lunes, 17 de junio de 2019

Universidad Abierta


Rebelión

Por Fernando Buen Abad Domínguez

Conocí a uno de los fundadores de la Universidad Abierta (en San Luis Potosí, México) hace ya varias décadas. De nuestro primer encuentro recuerdo, con frecuencia, dos preocupaciones profundamente científicas y profundamente humanistas: una ¿cómo impulsar proyectos universitarios con modelos pedagógicos y comunicacionales que, además de la “excelencia” respondan a la urgencia de “seres humanos incompletos, conscientes de su incompletud”, buscando completarse?. Y, otro recuerdo se ancla en: ¿cómo superar los fardos burocráticos que entorpecen no sólo la “administración” de la educación sino su producción misma. Es decir, devolverle a la educación su frescura, su libertad y su carácter como Derecho Humano Inalienable, humanizante y humanista. Ese compañero académico (y amigo) se llamaba Santiago Salas de León.
Encontró el modo de subordinar los avances tecnológicos -que él estudiaba estratégicamente- y era capaz de valorar (como pocos) la utilidad educativa de los correos electrónicos, los “chat”, las “memorias portátiles”, la ubicuidad y la velocidad de Internet (entre otros muchos avances) para que facilitaran el proceso de la producción y distribución social del conocimiento. Y supo ponerlos a servicio del, quizá, su mayor proyecto político: ayudar a todo mundo a graduarse en una Universidad. Y sumando fuerzas con otros colegas, fundó la Universidad Abierta, proyecto de Educación a Distancia pionero en más de un sentido.

Era una convicción política y una militancia académica. Sacó de su propia biografía los sabores y sinsabores que impone el aparato educativo en México y se propuso allanar el camino de no pocas personas en la ruta de convertirse en estudiantes, docentes e investigadores de una experiencia “nueva” capaz de acercar, hasta lo inimaginable, la posibilidad de crecer profesionalmente cursando estudios diversos a pesar de las dificultades (a veces infranqueables) de acudir a una Universidad bajo los formatos convencionales de presencia e interlocución didáctico-pedagógica. Lo saben bien aquellos estudiantes de la Universidad que tuvieron, en alguna penitenciaría, no sólo becas y asesorías personalizadas sino computadoras y permisos especiales para estudiar en grupos mixtos. Una osadía y un logro enorme.

Lo saben bien aquellos que recibieron conferencias, apoyos y becas en, por ejemplo, la Biblioteca Argentina para Ciegos y un sinnúmero de organizaciones populares que en torno a una (o varias computadoras) se habilitaron para leer los textos correspondientes y redactar los trabajos obligatorios en la ruta de graduarse como universitarios. Un grupo nutrido de personas iniciándose en la “vida universitaria” y un grupo, no menos nutrido, completando estudios truncos o re-encausando carreras ya iniciadas. Cuando conocí a Santiago Salas ese proyecto estaba ya consolidado y convirtiéndose en una victoria de la lucha por democratizar la educación. No sin yerros y no sin obstáculos. Es cierto.

Y lo sabemos quines, de un modo u otro, nos sentimos ganados a una lucha que muy velozmente se ha expandido en todo el planeta para perfeccionar métodos y contenidos hacia nuevas formas de producción y multiplicación de saberes científicos con modalidades participativas, interactivas, multi y trans-disciplinarias. Los sabemos quienes sentimos de cerca la pasión con que el grupo fundador de la Universidad Abierta pensó la red de conocimientos, ejercicios, asesorías, evaluaciones y publicaciones necesarias para forjar una modalidad peculiar de enseñanza sin demerito de la calidad científica. En eso merece mención aparte el trabajo de Rita Ferrari. Una forma, pues, del humanismo en educación capaz de no despersonalizarse por la influencia de la tecnología. Facilitar el conocimiento no es sinónimo de empobrecerlo.

Pero semejante audacia, desde el momento de su creación, generó discordias en un ambiente de conservadurismo hostil propio del mercantilismo educativo. El burocratismo de Estado, incapaz de comprender la Educación a Distancia, se encargó de poner todos los “obstáculos” imaginables. Trampas “de gestión”, emboscadas “cientificistas” y todo tipo de canalladas legaloides para frustrar en lo “administrativo” los logros extraordinarios en lo académico. No han faltado calumnias, amenazas, traiciones y vejaciones de toda estirpe. Infiltrados, trepadores, arribistas y usurpadores de toda laya. Campañas de chismes y operaciones mediáticas con la complicidad voluntarista de un gobierno reaccionario y corrupto, hasta la ignominia. Dispuestos todos a aniquilar un bastión de pensamiento y acción crítica. La vieja historia.

En lugar de contribuir al desarrollo de experiencias académicas fundadas en marcos teórico-metodológicos superadores de las miserias educativas (y de todo tipo) reinantes en México (y no solamente); en lugar de facilitar el perfeccionamiento pedagógico-didáctico; de mejorar las habilidades críticas y cognitivas de los estudiantes; de ayudar a enriquecer las bibliotecas y las bibliografías; de ampliar los ejercicios intelectuales y las evaluaciones; enriquecer las interlocuciones y las producciones de tesis… todo lo contrario. Han ensuciado a la Universidad Abierta con toda impudicia e impunidad, para beneficiar al “mercado” local, a los amigos, a los compadres y a los intereses más mezquinos de burócratas y mercachifles a diestra y siniestra… la corrupción estructural del sistema carcomiendo la Educación que, en realidad, les importa muy poco.

Con la Cuarta Transformación que México impulsa hoy, la Universidad Abierta tiene una oportunidad nueva para sacudirse las agresiones y los acosos, actualmente existentes, y se dispone a cumplir y mejorar los principios y métodos con los que fue creada porque su vigencia está por encima de todas las calumnias de ayer, de hoy y de mañana. Por más ingeniosos que se crean los mentores de la degradación intelectual disfrazados de autoridades. Es una lucha abierta, en una sociedad cerrada por el conservadurismo oligarca y sus armas de guerra ideológica. Es una lucha para abrir el pensamiento de los estudiantes ante un aparato educativo ocluido por la burocracia y sus mafias. Ya sabemos cómo actúan y calumnian. Es una batalla abierta contra la estulticia de las mafias que se apoderaron de la educación. Es la hora de la educación humanista de nuevo género, crítica, propositiva con fuerzas científicas contra toda corrupción y toda impunidad. Del dicho el hecho. Universidad Abierta. De par en par.

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