuevo Mundo”.

Pero centrémonos. ¿Por dónde íbamos? Hablábamos del 12 de octubre y de la pandemia. Ahh, por su puesto, estamos bien. El nacimiento del mundo global y del capitalismo. ¿Pero dónde queremos llegar? ¿Acaso vamos a responsabilizar a Colón y a los Reyes Católicos de la pandemia global que nos azota? No, por Dios. Tampoco queremos sacar a relucir aquí las pestes que sus exploraciones desataron en el Abya Yala, que arrancaron la vida a alrededor de tres cuartas partes de la población, llevando a muchos de estos pueblos a la extinción en los primeros tiempos de la invasión… perdón, exploración.

528 años después de aquel hito inaugural que desató el comercio internacional y la primera mundialización, la pandemia capital se desparrama con sus virus por un globo que multiplica y complejiza sus formas de interconexión con el avance imparable de la técnica. Comunicación satelital, internet, fibra óptica, robótica, tecnociencia, ingeniería molecular, biotecnología agroindustrial… Muerta y enterrada la oscuridad del medievo, la realidad supera ya la más futurista de las novelas de Julio Verne. Efectivamente, poco queda de la Edad Media. Nada de las tierras comunales del campesinado de la Europa feudal. Sin embargo, ¿realmente hemos enterrado a la Inquisición?

Todavía hoy, encontramos personas y corrientes que cuesta a calificar “de pensamiento”, que defienden que la tierra es plana. Su nivel de escepticismo llega a afirmar que en la historia de la humanidad nadie hasta ahora pudo ofrecer pruebas consistentes de que la Tierra sea redonda. En febrero de 2020, el estadounidense Mike Hughes falleció después de que se estrellara el cohete casero en el que montó su trasero pretendiendo llegar hasta el espacio y demostrar que la tierra es plana. Esto, que parece más propio del humor que de la realidad, forma parte de una realidad exagerada, caricaturesca si se quiere, pero real. Que define cada vez más el pensamiento de nuestra época. Un relativismo ramplante, como un virus, nos asola.

De la misma forma que los terraplanistas conciben al planeta no como una esfera sino como una lenteja plana, hoy vemos a negacionistas de todos los colores negar la evidencia de un virus que extendido por el globo profundiza y se suma a los virus anteriores.

Ese virus llamado Sars-Cov-2 y nacido quién sabe dónde –todo parece indicar que en China-, muy probablemente, como alertan muchos científicos sea resultado del modo de producción capitalista y sus formas de degradación extractivista contra la naturaleza, donde los agrotóxicos o la cría intensiva de animales se evidencian como entornos propicios para la mutación de los virus y el salto de animales a humanos. Sin embargo, un mar de teorías oscurantistas nos golpea. Terraplanistas, negacionistas, conspiranoicos, helionáticos y ombligocéntricos. Los diferentes fenómenos sociales y culturales que está sacando a la superficie el Covid-19 son la expresión más fanática y radical de esta época del capitalismo en su fase de neoliberalismo digitalizado, lo que el filósofo francés Éric Sadin define como “el tecnoliberalismo”.

Poniendo la lupa sobre este planeta globalizado, avistamos un pequeño rincón que unos señores nostálgicos de los Reyes Católicos, también situaron en el centro del planeta. La gloriosa España franquista dirigió este pequeño rincón durante casi 40 años. Sus huellas no son piezas arqueológicas de museo. En su actual secuela “democrática” el Reino de España sigue celebrando la infamia colonizadora, reafirmando símbolos de opresión que construyen modos de pensar y actuar. Día de la Hispanidad, Día de la Fiesta Nacional y Día de la Fuerzas Armadas. El periódico digital amarillista de la derecha Ok Diario lo describe así: “El Día de la Fiesta Nacional de España conmemora la llegada de Cristóbal Colón a las Américas en 1492 al Nuevo Mundo marcando así el descubrimiento de América… El descubrimiento condujo a un período de rápida exploración del continente”. ¿Blanqueo de la historia o resignificación de las palabras? Exploración: Dícese del saqueo, invasión y despojo sistemático por medio de la violencia hacia los habitantes originarios de otros territorios.

Los 500 años significaron un punto de inflexión en la reconstrucción de las identidades usurpadas. La dignidad latinoamericana celebra el 12 de octubre el Día de la Resistencia. Así lo llama el movimiento nacido al calor del fuego originario. Y así se conoce este día, oficialmente y por decreto, en la Venezuela bolivariana. Símbolos populares que arman otros modos de pensar y actuar. En esa Venezuela vivimos el 12 de octubre hace ahora 4 años, arropados por el calor de un pueblo en resistencia, de nuevo asediado, bloqueado y cercado por pretender ser libre de cadenas imperiales.

