miércoles, 20 de febrero de 2019

La soberanía de América Latina otra vez en peligro


Por Marco A. Gandásegui h. *

¿Qué tienen en común Dwight Eisenhower, Lyndon Johnson y Richard Nixon? Los tres siendo presidentes de EEUU organizaron campañas para derrocar gobiernos democráticamente elegidos en países latinoamericanos. En el caso de Eisenhower, organizó la invasión contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954. Johnson envió tropas a República Dominicana para derrocar a Juan Bosch en 1965. Nixon y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, intervinieron en Chile en 1973 para poner fin al gobierno de la Unidad Popular y asesinar a Salvador Allende.
Son tres ejemplos de una larga lista de invasiones e intervenciones por parte de EEUU para interrumpir procesos políticos democráticos en la región latinoamericana. Hay que agregar a la lista a los demás países – con unas pocas excepciones – que han sufrido invasiones, golpes o intervenciones a lo largo de más de un siglo. En el siglo XXI se pueden agregar los golpes ‘parlamentarios’ contra presidentes electos democráticamente en Paraguay y Brasil, así como el caso de Honduras.

En la actualidad, Washington tiene tropas en la frontera de Colombia con Venezuela mientras trata de estrangular económicamente al gobierno del presidente Nicolás Maduro, electo democráticamente en 2018. Además del bloqueo, EEUU ha reclutado una docena de países latinoamericanos y otros 4 gobiernos de Europa occidental en una ofensiva diplomática contra el gobierno bolivariano. Las tropas en la frontera colombo-venezolana responden a las amenazas del presidente Donald Trump de mantener sobre la mesa la opción militar de una invasión.

Sería la primera vez en la historia de las relaciones entre EEUU y América latina que Washington lanza una invasión terrestre utilizando un país latinoamericano. La modalidad siempre ha sido marítima o aérea. EEUU siempre ha utilizado – previo a sus invasiones o golpes de Estado – un sofisticado operativo de propaganda a escala mundial para legitimar sus acciones. En la mayoría de los casos sólo han servido para dar el golpe inicial y después se desmoronan. En Guatemala Arbenz fue descrito por Eisenhower como un dictador sanguinario que seguía órdenes del comunismo soviético. En realidad, Arbenz era un abogado de la burguesía nacional quien quería que la United Fruit (bananera) pagara sus impuestos. En Dominicana, Juan Bosch era un intelectual nacionalista que llegó al poder después de la larga dictadura de Trujillo apadrinada por EEUU. Bosch prometía una reforma agraria que afectaría a los grandes cañaverales propiedad de los monopolios norteamericanos. Salvador Allende, a su vez, era un socialista que creía en la democracia y en la posibilidad de poner al servicio del desarrollo de Chile las enormes riquezas minerales (cobre). El error lo pagó con su vida y Chile fue sometido a la barbarie más espantosa durante 20 años de dictadura militar.

En Venezuela, Nicolás Maduro es sometido a una campaña de propaganda feroz a escala internacional que impregna todos los medios de comunicación masivos y las redes sociales. Según la máquina de propaganda de Washington, que reproduce los ‘fake-news’ diarios en EEUU, América latina y el mundo entero, Maduro es un dictador, sanguinario, que hace pasar hambre al pueblo y tiene las cárceles llenas de prisioneros políticos. En realidad, Maduro fue elegido presidente, no reprime a sus adversarios políticos ni tiene prisioneros políticos, tampoco hace pasar hambre a los venezolanos. Al contrario, la oposición política se reúne en la Asamblea Nacional y moviliza a los sectores opuestos al gobierno bolivariano en las calles. Incluso, permite que un diputado de la Asamblea se auto-proclame presidente ‘interino’ con el apoyo de EEUU.

Hace 17 años el entonces presidente de EEUU, George W. Bush, avaló un golpe de Estado contra el presidente Chávez que fracasó. Desde entonces, hasta la fecha ha gastado ingentes recursos en poner fin al gobierno bolivariano. Trump y sus asesores han puesto en marcha un operativo ideado por el ‘establishment’ norteamericano hace un par de décadas: la guerra humanitaria. Aunque suene contradictorio, la idea es hacer la guerra con un manto humanitario. El primer paso consistió en bloquear económicamente a Venezuela creando caos en el mercado nacional. Segundo, promover una campaña de ‘fake-news’ que creara un país no existente. Tercero, ante el caos económico creado y la propaganda, levantar una supuesta crisis humanitaria.

La respuesta sería enviar ‘asistencia’ humanitaria a Venezuela disimulando la presencia de tropas norteamericanas y mercenarios de toda clase. Trump se agregaría a la nefasta lista de presidentes norteamericanos que han violado una y otra vez la soberanía de toda América latina.

* Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.

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