viernes, 21 de diciembre de 2012

No sólo de ilusiones vive el hombre




Por Sergio Suazo

Según el escritor norteamericano, Edgar Allan Poe, la base sobre la cual descansa la felicidad, son tres cosas: la primera, la vida al aire libre, segunda, la ausencia de todo tipo de ambición y la última, el amor de una mujer.

En el cancionero popular latinoamericano, también se pueden encontrar referencias a la felicidad, siempre basado en tres cosas: salud, dinero y amor. La salud y la platita, no se tiran, el que tenga un amor que lo cuide, dice la canción, muy conocida entre las personas mayores y no tan mayores.

Traigo a colación lo anterior, porque también en la “cáscara de banano” que es la política en Honduras - muchos se resbalan en ella, pero también a la mayoría le resbala- se requieren tres cosas para que un partido político pueda llegar a tener éxito, hay otras, pero considero que las siguientes son las fundamentales sobre todo, si se tienen pretensiones de novedad.

Primera, hay que contar con una maquinaria electoral. Sin pecar de ingenuo, soy consciente que ello requiere tiempo, y que los partidos llegan a tener una estructura electoral competitiva cuando ha habido crecimiento electoral a nivel nacional, cuando se ha accedido a cuotas de poder parlamentario, cuando se ha acumulado mucha experiencia, cuando se cuenta con los cuadros suficientes y capacitados que la hacen exitosa, cuando es capaz de cumplir objetivos y metas políticas y también, cuando se puede jugar con las reglas propias y del adversario.

Los partidos más importantes del sistema político en cualquier parte, cuentan con maquinarias electorales. Hay quienes desde el prejuicio o el rechazo, consideran que la parte electoral lleva a que se olviden otras dimensiones de la lucha política, lo cual, en mi criterio, es un error por lo siguiente: una vez que se entra a la lógica de la política competitiva sin importar la naturaleza del partido o coalición de partidos y movimientos, la dimensión instrumental de la política pasa a formar parte de la vida institucional y de la política práctica de la organización, pues no existe otro mecanismo para legitimar y materializar el poder que se alcanza por esa vía.

Por ejemplo, cuando se habla de “construcción de poder popular”, tesis correcta por demás, en el fondo se trata de una forma alternativa de hacer política que tiene como elemento central, la participación del pueblo desde la base, pero ese poder – que puede ser mucho o poco- requiere ser materializado como parte del poder del Estado o del gobierno según sea el caso, es decir, “el poder popular”, un día podría ser el poder oficial, el poder hegemónico o parte del poder establecido y ello sólo puede ocurrir, a través de un proceso electoral.

Se podría objetar que no solamente por medio de procesos electorales se puede materializar el poder, lo cual es cierto, pero los únicos casos por lo que podría ocurrir son: por medio de una revolución violenta, que destruye todo el poder y, por una conmoción social, que sustituye ese poder, pero como ya se dijo, la argumentación expuesta aquí, corresponde a la competencia en el marco de un sistema político.

Cuando se habla de maquinarias electorales, se hace referencia a una estructura que formalmente se expresa en órganos, instancias y funciones de un partido, pero que en la práctica la podemos apreciar en: a) un determinado tipo de organización, b) un sistema de recaudación y gestión adecuada de fondos, c) un amplio trabajo basado en el voluntariado, d) personal especializado en temas como logística, publicidad, transporte e informática, e) y por último, en la capacidad para atender el momento más crítico de todo el proceso como es el día de la votación.

Algunas maquinarias electorales funcionan mejor que otras, durante casi setenta años, el PRI mexicano fue considerado “la dictadura perfecta” entre otras cosas, por contar con una maquinaria electoral digna de ser “envidiada”, las primeras campañas electorales del PSOE en la España post franquista, se basaron sobre un andamiaje electoral que pudo movilizar a la mayoría de las sociedad española a su favor no obstante los largos años de clandestinidad, a lo que se sumó, una mística en el trabajo político, tan necesaria para triunfar.

Segunda, no se puede aspirar a ganar elecciones sin contar a lo menos, con una masa crítica importante capacitada política e ideológicamente. Sabemos que en la actualidad, los partidos políticos han perdido mucho su textura ideológica original sobre todo los que se ubican en la centro-izquierda, debido a los efectos que sobre ellos han tendido fenómenos como el neoliberalismo y la globalización o la crisis de la política; pero también es cierto que la política se ha “llenado” de nuevos contenidos por a la emergencia en los últimos años, de una serie de actores nuevos, con temas nuevos y prácticas políticas y sociales nuevas.

