jueves, 14 de febrero de 2019
Violencia estructural y pobreza, principales detonantes de las “caravanas” de migrantes
Por Marvin Palacios
El Centro de Estudio para la Democracia (Cespad), publicó el 1 de febrero de este año, el análisis titulado: ¿Son las caravanas de migrantes una nueva forma de protesta social “transnacional”?. En el escrito se afirma que la violencia estructural y las condiciones de pobreza, son los principales detonantes de la migración de miles de hondureños que pretenden llegar a Estados Unidos.
“A la primera caravana de migrantes que salió el 13 de octubre de 2018 de la terminal de buses de San Pedro Sula, en ruta hacia Estados Unidos, se ha sumado una segunda, tercera y cuarta caravana. Pareciera que esta nueva forma de migración masiva, va a continuar, en tanto, persisten las condiciones de expulsión que han obligado a las personas a salir del país”, señala el documento.
El documento establece que al analizar el éxodo de personas que se desplazan en caravanas desde Honduras hacia el norte de América, debe considerarse antecedentes tales como la emigración de niños, niñas y adolescentes “no acompañados”, que obligó al gobierno de Estados Unidos a decretar una emergencia humanitaria en 2014.
La emergencia de ese año, se decretó después que el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU y sus patrullas fronterizas reportaron entre enero y agosto de ese año (2014), la detención de 66 mil niñas y niños en su mayoría provenientes del Triángulo Norte de Centro América. Este episodio también evidenció el proceso de feminización de las migraciones.
En marzo de 2018 se produjo el llamado “viacrucis migratorio”. En esa ocasión unas 1 mil 500 personas salieron del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras, El salvador) con rumbo a EEUU. De ese total de personas, el 80 por ciento, provenía de Honduras.
Además de estas salidas consideradas masivas, según organizaciones que trabajan con migrantes en Honduras, aproximadamente unas 300 personas, emprenderían la ruta migratoria hacia Estados Unidos cada día. Por su parte, el Observatorio Consular y Migratorio de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Honduras, reportó 75 mil 279 personas retornadas durante el 2018 y 3 mil 837 personas retornadas desde el 1 hasta el 25 de enero de 2019.
“Estos datos evidencian que la migración “ilegal” es un problema estructural en Honduras y que por las condiciones que la impulsan, se trata más bien de una expulsión masiva de población”, apunta el escrito..
Los migrantes escapan de la pobreza y de la violencia que ha ido en aumento en los últimos años, pese a la militarización del país y al incremento en los presupuestos en Seguridad y Defensa que ha dispuesto el régimen.
Por otro lado, “datos oficiales revelan que la incidencia de pobreza en Honduras, pasó de 60 por ciento en 2010, a un 62 por ciento en 2018, al combinar los diferentes métodos de medición de pobreza, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), establece que los hogares que disponen de un ingreso suficiente para lograr un nivel de vida adecuado y además satisfacen sus necesidades básicas; representan solamente el 27.4 por ciento, son los considerados como “integrados socialmente”. Esto implica que un 72.6 por ciento, de la población se encuentra en el grupo de pobres estructurales, crónicos o recientes”, destaca el documento.
Si bien la migración no es fenómeno nuevo, sí es novedosa la forma de migración a través de caravanas, que se traducen en un “tipo de migración que podríamos llamar migración económica o de sobrevivencia”, cuya forma de desplazamiento ha alcanzado su “máxima exposición pública”, resalta el análisis.
Frente a esto, el régimen de Juan Orlando Hernández, se ha visto en aprietos, porque tal fenómeno alcanzó la atención internacional, superando cualquier control mediático sobre el fenómeno. Incluso el presidente Donald Trumph ha reiterado a los países que integran el Triángulo Norte, que de continuar la emigración masiva de personas hacia Estados Unidos, la ayuda económica podría cesar.
