lunes, 10 de febrero de 2020
El sufrimiento hondureño en México
El mundo entero debe entenderlo de una vez. El pueblo de Honduras está sufriendo una dictadura cínica y perversa, que vende un disfraz de democracia liberal con tres elecciones fraudulentas después del golpe militar, y con instituciones de fachada que aseguran la impunidad de narcos y corruptos. Y aseguran también el llanto de la población.
Esa horrible mascarada produce, después de 10 años continuos de resistencia social y política sin cambios, un ambiente de desesperanza en el porvenir y provoca desde 2019 un éxodo masivo de gente jamás visto en nuestra historia, ni siquiera comparable con el que sufren los países en guerra allá en el medio oriente.
El mundo entero debe entenderlo de una vez: No fue la siembra de minas antipersonales y de bases militares gringas en 1980, ni el huracán Mitch ni el golpe de Estado que provocaron semejante desparpajo humano como esta dictadura criminal que se roba la esperanza.
Primero se fueron los campesinos de oriente y occidente a partir de 1986 por las minas, después se fueron las mujeres y los profesionales en 1990 por la pobreza, luego los niños y niñas sin sus padres en 2016 y 2017 por la tragedia postgolpista, pero desde el 2018 hasta nuestros días se van las familias enteras, ahí van atravesando Guatemala y México hacia el hostil norte racista y fascista, se van por culpa de los narcos y corruptos violentos y criminales que roban su alegría.
En México, otrora colaborativo y humanista, han cambiado las cosas lamentablemente. El paso del río Suchiate hacia el territorio chiapaneco ha mostrado en las últimas semanas la horrible cara de la política xenofóbica de Estados Unidos, que tomó control del gobierno de Manuel López Obrador en el territorio sur de la frontera con Guatemala.
Con marines estadounidenses disfrazados de guardias nacionales ejerciendo la fuerza bruta contra la masa migrante y retenes militares en las carreteras de Chiapas, y además valiéndose de falsas ofertas de permisos de estancia y de empleo, México es el nuevo muro de las caravanas. Allá en Sonora, Chihuahua y Coahuila, en toda la extensa frontera con Estados Unidos, está el otro muro, el de acero y granito, el muro de Trump.
En este doloroso peregrinar internacional del pueblo de Honduras, perseguido y masacrado en su propio territorio y en busca de asilo lejos del Cartel de Lempira, hay un nuevo elemento abusivo. Las autoridades mexicanas bajo presión y chantaje de Washington impiden el contacto de las organizaciones solidarias con los migrantes; es decir, han recurrido a la figura del “secuestro legal” para facilitar la deportación masiva a Tegucigalpa y San Pedro Sula.
En las últimas dos semanas México ha deportado a más de 2.000 personas en aviones policiales, para no dejar duda que el imperio ve la migración como una amenaza de seguridad nacional y no como un derecho humano. Por eso ha comenzado ayer la segunda caravana de enero, de esos mismos deportados, que se sumarán a la anterior caravana que sigue y a la gran caravana salvadoreña a través de la ruta del diablo, como se conoce a la ruta del pacífico mexicano, a bordo de trenes fabricados para las mercancías y no para los humanos. A bordo de las bestias de acero.
Las siguientes son las palabras de Tania Rénum, de Amnistía Internacional-México: “Estamos hablando de unas señales que dan claros indicios de una política migratoria que irrespeta los derechos humanos y que, adicionalmente, confluye con la política xenófoba del presidente Trump”.
Eso es, exactamente. Y todo coincide: el Gobierno del señor ese afirmó ayer en la capital estadounidense que extenderá su política de “Permanecer en México” a los solicitantes de asilo de origen brasileño, que ahora deberán esperar en México la fecha prevista para sus audiencias de inmigración en tribunales estadounidenses.
La política de “Permanecer en México” se ha aplicado ya a 60.000 solicitantes de asilo, la mayoría hondureños que llegaron en las caravanas de 2019 y que han denunciado haber sido víctimas de violencia mientras permanecen errantes en la frontera.
La organización Médicos sin Fronteras ha documentado que el 80% de las personas que esperan en México la resolución de sus peticiones de asilo, han sufrido ataques de diversa naturaleza contra su integridad física y moral.
Esto es lo que sufre nuestro pueblo, expulsado por un régimen mentiroso que está apresurándose a desmontar todo mecanismo de juzgamiento internacional, con la complicidad de la OEA y la Casa Blanca, que envían esta semana a Ivanka la hija del magnate blanco y al mero títere de Luis Almagro, a chillar a Tegucigalpa. Ellos creen que nos hacen creer sus estupideces.
El propio fiscal Luis Javier Santos lo ha dicho bien claro: la nueva Unidad Fiscal Contra la Corrupción no va a investigar las redes criminales de corrupción, eso no es real; sin presupuesto, con esa nueva ley y sin salarios, luchamos contra la corriente. Y en la misma línea, el líder magisterial de 18 kilates, víctima de secuestro y tortura en octubre 2019 por su lucha popular, Jaime Rodríguez, ha dicho antes de salir de Honduras que «Lo que me pasó no viene de cualquier criminalidad organizada, viene de los únicos que tienen ese tipo de logística, estoy hablando del Estado de Honduras», que administra el cartel de Lempira.
Para qué más? Por qué se va nuestro pueblo? La otra pregunta es cuánto tiempo seguirá esta tragedia? Eso le vamos a preguntar a Ivanka y a Luis Almagro en algunas horas. Y a la Unión Europea también, y al mister Justin Trudó de Canadá.
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