Esa es una de las principales razones por las que, el tema ideológico siendo importante, ya no lo es en el mismo nivel que lo fue en el pasado, lo que no quiere decir, que los partidos no posean una ideología pues ella representa una especie de “universo conceptual” sobre la realidad, ese universo puede ser amplio o cerrado, dogmático o crítico, acertado o errado pero en todo caso, las ideas deben corresponderse con la realidad para poder contar con el principio de la validez.

Una formación política elemental debería ser parte de la cultura de partidos que dicen representar lo nuevo, lo distinto y por tanto el futuro. La complejidad de la realidad social, ha llevado a que la lucha política se desarrolle hoy como en ninguna otra época, en el campo de las ideas y sobre todo, ideas sobre los temas que son los de la cotidianidad. En otras ocasiones hemos dicho que los problemas sociales no son ideológicos, pero las respuestas que se dan a ellos sí lo son, no es lo mismo abordar el tema del Estado por ejemplo, desde una perspectiva neoliberal que ve al Estado como un estorbo, que desde una óptica donde el Estado es visto como parte fundamental del desarrollo, no es lo mismo hablar de las famosas “reglas del juego” desde la perspectiva de quien las impuso para su propio provecho, que desde la convicción del que desea cambiarlas en beneficio de la colectividad.

Pero la formación política e ideológica, no puede ni debe ser restringida a dicotomías del pasado porque se vuelve inservible, la formación política hoy abarca unos campos tan amplios que por ello se recurre a especialistas, pero un partido o un político con pretensiones de cambio social, no puede dejar de saber sobre temas como el Estado, el gobierno, políticas públicas, la economía y de la sociedad en su conjunto no solamente por capacidad discursiva, sino, porque eso es lo que la gente demanda del mundo político y que éste, en su gran mayoría, no cuenta con esos conocimientos.

La formación política deviene en una especie de “imperativo categórico” siempre, pero además, cuando existen procesos políticos y sociales que apuntan a la renovación de la clase política existente a través el surgimiento de nuevos liderazgos. Ese hecho se puede apreciar de manera incipiente en la actualidad, ha venido ocurriendo desde ya hace un tiempo, en otras experiencias políticas recientes de América Latina.

Tercera, se debe contar con una Plataforma Programática o lo que es lo mismo, una propuesta. La gente no vota por un detallado plan de gobierno, sucede aquí y en cualquier parte porque no es eso lo que llama su atención, pero cuando la gente aspira a un “cambio” y alguien sea un partido o persona le ofrece ese “cambio”, quiere saber en qué consiste, cómo se hace y cuáles serán los beneficios que traerá.

Se equivocan quienes piensen que los pueblos se inclinan por “aventuras” o por “chifladuras”, sobre todo en Latinoamérica donde predominan las posturas de “centro” según todas las encuestas de opinión política. Además, la propuesta, para que pueda tener posibilidades prácticas, requiere que, el partido que la impulsa cuente con mayorías políticas algo que es muy difícil tener hoy, debido a composición tan diversa de las fuerzas que componen los parlamentos o los gobiernos locales.

Ese hecho – no contar con mayorías políticas- obliga al realismo político, y, éste, aconseja que en ese caso, es preferible dejar de lado los maximalismos porque sirven de poco y con el tiempo, la realidad se encarga de demostrarlo y de desinflar las bolsas de aire caliente.

Del tipo de propuesta depende mucho el éxito político, se debe recordar algo que es contradictorio y por ello incontestable: los pueblos son audaces para pedir pero no para votar, es decir, si se analiza detenidamente todas las aspiraciones de la gente y que son legítimas, fácilmente se llega a la conclusión que está pidiendo un cambio social profundo, pero sigue votando conservadoramente o sea, no se arriesga a un cambio de rumbo aunque sus aspiraciones sean radicales (la radicalidad, no necesariamente es ideológica una excesiva demanda social, es radical porque resulta imposible de cumplir).

Por otra parte, la propuesta debe cumplir algunos requisitos para que resulte atractiva: debe ser novedosa, sencilla, realista, representada por quienes poseen credibilidad y no por aquellos que cuentan con un amplio prontuario de viejas y desacreditadas prácticas políticas como la corrupción, debe ir acompañada de un discurso o relato con el que la gente se pueda sentir representada e identificada, sin faltar, una buena dosis de ética republicana aunque escasa, pero la hay.

Por último, también soy consciente que se podrían agregar otras cosas a las tres que se han dicho como parte de las condiciones básicas para alcanzar objetivos políticos: una buena imagen por ejemplo, en todo caso, el que tenga esas tres primeras (salud, dinero y amor) que le dé gracias a Dios, como dice la canción o sigue los consejos de Edgar Allan Poe.

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