Este año, gracias al Covid-19 (algo bueno tiene esta locura global, si no que se lo digan al planeta), en el Reino de España el infame desfile que en 2019 acabó literalmente estampado en una farola, se ha suspendido. Así rezan algunos titulares de la prensa del Reino. Sin embargo, no es así del todo, como veremos.

El pasado año, asediado por la pandemia de la normalidad, las Fuerzas Armadas desfilaron con normalidad –postura difícil de sostener si alguien se asoma a algunas expresiones de dicho desfile-. Y pasó algo tan extraordinario como simbólico: “Como anticipando otra decadencia del neoimperio marca España´ y las glorias deportivas del Reinado de los borbones, el nombrado paracaidista descendió con tan buena puntería que acabó estampándose contra una farola, ileso pero colgado como un mono y la bandera desparramada cual trapo viejo en lo alto de tan improvisado mástil. Que Guaicaipuro nos pille confesados”(2).

Este 2020, no es exactamente que el desfile se haya suspendido, sino que debido al Covid, con Madrid en estado de alarma por la escandalosa cantidad de casos de la capital, cambió su forma y lugar habitual en el paseo de la Castellana, con su cortejo de fans-áticos espectadores, por el Palacio Real, donde los reyes celebraron un acto de Estado en la plaza de la Armería. Allí, aunque no en el despliegue al que nos tienen acostumbrados, sí hubo desfile. Alrededor de 500 personas, entre soldados y civiles, marcharon frente a los reyes. A las puertas del Palacio, no podía faltar el séquito ‘-ático’ agolpado y gritando vivas al Rey. En el cielo, 7 aviones de la Patrulla Águila, dibujan con una estela de humo de colores una bandera de España. Sin embargo, uno de los aviones falla y en lugar de lanzar el color rojo lo hace blanco. Muchos hubiéramos preferido que para rizar el rizo hubiera sido morado, pero todo se andará. Los aviones tienen más de 30 años y se cambiarán en los próximos meses, explican. Son muchos los disgustos relacionados con los desfiles militares del 12 de Octubre. Hace 3 años, el más desafortunado, el accidente del avión Eurofighter que se estrelló en Albacete regresando a la Base de los Llanos después del desfile, falleciendo el piloto. El año pasado, el divertido incidente de la farola. Ayer, ese leve pero simbólico suceso. Demasiados reflejos de las goteras del Reino. Precisamente ayer 12 de octubre, se publicó una encuesta de 40dB, impulsada por 16 medios independientes, que dice que el 40,9% de los españoles apoyaría la república en un referéndum frente a un 34,9% que votaría por la monarquía. Hay cosas que a fuerza de costumbre terminamos por normalizar. En la época de la tecnociencia, convivimos con estructuras tan arcaicas como la monarquía de los Borbones. La Edad Media no parece tan enterrada como pensábamos.

Los partidos ultraderechistas Vox y la Falange, grandes nostálgicos de tiempos de oscuridad, realizaban ayer concentraciones en varias ciudades. La extrema derecha crece políticamente pero se expresa hace rato en nuestros modos de pensar. Recogen el testigo de lo sembrado ideológicamente. Por otro lado, una progresía de vieja estirpe, afín al régimen y leal al Rey, que se define con el oxímoron de “monárquica y republicana”, se propone como salvadora ante el coco fascista. Confusâo fue el término en portugués que rescató Ryszard Kapuściński para describir el clima que se respiraba en la Angola de 1975 asolada por la guerra y la colonización portuguesa(3).

Máquina implacable de producir ideologías legitimadoras, el capitalismo nos necesita lejos de la verdad. Desorientados, confusos, imprecisos, erráticos, deambulamos por un mar de información más desinformados que nunca. El conocimiento está en peligro de extinción. Nuevas inquisiciones paren nuevas ideologías inquisidoras. Oscuras traman en la sombra, como sombras. El fuego originario dejó de alumbrarnos. Lo apagamos, o eso creímos, en 1492.

Sin embargo renace en los pueblos originarios del presente. Quienes supieron resguardar el fuego, nos enseñan que la dignidad ilumina con brasas de esperanza. En cada poro del hombre libre late una chispa que amenaza con prender. Chimeneas humeantes preparan los fuegos del mañana.

Notas:

1. Sentires Venezolanos. Cristoforo Colombo, el paracaidista y la farola, en vocesenlucha.com

2. Id.

3. Ver película Un día más con vida (Raúl de la Fuente, Damian Nenow), inspirada en el libro homónimo de Ryszard Kapuściński.

Vocesenlucha. Comunicación popular. Pueblos América Latina, el Caribe y Estado español


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