sábado, 21 de diciembre de 2013

¿El voto soberano dejó de existir?



Por Galel Cárdenas

En el año 2009, y en el mes de noviembre, el Partido Nacional, la Unión Democrática, el Pinu y la Democracia Cristiana, fueron a elecciones generales —después del golpe de Estado del mismo  año—  en un acto de compadre hablado, mediante el  cual se repartieron el pastel de la integración del Congreso Nacional,  a través del rol  que jugó el Tribunal Supremo Electoral, cuando empezó su práctica de elegir al presidente del país, los diputados y los alcaldes de Honduras, desde las computadoras centrales de la institución.

Hacía tiempo cuando el país era menos poblado, los partidos tradicionales se enfrascaron en la tarea de realizar fraudes unos contra  otros,  así que dejaron de contar votos y pasaron a controlar las actas para manipularlas y trastocarlas de manera burda y torpe, ya que borraban con manchones de tinta los resultados y re  escribían —siempre usando lápices de tinta—  los números que finalmente otorgaban la victoria a los fraudulentos partidos que tenían en su poder el TSE.

Fue así como nació la frase popular “el acta mata al voto”.

Luego entonces para esta época contemporánea, ya los votos no eran importantes, pues las actas eran consideradas el documento fehaciente de la votación y no el voto soberano,  en donde quedaba  constancia del elector que había depositado  su voluntad política inscrita en una papeleta.

Con el paso del tiempo, y cuando la modernidad informática se constituyó en un instrumento de dominación en todos los países occidentales, se desarrollaron programas informáticos capaces de distribuir, redistribuir a capricho personal,  datos estadísticos aritméticos o no, relacionados con elecciones generales.

Toda esta tecnología siempre fue suministrada por el imperio a través de empresas subsidiarias del Departamento de Estado norteamericano, y los países que figuran en el área de su injerencia directa, con la complicidad de todo el staff  político, económico, militar y eclesiástico del país en donde se practicarán elecciones supremas.

Así que el fraude electoral planificado con una antelación de uno o dos años, fue blindando en todos los aspectos fundamentales la posibilidad de una reversión del timo planificado. Nada quedó en el aire, los detalles y sus todas sus formas tramposas de llevar a cabo la engañifa fueron elaborados paciente y minuciosamente.

Así que el 24 de noviembre se produjo el  más escandaloso ardid  electoral que se haya podido experimentar contra un pueblo crédulo, ingenuo y noble.

Así puestas las cosas, se llevó a cabo la movilización de unos tres millones de personas que fueron a depositar su voto en  las urnas correspondientes.

Así,  listo el fraude, a las cinco de la tarde se comenzó masivamente a enviar los datos electrónicamente hacia el centro computacional supuesto del TSE.

Los centros de cómputo oficiales y no oficiales que había montado el TSE comenzaron a desarrollar sus programas fraudulentos de transformación de las actas enviadas electrónicamente a lugares clandestinos informáticos, en donde se trastocaban los datos reales obtenidos y certificados en las actas físicas, para re enviarlas ya re elaboradas al sistema computacional oficial del organismo supremo electoral.

Así que surgía otra frase popular “si el acta mata al voto, la computadora mata al acta”.

De este modo fraudulento  informático,  el voto queda sometido a una praxis de invalidez, de desaparecimiento físico, ya que su emisión “papelógrafa” para inscribir la voluntad soberana es solamente un artificio perteneciente a una comedia trágica de burla al elector.

El voto ya no es necesario, la voluntad soberana ha sido eliminada, la opinión electoral no sirve para nada, ya que la invención informática es la que tiene validez en la computadora.

Los digitalizadores son los electores que sustituyen a los tres millones de votantes  que introdujeron en unas cajas de cartón de tres colores diferentes su decisión electoral.

Vivimos en materia electoral una ficción virtual manipulada por unos cuantos personajes oscuros encerrados con sus operadores informáticos en unas oficinas aisladas del acontecer real en todo el país, en donde un pueblo masivamente movilizado camina, corre, grita, pelea, se alegra, se entristece, suda, se reúne, alega, y en los centros de votación, personas reales con documentos en la mano, físicamente palpables, sigue unas leyes, desde la Constitución de la República hasta el último comunicado del TSE, y personifica un conteo solemne en el cual la  honradez y la perversidad se disputan la validez de los actos jurídicos.

Pero ahh… qué risa…sólo es una comedia que estamos viviendo…

Comedia que pronto se convertirá en la más absoluta y demoledora tragedia que traerá como consecuencias centenares de muertes en el país, cuando todos los protagonistas de la comedia deseen proseguir su espantosa y perversa  ficción, farsa, fingimiento, simulación dolorosa y cruel.

Desmontar la tragicómica artificialidad de las elecciones generales tipo JOH, será el reto mayor que deberá emprender la nación honrada, generosa y valiente denominada Honduras.

Las elecciones en Honduras constituyen una ficción que se inventan los miembros del TSE y los partidos tradicionales para definir quienes serán las autoridades políticas  del sistema republicano en Honduras.

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