miércoles, 26 de febrero de 2020

El fracaso de la militarización de la política de seguridad



Cada año, el Instituto para la Economía y la Paz divulga el índice de paz global, el cual es un indicador que mide el nivel de paz de un país o una región, y establece una clasificación de los países en función de su ausencia de violencia.

Para elaborar esta clasificación entre 158 países, se analizan algunas variables entre las que se destacan los niveles de violencia y criminalidad, y el gasto militar. En el año 2013 Honduras ocupó la posición 123, lo que hizo que fuera catalogado el país más violento del mundo.

Sin embargo, con el paso de los años Honduras fue mejorando en el ranking de este índice, ya que en el año 2014 ocupó la posición 117, en el 2015 el lugar 116, en el 2016 la posición 111, en el 2017 el lugar 106 y en el 2018 la posición 118.

Pero en el año 2019 Honduras descendió al puesto 123, cayendo 5 posiciones y volviendo al mismo nivel de violencia que experimentó en el 2013, lo cual evidencia el fracaso del enfoque represivo y militarizado de las políticas de seguridad para solucionar los graves problemas de criminalidad.

Si bien es posible que la violencia puede remitir en los primeros momentos del despliegue militar, este índice nos muestra que vuelve a arremeter con fuerza, que otras formas de criminalidad se incrementan y que las denuncias de violaciones a derechos humanos por parte de militares aumentan de forma dramática.

La militarización de la seguridad pública no aborda las causas de la criminalidad, sino sólo sus efectos y desvía los limitados fondos públicos en beneficio del sector militar a cambio de mantener en el poder al régimen de Juan Orlando Hernández.

Si realmente hubiera voluntad para acabar con la violencia y la criminalidad, se implementaría una política pública integral que se enfoque en la construcción de mayores niveles de ciudadanía, coloque a la persona humana como objetivo central y mejore la calidad de vida de la población.

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