miércoles, 20 de febrero de 2019
Análisis histórico del Interamericanismo: La integración desintegradora
Rebelión
Por Felix Caballero Escalante
A lo largo de la historia de América Latina existen tendencias centrífugas representadas por las oligarquías locales que priorizan las conexiones con centros de poder ajenos. En dicho esquema, a través del intercambio de las múltiples ventajas comparativas que ofrece la región, la relación de dependencia se fortalece y se enraíza en el sistema global del centro y periferia.
América Latina, concepto propuesto por Michel Chevalier en 1836, el cual delimita a la región priorizando sus aspectos históricos y culturales comunes más que por su rentabilidad económica [1], estuvo centralizada bajo la órbita del Imperio, luego, ya en la época republicana del continente, entraron en disputa dos modelos de integración entre las nuevas repúblicas:
Por un lado, el modelo bolivariano de integración, con su proyecto de la Confederación suramericana basada en una Liga Perpetua de excolonias españolas de la Anfictionía, institucionalizado con la celebración del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, con el fin de consolidar la soberanía de los Estados recién independizados en la región.
Por el otro lado, está el modelo que finalmente se impuso, el panamericanismo, cuya raíz se encuentra en el Discurso dirigido al Congreso del Presidente James Monroe de 1823 y materializado, luego de un largo proceso de balcanización de la región, con la convocatoria de la I Conferencia Panamericana realizada en 1889 en Washington.
Panamericanismo: Caja de resonancia del imperialismo norteamericano
Veamos primero el panamericanismo cuya elaboración conceptual fue impulsado por el Secretario de Estado para ese entonces, James G. Blaine y consistía en una reedición del Zollverein (Unión Aduanera) formulada por el Canciller alemán Otto Van Bismarck, a través del cual logra integrar al imperio alemán en 1871.
La base del panamericanismo es generar un sistema donde los flujos económicos y comerciales de la región estuvieran centralizados por EEUU, que para ese entonces estaba ansioso por encontrar su nicho en el orden mundial eurocentrado para esa época.
Para cumplir ese objetivo, como resultado de la I Conferencia se crea la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas, aprobada el 14 de abril de 1890 con sede en Washington.
Haciendo una conclusión general del siglo XX del balance de poder en la región, se puede decir que la hegemonía del panamericanismo fue total y las iniciativas bolivarianas o latinoamericanistas fueron ahogadas bien sea a fuerza de la ‘mano invisible’ del mercado o la ‘mano visible’ de las intervenciones y dictaduras militares.
Así, este modelo de dominación se fue perfeccionando y fue capaz de mantener a la región de América Latina y el Caribe desconectada entre sí, pero integrada a la órbita de influencia de los EEUU, centralizada a partir de 1948 en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Luego de un largo proceso de maduración de este sistema multilateral, ahora llamado sistema interamericano, comienza trascender el ámbito económico y abarca dos esferas a resaltar en este análisis:
Militar: La fundación del Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (1946) y la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) ) (1947) tuvieron como objetivo homologar la doctrina de seguridad nacional de los países de la región y así poder por un lado bloquear los movimientos de izquierda en América Latina, promover la lucha contrainsurgente en contra del comunismo y por otro lado permite la creación de una coalición de ejércitos en caso de una amenaza extracontinental 1 .
Jurídico: Desde la firma de la Carta de la Organización de los Estados Americanos pasando por la celebración de la Conferencia Especializada Interamericana de Derechos Humanos (1969) donde se firma el llamado Pacto de San José de Costa Rica, se delimita un marco jurídico regional, administrado actualmente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) donde se imponen las concepciones liberales de la democracia.
Así, EEUU logra imponerse como rector de la política regional latinoamericana por los últimos 129 años usándola como laboratorio de políticas neoliberales primero bajo la doctrina del shock dirigidas por dictaduras militares como en Chile (1972-1990) o Argentina (1976-1981) y luego bajo los llamados Tratados de Libre Comercio (TLC) originado en el seno del sistema interamericano en el marco de la I Cumbre de las Américas realizada en Miami en 1994 y ahora se expresa en la conformación del bloque de la Alianza del Pacífico (2012).
Flujo y reflujo del “Ciclo Progresista”
Parecía el fin de la historia para la autodeterminación y soberanía de los países de América Latina y el Caribe, el Monroísmo se sobreponía al Bolivarianismo. Sin embargo a principios del siglo XXI surge el fenómeno conocido como el “ciclo progresista”.
