lunes, 23 de diciembre de 2013

“No van a poder cortarnos las alas”



Desde hace más de 30 años, un grupo de defensores y defensoras de los derechos humanos de Honduras son un rayo de esperanza para las personas cuyos derechos se han violado.
Ebed Yánez, de 15 años, salió la noche del 26 de mayo de 2012 de su casa de Tegucigalpa sin que lo supieran sus padres. Condujo sin licencia la motocicleta de su padre para reunirse con una chica. Pero salir de noche en la capital hondureña es peligroso. Ebed jamás volvió a casa.
Al día siguiente, sus preocupados padres lo buscaron por todas partes, hasta que encontraron su cadáver en la morgue. Le habían disparado.
Wilfredo Yánez, el padre de Ebed, quiso que se hiciera justicia a su hijo. Siguió pistas y reunió datos, corriendo un gran peligro. Unos días después, descubrió que unos soldados habían disparado a Ebed después de que éste no se detuviera en un control del ejército.
Wilfredo se quejó al fiscal, aunque no tenía muchas esperanzas de que le ayudaran. Tras el golpe de Estado militar de 2009, las instituciones estatales hondureñas se debilitaron. Y la situación de los derechos humanos, que ya era preocupante, empeoró.
Según las estadísticas de la ONU, Honduras tiene la peor tasa de asesinatos del mundo, y sólo se investiga el 20 por ciento de los casos penales. Es uno de los países más pobres de América, donde el 60 por ciento de la población vive en la pobreza.
La policía tiene fama de corrupta y a menudo tiene vínculos con la delincuencia organizada. A medida que los carteles del narcotráfico amplían su alcance, las autoridades han ido respondiendo sacando más soldados a las calles.
Así pues, al igual que la mayoría de las víctimas de violaciones de derechos humanos en Honduras, Wilfredo pidió ayuda al Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).

Acostumbrados al peligro
Defender los derechos humanos en Honduras es peligroso. Periodistas, abogados, sindicalistas, y líderes indígenas y campesinos han sido asesinados por su labor de defensa de estos derechos.
Los activistas del COFADEH han recibido mensajes de texto en los que se les ha amenazado con la violencia sexual y con agresiones físicas. Sus oficinas han sido asaltadas muchas veces. Pero nada de esto les ha impedido promover y defender los derechos humanos en Honduras desde hace más de 30 años.
La organización fue fundada en 1982 por familiares de activistas políticos, estudiantes y líderes sindicales a quienes las fuerzas de seguridad habían hecho desaparecer durante el régimen militar anterior.
Desde entonces, sigue recabando testimonios de víctimas, protegiendo a personas en situación de riesgo y apoyando a quienes, como Wilfredo, buscan justicia.

Tiroteado en un viaje de pesca
Visitar la oficina del COFADEH en el centro de Tegucigalpa es una experiencia memorable. La gente espera pacientemente a contar sus historias a sus abogados, confiando en que éstos puedan ayudarles. Muchos han hecho un largo viaje para llegar hasta aquí.
Muchas de las víctimas de abusos contra los derechos humanos con las que hablamos dijeron que no habían denunciado los crímenes a las autoridades porque no confían en ellas y tienen miedo. Prefieren hacer la denuncia al COFADEH, que luego la traslada a los fiscales.
En la última visita que hizo Amnistía a la organización, en mayo de 2013, conocimos al joven Wilmer Sabillón. Unas semanas antes un oficial de la Marina le había disparado durante un viaje de pesca. Wilmer no recibió atención médica adecuada y sigue recuperándose.
Wilmer se sentía muy aliviado tras haber encontrado al COFADEH. En unas horas, el Comité había hecho que un médico forense lo examinara. Además, presentó una queja ante el fiscal de Derechos Humanos de Honduras y consiguió que el caso avanzara en el sistema judicial.
Un representante del COFADEH acompaño todo el día a Wilmer y su familia. Y en agosto, un oficial de la Marina fue acusado formalmente del intento de asesinato de Wilmer.

Mantener viva la memoria
Wilmer es sólo una de las muchas personas a las que ha representado el COFADEH. El Comité se ha convertido en la voz de las víctimas y en el lugar a donde acuden quienes quieren justicia.
Para sus activistas también es fundamental transmitir la memoria histórica. No quieren que se olvide la responsabilidad del Estado de alrededor de 200 desapariciones ocurridas en la década de 1980.
Honduras tiene una población muy joven y muchos corren el riesgo de acabar dentro de una banda. Bajo las alas de COFADEH, ha crecido una red nacional de activistas jóvenes.
En talleres y seminarios, defensores veteranos de los derechos humanos enseñan ahora a los jóvenes a reconocer y documentar las violaciones. Les animan a participar en sus comunidades locales y a promover valores como la igualdad y la solidaridad.
Bertha Oliva, cofundadora del COFADEH y coordinadora general, nos dijo que los jóvenes son la fuerza de la organización.

Esperanza y apoyo internacional
La solidaridad internacional es igual de importante. En la sala principal de las oficinas del COFADEH hay una pancarta roja que lleva cosidas unas palomas, el logo de la organización (véase supra). Es un regalo de los miembros de Amnistía en el Reino Unido para celebrar el 30 aniversario del Comité el año pasado.
“Aún están las palomas colgadas, la gente se estaciona ahí y se emociona —nos dijo Bertha—. Yo creo que ahorita más que nunca es necesario tener una campaña de solidaridad activa, con demandas al Estado de Honduras para que se respete el trabajo de los defensores. Aunque nos quieran cortar las alas, no van a poder.”
El COFADEH sigue apoyando la lucha de Wilfredo para que se le haga justicia a Ebed. Actualmente hay un soldado detenido por cargos penales.
Ahora que Honduras acaba de elegir en noviembre a un nuevo presidente, la importancia de la labor del COFADEH por los derechos humanos —y los riesgos que afronta— será cada vez mayor. Escribe una carta de apoyo; tus palabras pueden contribuir a respaldar y proteger a sus miembros.

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