viernes, 21 de diciembre de 2012
¿Votos duros o cabezas duras?
Por Carlos Méndez
No es suficiente explicar que la ganancia de x candidato en las pasadas elecciones primarias del villemicheletismo o de los cachurecos, se debió, a que fuertes contingentes de empleados públicos, fueron llevados del “gañote”, a las mesas electorales, bajo la amenaza de quitarles sus empleos en las oficinas, o arrancarles el bono 10 Mil. Tampoco es suficiente argumentar que la ganancia a borbollones de Juancito o Villeda, “el ético”, se debió, exclusivamente, al espectacular operativo fraudulento para abultar manual y electrónicamente los votos elecciones estilo Honduras.
Es necesario, además de lo anterior, reparar, y si se puede, estudiar, el oficio de masoquista del elector con voto duro y que volvió a surgir de “entre las piedras” por todos lados, a manchar su conciencia y dedo meñique, a favor de sus verdugos y de paso, burlarse de sí mismo.
El voto duro, es propio decirlo, ha sido y es, el paraíso y la gloria de los modernos redentores del bipartidismo. Este voto alegre y taimado se asomó a las urnas con la flema de un enamorado dispuesto a matarse por su partido, manchándose las manos de tinta, con la ceguera ideológica y cavernaria, transmitida desde hace más de cien años, por caciques y caudillos pueblerinos. Mayoritariamente, el voto duro pervive en las poblaciones más pobres de Honduras; es cerril y conservador, cree que nuestra situación de miseria es porque “el destino así lo quiso” y por lo mismo, es cerrado a los cambios sociales y con una visión mágica e ingenua, acerca de la realidad. Por eso, los políticos marrulleros invierten millonadas de pisto para mantenerlo vivito y coleando, porque sin él, su existencia sería imposible. Por eso, en un suelto propagandístico, un señor aparece con una bandera limpia y bien doblada, de un partido tradicional, que la traspasa a nuevas generaciones. Con voz pastosa, cansona y de oscura sabiduría, el viejo manipula a unos jóvenes, con la siguiente frase: “Esstaa bandeeraa simboliizaa toodo lo bueeno que le ha suceedidoo a nueestra Honduras (¿como el golpe de Estado?); ahoora es de usteedes, sientaanse orguullosos de ella… ¡cuuídeenla; ¡noo se la dejen arrebataar”!
El voto duro, es muy propio de sistemas predemocráticos, con patrones autoritarios patriarcales introyectados desde abyectos regímenes militares y de caciques rurales de antiguas montoneras. Es un “voto fiel”, como lo define Andrés Zepeda, actual catedrático de la Universidad de Guadalajara, México. Zepeda, señala que en las sociedades modernas, está surgiendo también, vigoroso, el “voto infiel”, ante el desgaste de los partidos tradicionales. El voto infiel es “el más puro ejemplo del usufructo de las nuevas democracias en construcción, de nuestros países (…), que se está rebelando, porque si no se le permite al ciudadano o se atreve este a reconsiderar su opinión electoral, o sea, a ser “infiel”, no se le está permitiendo ser en verdad, un hombre o mujer libre”.
El voto duro, ha sido muy dañino para el desarrollo de la nueva Honduras que necesitamos, sin embargo, no es un muerto de carroña todavía. Está firme y tieso, para noviembre 2013, a ser palabra de pueblo, convencidos y convencidas, de que la voz del pueblo, es “la voz de Dios”.
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