Hay autores que identifican esta etapa de la historia latinoamericana (1999-2013) como la cuarta ola del populismo [2], donde alrededor de 12 gobiernos de naciones latinoamericanas plantean en una reforma o quiebre total con el Consenso de Washington y aplican medidas opuestas a las conocidas como primera generación de reformas, es decir las recetas del FMI y el BM para privatizar y liberalizar las economías e industrias de la región y así consolidar su rol de economía periférica en el sistema internacional.
Por lo tanto la (re)nacionalización y expropiación de empresas e industrias, aumento del gasto público para el desarrollo social, mayor control en el sector financiero [3] fueron algunas de las medidas aplicadas por estos gobiernos y su sinergia contribuyó a formar un nuevo modelo multilateral bolivariano materializado en la Alianza Bolivariana de las Américas (2004), PetroCaribe (2005), Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) (2008) y Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) (2010).
La sintomatología del “Suramexit”
Todo este entramado de organismos multilaterales que hacen de contrapeso geopolítico a la influencia de los EEUU administrada como ya lo dijimos por el sistema interamericano, sin embargo, por diversas razones tanto internas como externas, la mayoría de los gobiernos del “ciclo progresista” han sido removidos por diversos formatos bien sea por la vía democrática o desde los mecanismos de “golpes blandos”.
Este fenómeno, comenzó a identificarse como el “Suramexit” [4], nombre que sintetiza muy bien el proceso de desintegración y que paralelamente produce una re-centralización de las relaciones suramericanas al unilateralismo de los EEUU.
Por ejemplo, en UNASUR, en abril de 2018 seis Estados miembro [5] suspendieron su membresía por tiempo indefinido a causa de no lograr el consenso en la elección del Secretario General.
Ecuador por su lado, siendo uno de los países de más peso en el esquema de la ALBA-TCP, en agosto de este año suspendió su participación debido al viraje de Lenin Moreno hacia la órbita de la Alianza del Pacífico.
La CELAC, a pesar de que no ha sufrido los mismos procesos de desintegración debido a los esfuerzos de generación de consensos de El Salvador y el núcleo de los países de la ALBA-TCP, no se ha salvado del estancamiento y la inercia debido a la atmósfera de polarización regional.
Otro de los síntomas del Suramexit es el Grupo de Lima, quienes ahora fortalecidos con las posiciones radicales del gobierno de Iván Duque y Jair Bolsonaro alineadas totalmente a EEUU, han promovido una política injerencista [6] dirigida hacia Venezuela a través del desconocimiento de su gobierno constitucional precedido por Nicolás Maduro quien el próximo 10 de enero asume el periodo presidencial 2019-2025.
La historia viva de América Latina nos permite ignorar los discursos cosméticos sobre los Derechos Humanos, la lucha contra la corrupción y la democracia de la OEA y descubrir sus orígenes y verdaderas intenciones.
No estamos frente a otro “fin de la historia”. Las ondas centrífugas y centrípetas en el espacio multilateral son una constante en la región y es necesario un sistema multilateral que permita ejercer la autodeterminación y soberanía en el marco de unas relaciones recíprocas y complementarias que permita a la Patria Grande salirse de los esquemas de dependencia y subordinación.
Referencias:
Bermudez T. César A, Proyectos de integración en América Latina durante el Siglo XX. Una Mirada a la integración regional en el Siglo XXI. Revista Investigación & Desarrollo, Vol 19, No 1. Junio Del 2011 http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/investigacion/article/viewArticle/2869/4604#4
Dong Jingsheng, Populismo en América Latina: un debate entre la teoría y la práctica http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20180907030157/Antologia_China.pd
Su Zhenxing, La necesaria y urgente reestructuración sectorial
en América Latina y el Caribe http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20180907030157/Antologia_China.pdf )
Herrera Juan C. Por qué América Latina tiene que superar la crisis del ‘suraméxit’ 23 de agosto de 2018 https://www.nytimes.com/es/2018/08/23/por-que-america-latina-tiene-que-superar-la-crisis-del-suramexit/
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú suspenden participación en bloque Unasur https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAKBN1HR2J3-OUSLT
Declaración del Grupo de Lima 4 de enero 2019 https://www.gob.pe/institucion/rree/noticias/24270-declaracion-del-grupo-de-lima
Nota:
1 El beneficio unilateral de este sistema se evidencia en el Conflicto de las Malvinas de 1982 donde el Reino Unido ataca a Argentina sin que el TIAR sea activado, en cambio sí existen casos en que unidades de ejércitos suramericanos participan conflictos de EEUU como en Irak o Afganistán.
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