martes, 29 de julio de 2014

Una guerra impía que significa un desastre para la democracia

Baruch Marzel, Yoav Eliasi e Itamar Ben Gvir durante una manifestación 
de derecha en Jaffa (Foto Tomer Appelbaum)  


Por Sami Michael *

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El viernes, mientras escuchaba la radio, se apoderó de mí una melancolía que se mezcló con una lágrima. Un soldado árabe israelí estaba siendo entrevistado en su camino del campo de batalla a su casa en la Galilea por un corto permiso de fin de semana. Cantó una canción de alabanza a la bandera israelí, el Estado de Israel y la devoción de los soldados árabes por el ejército isrelí. Dijo que su hijo menor es también soldado, pero no había conseguido la licencia del Shabat, ya que estaba atascado en la lucha en Gaza. Le quitaron el celular a su querido hijo y desde entonces su madre y su padre, que estaba siendo entrevistado en la radio, no habían sabido nada de él. Una situación extraña.

Mi querido nieto también consiguió un corto permiso de Shabat. Ahora está de vuelta sobre las olas, frente a la costa de Gaza. Después de 10 días de combates, los nervios de su madre y de su padre, un exparacaidista, así como mis propios nervios, ya estaban desgastados.

Debido a mi edad avanzada, he acompañado a las guerras absurdas de la humanidad, desde la Guerra Civil española hasta la operación Margen Protector.

Me había jurado a mí mismo silencio desde el 8 de junio de 2014, porque estaba paralizado de preocupación por mi nieto. Estoy violando el silencio no por el soldado árabe que está preocupado por su hijo soldado, y no a causa de la preocupación por mi nieto, sino por temor por el destino de Israel después de esta guerra.

Estoy escribiendo después de que una multitud de extrema derecha que responde a Baruch Marzel ocupó el centro de Haifa . Hizo lo mismo cuando azuzó las calles de Afula, y gente como él hizo lo mismo cuando atacaron a partidarios de la paz en Tel Aviv. Muchos consideran a Marzel un héroe como Sansón, mientras que el soldado árabe-israelí de Galilea, así como los árabes y los judíos que se oponen a la guerra, son considerados traidores.

Mientras que el ejército israelí no ha sido capaz de dominar a ninguna comunidad en la Franja de Gaza, Baruch Marzel, con la ayuda de la operación Margen Protector y la atmósfera beligerante que conducen a ella, ha logrado aterrorizar a las ciudades israelíes.

Desde mi experiencia, he aprendido que la guerra -cualquier guerra- es una enfermedad. Del mismo modo que no hay enfermedades santas, no hay guerras santas. El tambaleante Gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu y el distanciamiento entre él y sus socios que están a su derecha, han creado la beligerancia bélica. El rechazo de Netanyahu del proceso de paz ha aislado a Israel en la arena internacional.

Vi la primera siembra de semillas de la guerra en el espantoso rendimiento y el horripilante escenario del manejo de gestión en el impactante secuestro y asesinato de los tres adolescentes en Cisjordania. Parece que durante cuatro días, el Generalísimo Netanyahu no permitió que ningún ministro o funcionario en cargo público fuera entrevistado por los medios de comunicación. Se oía voz estridente, una voz profética. La voz de los tambores y banderas, que preparan los corazones de la gente para el fuego y las columnas de humo.

El resultado de la guerra, si continúa, será desastroso para Israel. Baruch Marzel aún tiene que coser los uniformes para sus tropas, pero su oscura amenaza es susceptible de materializarse si Netanyahu continúa su trayectoria, que comenzó con la incitación que condujo al asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin.

Esta guerra ha perdido hace mucho tiempo su camino. Primero nos dijeron que tenemos que castigar severamente a los autores del asesinato de los tres niños en la Ribera Occidental. Después, nos dijeron que teníamos que poner fin a los disparos de misiles desde Gaza. Entonces, a pesar de que la lluvia de misiles se convirtió en un aguacero, se convirtió en secundaria a los ojos de los que están manejando la guerra. Hoy los túneles son el principal objetivo. Una ingenua nación entera está siendo llevada engañosamente de un obstáculo al siguiente.

Mientras tanto, los valores humanitarios y liberales de Israel están siendo pisoteados por las milicias de Baruch Marzel y sus secuaces.

El número de muertos en el otro lado revela una enferma tendencia vengativa de sociedad israelí. Más de 1,5 millones de ciudadanos árabes se están convirtiendo en extraños e incluso sospechosos dentro de Israel. La voz de la sabiduría está siendo ahogada. Toneladas de condenas, de maldiciones y violencia se están vertiendo sobre ella.

Todo el mundo sabe desde hace mucho tiempo que el ejércitlo israelí no tiene el poder para derrotar a Hamas. Pero cada día que la guerra continúa, se hace responsable de derrotar a Israel como un país democrático, y de dar lugar a la aparición de un gobierno de diversas milicias y coroneles.

* El escritor es autor y presidente de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel.

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