jueves, 19 de diciembre de 2013

De la casa a la lucha en las calles



Por Rebeca Becerra

Gertrudis Lanza Gonzales, un ama de casa sumamente responsable, abandonó inesperadamente aquella noble conducta para tomar conciencia de una nueva experiencia que la vida social le impuso, debido al desaparecimiento de su hijo José Eduardo. Poco a poco fue cambiando su comportamiento a medida que fue adquiriendo y amoldándose a la solución de problemas que se presentaron en la tarea de investigación para dar con el paradero de su hijo.

Un día se plantó frente a su esposo y le dijo: “Quiero que me digás qué papel voy a desempeñar para encontrar a mi hijo”, así fue como aquella mujer dedicada a su familia y a los quehaceres de la casa se convirtió en una luchadora en la defensa de los derechos humanos y la denuncia sin miedo de los violadores y criminales de estos derechos. Organizó la casa y repartió las tareas principalmente entre las hijas mujeres e hijos, y se lanzó al territorio nacional a buscar a su hijo desaparecido el 1 de agosto de 1982.

Aprendió con facilidad a dirigirse al pueblo, a través de la radio, con precisión y claridad; se acostumbró a mantenerse al corriente de los noticieros nacionales y las principales noticias políticas; clarificó en su mente la existencia de un mundo de injusticia y de otro mundo más humano; le dio a su rutinaria vida un objetivo valioso por el cual luchar; sin tener la mayor educación, solamente pudo obtener el tercer grado de primaria, exteriorizaba opiniones políticas que sirvieron para mantener una continua divulgación del caso de Eduardo.

Al mismo tiempo que crecía políticamente, le solicitó a su esposo, enseñarle a manejar un arma, a identificar y perseguir un agente de la antigua Dirección Nacional de Investigaciones-DNI; le pidió que le enseñara a autoprotegerse en las calles. Hacía a nuestro padre preguntas: ¿De qué lado está la justicia?, ¿tendré la suficiente fuerza para luchar?, ¿la lucha guerrillera es justa como nuestra lucha?, ¿a Eduardo lo desaparecieron porque luchaba por la justicia de los pueblos?, ¿vamos a morir en esta lucha por buscar a nuestro hijo?

Cambió mucho, sintió odio y expresó venganza por el desaparecimiento de Eduardo, llamó cobarde a nuestro padre porque lo realizado no daba resultados; sin embargo mi padre como estratega pero también como padre adolorido tenía también la responsabilidad de cuidar de toda la familia, era el que respondía por nuestras vidas. Nuestra madre desesperada por encontrar vivo a Eduardo fue capaz de hacer cualquier cosa, a veces nos decía: ¿cuántos pronunciamientos más debo de leer para salvar la vida de Eduardo?, la desesperación y la impotencia fueron terribles, pero al pasar el tiempo y gracias a su inteligencia comprendió que la estrategia era necesaria no solo para luchar sino para sobrevivir. 

Gertrudis fue portadora de una gran fuerza espiritual, pues fue criada en un catolicismo estricto, sus creencias, el rezar a diario le ayudó en esta lucha, el brazo espiritual fue prácticamente algo de lo que se sujetó fuertemente y le brindó hasta el final de su vida refugio.

Muestra madre entendió que no debía en ningún momento de silenciar la lucha, el silencio es el peor enemigo, es uno de los objetivos que buscan los asesinos del pueblo, el silencio es la muerte; entendió que era necesario romper ese silencio donde querían enterrar a los familiares de las y los desaparecidos y asesinados. La mejor lucha que Gertrudis emprendió durante la década del ochenta fue la protesta y la denuncia nacional e internacional y no la venganza particular contra los gusanos que terminaron con la vida de nuestro hermano.

Los ojos de Gertrudis Lanza fueron testigos de una salvaje matanza a lo largo del territorio nacional. Visitó cuarteles, morgues, hospitales, presidios, cementerios, iglesias, juzgados, la Corte Suprema de Justicia, el Palacio Legislativo, la Casa Presidencial, cañaverales, caminos, ríos, etc., etc., etc., donde aparecía un cadáver ahí estaba ella reconociéndolo, no importó jamás la distancia, el hambre, el terror a ser asesina y el dolor de dejar a sus demás hijas e hijos solos en casa.

Fue una de las madres fundadoras del COFADEH, todas y todos los familiares que dieron origen a esta organización se habían movilizado de forma personal y aisladamente para lograr la libertad de sus familiares desaparecidos. Es en estos orígenes cuando se le da forma y vida a esta organización con sus tres objetivos:
1) Encontrar a los detenidos desaparecidos, 
2) Alcanzar su libertad, 
3) Demandar justicia
Y su eslogan: Por la Paz y la Unidad Familiar, Hasta Encontrarlos. Por primera vez se organizaba un frente desde el cual luchar de manera organizada y unida.

Gertrudis Lanza jamás aceptó la presidencia del COFADEH porque prefirió continuar su propia lucha en las calles, la lucha de denuncia constante, de demandar a los involucrados en la desaparición de Eduardo, de identificar cementerios clandestinos, de identificar cadáveres y dejar testimonio a través de un proyecto: un escrito testimonial que dio como resultado el libro Cuando las tarántulas atacan escrito por Longino Vidal Becerra.

Cuando se dio el golpe de Estado en 2009, ella no dudó en salir a las calles, se animaron sus ojos y se le llenaron de lágrimas, sin embargo su enfermedad ya no le permitía caminar como lo hizo durante diez años, ya no podía escapar de las bombas lacrimógenas y de la represión. Le pedimos que no lo hiciera, tal vez nos equivocamos, sin embargo lo hicimos para proteger su salud. Ahora entiendo que quería morir luchando y no postrada en una cama. Tal vez nos equivocamos…

Gertrudis Lanza fue la voz de muchas madres porque ella en su lucha se solidarizó con el dolor y humildad de ellas, las aconsejaba, les animaba a no retirarse de la lucha y siempre que tenía un micrófono enfrente o la oportunidad de denunciar nacional e internacionalmente también denunció la desaparición no solamente de Eduardo sino de otros/as estudiantes, campesinos, sindicalistas, profesores… Gertrudis Lanza fue la que le dio voz a la lucha de las madres de las y los desaparecidos en la década de los ochenta en Honduras, de eso no hay ninguna duda.

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