martes, 17 de diciembre de 2013

La DEA repta en busca de la presa


Rebelión

Por Jorge Luis Ubertalli

Hace tiempo advertimos sobre la función de la Drug Enforcement Administration (DEA) como elemento desestabilizador de gobiernos contrarios al imperialismo norteamericano que, con la anuencia o el desconocimiento del Presidente de los EE.UU. actúa desde las sombras, o no tanto, para extorsionar y/o derrocar a todos aquellos gobernantes que no son afines a sus políticas de rapiña y saqueo. Destacamos hace poco tiempo el caso de México (ver “Otra Siria en Nuestra América”, www.rebelion,org, del 22 de septiembre del 2013) en donde los tristemente célebres “Zetas”, conformados por ex oficiales y agentes de las Fuerzas Especiales de Operaciones de México y Guatemala, vinculados a los cárteles de narcotraficantes y ellos mismos operando en ese ramo, se dieron a provocar un vacío de poder en el país azteca a través de asesinatos en masa que, entre otras cosas, estuvo y está dirigido contra aquellos centroamericanos o sudamericanos pobres como ratones que se desplazan en el “tren de la muerte”, o “La Bestia”, en su periplo hacia la meca de Estados Unidos. ¿Qué pueden “los Zetas”, como se dice, quitar a esos indocumentados a través de robos o extorsiones? ¿Es realmente esta la razón por la cual los forajidos narcos victimizan a cientos y miles de estos indocumentados, o en realidad los matan para que no osen dirigirse hacia EE.UU., siguiendo las consignas que los nazis hacedores del Documento de Santa Fé IV del año 2000 emiten en el rubro “Demografía”? En pocos palabras, ¿son los Zetas una organización delictiva independiente o punta de lanza de la DEA y sus pares en la región? Ya advertimos en la nota citada más arriba que el “capo” de los Zetas en México, Treviño, ahora apresado en el país azteca, era informante de la DEA; y que al igual que Henry Cuellar, congresista de EE.UU. que encabeza el lobbie de la privatización de PEMEX -hoy ya aprobada por los tribunos entreguistas mexicanos- y el Programa GunnRunner, ideado por los servicios de EE.UU. para introducir armas a México ilegalmente, tuvieron a la ciudad texana de Laredo como su cuna, mecida por la mano del mafioso establishment yanqui.
Advertimos también, como lo hicieron muchos, que las fuerzas represivas del continente, asociadas con la “delincuencia organizada”, o formando parte DEA ella se hallan encargadas de subvertir el orden constitucional de los países a ser neocolonizados por los yanquis, países que se resisten a la hegemonía de la bestia norteña y que consolidan la unidad de todas las naciones al sur del Rio Bravo a través del ALBA, la UNASUR y la CELAC, como organizaciones fundamentales. Ahora le toca el turno a Argentina, país con proyección hacia el Cabo de Hornos, paso interoceánico obligado de superpetroleros y portaaviones tipo Nimitz, que los yanquis envían desde Miami, base del Comando Sur y la IV Flota, a bloquear el Pacífico, del cual se han sentido siempre dueños. El gobierno de Argentina, sumado al que vendrá en Chile, no es del total agrado ni confianza de los gringos. Caída en la segunda vuelta eleccionaria su pieza chilena en la Alianza Pacífico, Sebastián Piñera, representante de la derecha probritánica y proyanqui, el imperialismo intentará cobrarse la pérdida liquidando al gobierno de Cristina Fernández, a través de la “ingobernabilidad” producida por “el caos”. Y los narco-DEA son piezas fundamentales, sino las elegidas, para llevar a cabo esta conspiración. Impregnando las fuerzas represivas, penetrándolas como han hecho en países como Bolivia, antes de la llegada de Evo, las hacen jugar en el tablero de la crisis en comunión con lúmpenes de toda laya y de la prensa adicta al golpe, que habla del “narcotráfico” como si viniese del cielo, y no el gran país del Norte. Ese en donde se engendró la DEA en 1973, con Richard Nixon como presidente y Meyer Lansky, el hampón que debió huir de Cuba luego de que Fidel y sus barbudos tomaran el poder, zar de la droga y el juego en la isla caribeña, como principal asesor y letrado de la flamante institución.

No será con la policía u otras fuerzas de seguridad, ni con los militares, volcados nuevamente a la represión interna con la excusa el combate al “narcotráfico”, ni con ninguna otra fuerza del Estado burgués, que el gobierno de Cristina Fernández podrá vencer a los narcos y a sus titiriteros institucionales.

Para terminar con este azote, creado en su momento para desviar a jóvenes y campesinos de la política en el marco de la “guerra contrainsurgente”, el gobierno deberá ponerse los pantalones largos, o sea:

1) Investigar, probar y denunciar la acción de la DEA y sus satélites en lo que hace al “fenómeno” del narcotráfico en el país y su corolario de sublevaciones policiales, saqueos y otros globos de ensayo, preparados hasta hoy para medir fuerzas y dar en su momento el “golpe final” contra la legalidad constitucional, hoy encarnada en el gobierno actual.

2) Expulsar a la DEA y otros organismos similares del país, tal como en su momento lo hizo el actual presidente de Bolivia, compañero Evo Morales Ayma, el ex Presidente bolivariano Hugo Chávez Frias, y harán otros gobernantes de Nuestra América en el futuro si no quieren ser desplazados por los satélites del imperialismo.

3) Organizar a las masas en Comités Barriales, que controlen desde el pequeño dealer hasta los grandes aprovisionadores de narcóticos- incluídos, claro está, los grandes empresarios y multinacionales- veneno de jóvenes como el paco, la cocaína, la morfina, etc., y delegarles el poder para actuar en consecuencia.

4) Formar equipos de investigación, relevamiento y señalamiento de los conspiradores, en el marco de la formación de cuadros aptos para organizar el Poder Popular y la profundización cada vez mayor de la actual gestión hacia un horizonte de liberación nacional y social.

Solo el pueblo organizado y empoderado podrá evitar la nueva oleada de golpes duros o blandos contra este y otros gobiernos, ahora orquestados a través de los que han sido creados para “combatir al narcotráfico” y al “delito organizado”.

Ya sabemos la función que en la sociedad capitalista cumplen las fuerzas represivas, no nos olvidamos del tratamiento que merecen. Pero hay que eliminar primero al Gran Hermano hacedor de calamidades, para luego ordenar el funcionamiento institucional y social local. El capitalismo imperialista y sus organizaciones, como la DEA, son la producción y el narcotráfico, en su fase “superior”, decadente y genocida. La transición hacia el socialismo no es una utopía, sino una necesidad.

Si no queremos sucumbir y recrear pasados pisados por la historia, pero vívidos en las sombras, debemos poner manos a la obra. Y le cabe al gobierno constitucional, sin miedos ni compromisos, hablar con claridad y actuar con la consecuente energía para con los conspiradores y golpistas.

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