martes, 22 de julio de 2014

Lucha de clases y consumo


Rebelión

Por Jaime Richart

Hace mucho que en este país tanto el partido de la clase dominante como el otro cuyo deseo es participar de la otra clase, han hecho circular estas dos ideas: una, que ya no hay lucha de clases, otra, que sin consumo no hay salvación. Dos ficciones que han funcionado durante el jolgorio o la orgía de los tiempos del despilfarro y del saqueo salvaje de las arcas públicas propiciados por la burbuja inmobiliaria, pero que ahora vuelven a la vieja y al tiempo nueva realidad: la lucha de clases resurge y la razón de ser, el "fin", de esta sociedad es el "consumo": dos aberraciones antropológicas en una. Desde luego ésta última se consolida por la ideología global de los que mandan en la Europa Vieja comunitaria. Se me abren las carnes cada vez que escucho la oración de los economistas: para crear empleo hay que consumir y sólo es posible consumir si hay empleo. ¡Qué pobreza integral la de una sociedad que para ser feliz y funcionar tiene que vivir sólo consumiendo! 

¿De verdad no son capaces de concebir otra manera de organizar a las naciones? ¿No será que no les interesa el cambio de modelo porque éste es el idóneo para que ellos, los dirigentes, y unos puñados de cada sociedad y del mundo vivan extravagantemente enterrados en propiedades y dinero a costa de las graves carencias de las grandes mayorías? En cualquier caso, que la sociedad necesite imperiosamente "consumir" para vivir (y más en un planeta que se agota) resulta no ya pensamiento, sino una ocurrencia económica y social de monstruos sin cabeza. 

De momento demasiadas porciones en España y otros países del Sur están regresando a épocas medievales, con móvil, televisor y una variante del derecho mostrenco de pernada: ése que se activa cuando esa mujer o ese mozo rebuscan un empleo miserable... (Espero que el amigo de las realidades subrepticias, Jordi Évole, entre a fondo cualquier día en este asunto sórdido).

Mientras no se hagan cargo del poder político y el económico otros con ideas que se aparten de las que controlan los dos partidos dominantes en España y en Europa, los cambios sólo servirán para ir de mal a peor… 

"Si los gobiernos y religiones se hubieran dedicado, o se dedicasen ya, a proveer las necesidades básicas y todos las tuviéramos cubiertas en nuestras vidas, y si el consumo devastador no fuese el objetivo principal de los dirigentes, el pensamiento general sería diferente. Ya que al colmar esas necesidades podríamos fijarnos otras metas de realización, de atención y de trabajo de las que tan necesitados están el planeta y la humanidad". (El Ser Uno) 

Esperemos que quienes llaman a las puertas de la dirección de España y de Europa vengan con la intención de proveer justo las necesidades básicas de todos. Así podremos dedicarnos a otras ideas y a otros menesteres situados en el nivel superior de la conciencia. Así abandonaremos para siempre el primario y rampante bajo nivel en el que nos desenvolvemos que a millones hace absurda la existencia…

Las dos cosas que más necesita el mundo son la verdad y la paz. Pues bien, hay dos clases de verdades: una para el asalariado y el desempleado y otra para el que vive con holgura. Además, promoviendo la histeria y provocando a las masas es más fácil justificar la represión y al tiempo jactarse de vivir en democracia... 

A ver si de una vez, y habida cuenta que la robótica y la informática reducen en miles o millones de veces los esfuerzos de otras épocas, los dirigentes del mundo que asoman en el horizonte son capaces de idear otro modelo de sociedad donde todos tengamos las necesidades básicas cubiertas y podamos dedicar la mayor parte del tiempo a la ciencia, a las artes y a las letras, a rezar, a jugar y a la holganza. Pues este diseño de la sociedad y de la vida individual y social es lo que cuadra al progreso verdadero que demanda el milenio que apenas acaba de empezar. 

Sin embargo soy pesimista, bien a mi pesar, pues hasta ayer la historia de las sociedades es también la historia de la dominación, la historia de la fatalidad de una voluntad de poder que unos cuantos ejercen sobre el resto...

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