sábado, 1 de diciembre de 2012
Candados y tacuacines
Por Aníbal Delgado Fiallos
Todos los candados estaban puestos en los puntos exactos, el proceso estaba a prueba de tacuacines; sólo un punto quedó sin pasador: las mesas receptoras, ¡y por allí se metieron e hicieron micos y pericos!; era vanguardia en este arremetida la corriente oficial del Partido Nacional.
Estos son de aquellos que no se les va chancha con mazorca; desde antes de las elecciones comenzaron a saltar las trancas, aunque se decía que el proceso estaba diseñado para que nadie pudiera violado, protegido por tecnología de alto costo.
Lo grave es que el país haya caído en semejantes manos y que los fraudulentos de hoy superen en audacia y cinismo a los de ayer; ¿cómo justifican estos funcionarios-candidatos las enormes cantidades de dinero que gastaron en la campaña interna?, ¿los millones para la compra de votos, credenciales y conciencias?
Si el próximo presidente asume manchado por el fraude, difícilmente obtendrá la adhesión del pueblo y la confianza de la comunidad internacional; pesarán mucho los antecedentes para que pueda aquilatarse como un gobernante probo en un momento en que la transparencia es promovida activamente por los organismos de financiamiento internacional y la comunidad de cooperantes.
Oxígeno para que prosperen ladinos de este pelaje es una sociedad fatalmente permisiva: esta alegre alcahuetería, este glorificar la maña, este no tener conciencia de la falta, sólo se da en sociedades sin sustentos morales.
Lo ocurrido en las mesas receptoras el domingo pasado, cuando los partidos, unos más que otros, pero al fin todos, llenaron de porquería el proceso electoral, no debería extrañarnos: procesos diseñados con limpieza en una ciénaga donde se agita la podredumbre, jamás logran sus objetivos relevantes; el problema está en el tuétano de la sociedad; y que no nos vengan con análisis sospechosos los auditores y observadores internacionales que entre nosotros han perdido toda credibilidad.
Así, mucho trabajo tiene por delante la escuela, las instituciones cívicas, los partidos democráticos, las mujeres y hombres honrados para enderezar esta torcedumbre, porque lo que vimos el domingo es realmente triste.
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