“Efectivamente, las estrategias oficiales de restar importancia a las caravanas han fracasado. La caravana de migrantes, incipiente forma de migrar, poco conocida y estudiada, pero por lo que se logra inferir a partir de lo públicamente expuesto, sin estar necesariamente dentro de los repertorios conocidos de protesta popular, y sin ser consideradas un acto político estratégico, largamente planificado o con liderazgos reconocidos, logró movilizar la asistencia humanitaria, la atención de los países de tránsito y poner de nuevo el país en la mira de los reflectores internacionales y de la presión del gobierno estadounidense de Donald Trump, que no dudó en hacer públicos sus reclamos al cuestionado gobierno hondureño”, destaca el análisis.
Los esfuerzos del régimen de restar importancia al fenómeno, al tratar de revestirla de tinte político partidario, con el acostumbrado argumento de criminalizar a sujetos específicos, no han dado resultados. Otros intentos de banalizar la migración, tampoco han surtido efecto.
“Ambas estrategias mediáticas han fracasado en su intento de restar responsabilidad al gobierno y al Estado hondureño como expulsor de su población, producto de un contexto político y económico de violencia estructural que obliga a las personas a salir del país de manera masiva, con lo cual, la caravana ha logrado alarmar no solo al país de destino sino también a los países de tránsito”, subraya el documento.
El análisis cita a reconocidos investigadores y estudiosos de la región como el profesor Salvador Marti Puig, quien ante la pregunta de: ¿Cómo entender la marcha de migrantes hondureños?, ¿Qué pasa en los países empobrecidos de Centroamérica para que se den este tipo de fenómenos hasta ahora nunca vistos?, afirmaba que “la respuesta está relacionada con la existencia de economías incapaces de crecer, una desigualdad altísima, unos regímenes con derivas autoritarias y, sobre todo, una sociedad que sufre una severa metástasis provocada por la violencia ligada al tráfico de personas, de estupefacientes y a la extorsión. No es casual, en este contexto, que hoy los jóvenes de dichos países vivan la migración como su opción más atractiva -y a veces como la única- para realizar una vida digna”
Entre las razones por las cuales ahora las personas emigran en “caravanas”, se encuentran: Protegerse de los peligros de la ruta migratoria, proveniente de actores particulares como de actores estatales. Mayor posibilidad de aplicar a derechos contemplados en el marco normativo internacional para las personas migrantes, como derecho a protección, asilo y el mismo derecho a la libre movilidad. Evitar el pago del intermediario o “coyote”; y hacerse visible como sujeto colectivo migrante.
Todos los elementos anteriores han afectado la migración “ilegal”, sobre todo en las dos últimas décadas. Las graves violaciones a los derechos humanos de los migrantes, que incluye tortura, secuestro y desaparición física han sido frecuentes y dramáticas, no obstante, la respuesta del gobierno hondureño ha sido limitada, son más bien organizaciones de la sociedad civil y de familiares de migrantes quienes han asumido diversas funciones de apoyo a las víctimas.
“En ese contexto de indefensión, las caravanas podrían constituirse en una estrategia para hacer frente a la indiferencia que históricamente han sufrido las personas migrantes y en una forma efectiva de hacerse visible como sujeto colectivo titular de derechos, tanto en el país de origen como en los países de tránsito y de destino”, apunta el documento.
Y añade que, “todavía no está claro hacia dónde se va a decantar esta nueva forma de migración y las implicaciones que podría presentar a futuro, lo que si se constata es que ha puesto en el debate la compleja situación del país y las contradicciones del entorno, las dinámicas y del abordaje de las migraciones, en un contexto de globalización económica y crisis política. Una crisis política que, en el país de origen, es decir en Honduras, presenta características de colapso de la institucionalidad y agotamiento del principio de representación política que podría inducir a las personas no solo a salir del país sino también a ejercer mecanismos de presión política fuera del país, lo cual es una expresión de la llamada ciudadanía transnacional”.
El análisis titulado: ¿Son las caravanas de migrantes una nueva forma de protesta social “transnacional”?, fue escrito por la doctora en Estudios Internacionales e Interculturales Ana Ortega.
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