sábado, 23 de febrero de 2019
Las pantomimas jurídicas de un régimen legal
En los semáforos de Tegucigalpa y San Pedro Sula encontramos con frecuencia niños y jóvenes haciendo malabares con todo tipo de objetos, inclusive con fuego, para obtener unos centavos de conductores y transeúntes que observan sus presentaciones.
A veces esas pantomimas son aprovechadas por expertos ladrones o sicarios para atacar a sus víctimas indefensas cuando esperan el cambio de luz en los semáforos.
En apariencia las muzarañas en público son comprendidas como formas, a veces creativas, a veces chuscas, para ganarse la vida. Pero generalmente sabemos que las distracciones teatrales esconden propósitos distractores, fines peligrosos.
Es exactamente esto mismo que hacen los amigos de Gracias y Lepaera, Lempira, que controlan junto al fiscal Chinchilla de Copán, todo el poder judicial, como una mara de guasones que entretiene al público mientras operan los ladrones.
El público menos alfabetizado de Honduras sabe exactamente por qué los Cachiros en Colón, los Pinto en el sur, los Cálix Hernández en Lempira, los Valles en Copán, los Winters en Gracias a Dios, etcétera, etcétera, no tenían siquiera denuncias en los tribunales hondureños por sus actividades criminales. Sin embargo, poseían enormes expedientes delictivos en Estados Unidos.
Las Fuerzas Armadas y la Policía Militar, que según sus propios desertores, han custodiado los cargamentos de drogas y han dado protección física a los líderes de los carteles del crimen organizado que hoy están en cárceles federales o en lista de espera para ser extraditados, no tienen tampoco expedientes abiertos por narcotráfico en Honduras. El Ministerio Público no sabe nada.
Sin embargo, tienen bajo persecución y amenaza a todo miembro uniformado o en situación de teriro que no acepte el pacto de impunidad de los Reyes, los Zelaya, los Hernández y de esa cúpula de pastores evangélicos que controla el Obelisco.
Los casos investigados y abiertos en las cortes nacionales por delitos de corrupción y lavado de activos del crimen organizado han sido posibles por acciones externas, del CNA y de la MACCIH, pero sin la voluntad obviamente de los sicarios que controlan la Corte Suprema.
Entonces, vean ustedes la enorme pantomima que hace ese poder controlado por el Cartel del Occidente contra las personas luchadoras sociales, defensoras de derechos humanos ambientales y líderes autóctonos. Totalmente diligentes contra las víctimas.
Existen más de 700 personas criminalizadas en toda Honduras después del descomunal fraude electoral de noviembre 2017, por integrar protestas contra la imposición de los bastardos a nivel nacional; más de 50 personas torturadas físicamente por los pichinguitos de plomo y más de 20 prisioneros políticos en cárceles de chafas mal llamados pozos clandestinos de máxima inseguridad, están ahí por defender la insurrección como derecho constitucional.
Los malabaristas del Ministerio Público, la Policía y los juzgados, llamados operadores de justicia, ciertamente trabajan como una organización ilícita utilizando las flamas de gas incandescente para simular una falsa legalidad, para dramatizar el funcionamiento diligente del estado de derecho. Farsantes, sólo representan el poderío armado de un grupo corrupto, perverso y criminal.
En sus garras está un grupo de 18 defensores y defensoras de la montaña de Guapinol, en el municipio de Tocoa, Colón, quienes enfrentan juicio ante un Tribunal Nacional, esa especie de inquisición sin rostro, sin control ni supervisión de nadie, ese kukuxclan local que opera en batallones militares.
Es decir, mientras los criminales usan el poder judicial para lavar sus fortunas y blanquear sus operaciones clandestinas, estos seres humanos extraordinarios defensores de la vida, de la Madre Naturaleza, enfrentan un poder judicial perverso que no mira la paja en sus propios ojos.
Es la misma situación que enfrentan el próximo lunes Edwin y Raúl en la sala 2 de los Juzgados de Sentencia en la Corte Suprema de Justicia aquí en Tegucigalpa. Ambos jóvenes estarán frente a un juez sin rostro, mientras el líder de la manada de ladrones de Pandora, cabecilla de la Red y del Planeta Verde que mató a Berta Cáceres, andará por ahí diciendo discursos bajo la protección de las Naciones Unidas y de la Unión Europea.
Este es el contraste que nos produce indignación esta noche, la brutal desigualdad jurídica que produce rechazo a estos dos organismos constructores profesionales de la normalidad en medio de los conflictos, dos peones de la política de Washington que son malabaristas también, que utilizaron sus guardias de seguridad para apagar los gritos de Olivia Zúniga cuando ella reclamó al impostor por el crimen de su madre.
¡Qué ironías de la vida!, en ese mismo hotel donde habría sido planificado el crimen contra Berta Cáceres se hacía un evento contra los femicidios, en el mismo hotel de los cristales oscuros donde un grupo de infiltrados encendió hogueras en enero del año pasado, ahí mismo donde acusaron a Edwin Espinal de incendiario, allí llegó Olivia a levantar el fuego de la palabra. Llegó a gritarle fuera JOH al impostor invitado especial de la ONU y de la Unión Europea.
Horas más tarde, estos organismos no tuvieron vergüenza de avergonzarse por lo sucedido. Se vieron obligados a disculparse con el líder del fraude y admitieron en público que usaron la fuerza de sus gorilas para expulsar del hotel a la diputada, que ponía en riesgo la neutralidad del protocolo diplomático…
Esos malabarismos de un régimen ilegítimo y estas falsas diplomacias de sus avales internacionales, no podemos tolerarlas. No esta noche ni en los días venideros.
Hasta la próxima!
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