martes, 29 de julio de 2014

No es enchílame otra, Juan


Diario Tiempo

A juzgar por las declaraciones del secretario de Economía y Desarrollo, Alden Rivera, su viaje por el lejano Azerbaiyán para conseguir petróleo barato y con regalía no tuvo buen suceso, para no decir que resultó un fiasco.

Cualquier otro gobierno, aún sin mayor experiencia en mercados de petróleo, habría sabido –antes de emprender la excursión— que cualquier decisión sobre venta de petróleo y sus derivados está religada en forma global, y, por lo tanto, ningún Estado petrolero da preferencias exclusivas a otro Estado, pues, de hacerlo, daría lugar a la demanda de los otros clientes por un trato igual.

De allí que la respuesta de Azerbaiyán, después de un tratamiento cortés con muchas entrevistas, tipo Hollywood, fue que la solicitud de Honduras, en términos copiados de Petrocaribe, sería turnada al análisis, diagnóstico y resolución en el marco legislativo, o sea un no diplomático con palmadita en la espalda.

La iniciativa retorna, entonces, a nuestro mundo latinoamericano en el que se ha ido creando –y perfeccionando— una institucionalidad integradora en que figuran, por ejemplo, UNASUR, CELAC, MERCOSUR y Petrocaribe. En este contexto, la cuestión energética, a cargo de Petrocaribe, es de naturaleza multinacional, geoestratégica, y en función del desarrollo integral en dimensión latinoamericana y caribeña.

Honduras, ya lo sabemos, tuvo el privilegio de ser uno de los primeros países de América Central en ser incorporados a Petrocaribe, mecanismo  de apoyo energético y de desarrollo económico-social, con alcance a la ALBA pero sin compromiso político. La torpeza –en realidad, mentecatez— del régimen de Micheletti, en cumplimiento del guion golpista, echó al traste esa ayuda estratégica.

Sin embargo, la administración Lobo Sosa (N), sucedánea del devaneo autocrático golpista, una vez encaminada su relación diplomática con Venezuela, empeñó su mejor esfuerzo para recomponer el vínculo con Petrocaribe, algo que logró en parte, pero sin llegar a la materialización del intercambio crediticio.

El gobierno actual, del ciudadano presidente Juan Orlando Hernández (N), ocasionalmente ha tomado la iniciativa para concretar la ayuda de Petrocaribe, casi como un reflujo de lo actuado en la administración anterior. Nada ha logrado hasta ahora en ese esfuerzo, que, a veces, da la impresión del trote del burro tras la zanahoria.

Como la crisis energética –dentro de la crisis general— aprieta más y más, el ciudadano presidente se ve en trance de rezarle a todos los santos, y, por esa vía, busca lo imposible con la fábula de Azerbaiyán y lo factible de Petrocaribe. Es, como el mandatario gusta decir, una voluntad de mirar a todos lados, tanto al Norte como al Sur.

Por supuesto, eso de mirar en círculo no es cosa fácil, de “enchílame otra, María”, sobre todo en política internacional, donde hay, después de todo, patrones pre-establecidos, o, cuando menos, afinidades probadas y reconocidas. Y en esa plataforma se impone el fundamento de la confianza pragmática de Tomás de Aquino.

Entendemos, por consiguiente, que los abrazos del ciudadano presidente con los gobernantes Ortega, de Nicaragua, y Maduro, de Venezuela, con ocasión de celebrar el aniversario de la Revolución Sandinista, van en esa dirección, en seguimiento de la solidaridad latinoamericana. Sin embargo, para alcanzar ese objetivo es preciso, en serio, un hábil y laborioso trabajo diplomático, completamente alejado del oportunismo cortoplacista o de la viveza ratonil.


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