sábado, 26 de julio de 2014

Orlandismo a la hondureña



Por Carlos Méndez

El orlandismo a la hondureña es un proyecto político y económico circunscrito a una estrategia neoliberal globalizante que ha demostrado ser un fracaso en el mundo entero,  porque no trajo bienestar ni desarrollo económico en los países en que se ha aplicado y sí,  hizo más ricos a los ricos y más pobres a los más pobres.  En el oficio de aplicar este modelo, el orlandismo manipula burdamente al Partido cachureco liberal, Unificación Democrática  y a la célebre como patrimonial Democracia Cristiana.

El orlandismo, levadura rancia de lo peor del conservadurismo catracho se afana en una poderosa consigna neoliberal de procurar el saneamiento de las finanzas públicas lo que es correcto, y obtener orgullosas estadísticas en los índices macroeconómicos que por supuesto no se traducen ni se traducirán nunca  en el mejoramiento de las condiciones de vida de más de 8 millones de almas.

Para seguir al pie de la letra su pre guión, el orlandismo hibridó desde hace cuatro años una propuesta para hacer llegar dinero fresco al Estado, imponiéndole al pueblo pobre y la clase media, impuestos de sangre, e inhumanos como el 15% en los alimentos de primera necesidad, y sacarle una chascada  a la venta de combustibles con precios elevados, para terminar malpariendo Coalianza, una criatura obscena que entrega a compañías extranjeras bienes públicos, para que “administren” puertos marítimos y aéreos así como la entrega de carreteras, y territorios ricos en minerales, aguas, fauna y flora, en la firme creencia capitalistoide, de que con ello se desparramará el progreso y desarrollo sobre más de 8 millones de personas, también ingenuas, muertas de hambre  y asoladas por la inflación galopante,  tan brutal y espantosa como los que nos desgobiernan.

El orlandismo articuló un anillo de hierro autoritario concentrando el poder presidencialista sobre los otros poderes de la República. Es decir, hizo lo que  “tenía que hacer” para tener absoluto control sobre el poder Legislativo, Corte Suprema de Justicia, Ministerio Público, Tribunal Superior Electoral (TSE), y el propio Comisionado Nacional de los Derechos Humanos. Además, por si fuese poco, el orlandismo también obtuvo, por la gracia de Dios, el apoyo de las cúpulas cardenalicias de la Santa iglesia Católica, la Confraternidad Evangélica así como de las heroicas, leales y sacrificadas FFAA y también, claro que sí, de la embajada  estadounidense. ¿Qué más querían?

Solo hacía falta una cosa para ponerle tapa al pomo: el granito de arena de algunos  “comunicadores” corruptos, más la ingenuidad, oportunismo y rabia contenida de cierta clase media y un movimiento social hondureño, ipso facto tatarata que no tiene una propuesta de oposición masiva nacional, sin liderazgo creativo, pacífico y beligerante; que rebase los límites del panfleto, pero que le ponga un alto a los desafueros de los estúpidos “gobernantes” del patio. Por eso, es bueno que gritemos con el “héroe”: ¡Que viva Honduras!, ¡Que viva Honduras!, y ¡!que viva Honduraas!

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