viernes, 13 de marzo de 2020

Una voz anarquista en la revolución rusa

Viento Sur

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Por Jesús Jaén *

“Ninguna revolución podrá resultar exitosa como factor de liberación, 
a no ser que los medios usados para impulsarla sean idénticos en espíritu 
y tendencia a los propósitos pretendidos”  
(Emma Goldman "Mi desilusión en Rusia", agosto de 1925) 


Hace ochenta años que murió en Toronto Emma Goldman, una de las figuras revolucionarias más importantes del movimiento libertario de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Sus últimos años estuvieron vinculados a España a través de la CNT-FAI, apoyando a sus compañeros anarcosindicalistas en plena guerra civil. Emma nació en 1869 en el seno de una familia lituana y a los 16 años emigró a los Estados Unidos, donde se vinculó a las luchas obreras a través del fuerte movimiento anarquista de aquellos años. Trabajó como obrera en talleres de costura y como enfermera. Pero donde destacó es como una gran agitadora.

Después de ser encarcelada y declarada “enemigo público número uno”; fue deportada a Rusia a bordo de un barco el 21 de diciembre de 1919, (junto con otros doscientos cuarenta y ocho prisioneros (entre los que también se encontraba su pareja, el anarquista Alexander Berkman). En enero de 1920 llegaron a Finlandia y desde allí a Petrogrado. En Rusia se encontraron un país asolado y devastado por el hambre, la guerra y una revolución agotada.
Emma Goldman llegó a la revolución rusa con los brazos y el corazón abiertos, pero poco a poco, fue tomando conciencia de que la política de los bolcheviques no era la que ella había defendido en América, ni en la se podía confiar para alcanzar la emancipación de las clases trabajadoras que ella con tanta pasión y ardor, había estado defendiendo junto a los sindicatos obreros en los Estados Unidos. Allí fue reconocida como una de las mejores agitadoras del movimiento anarquista, una feminista defensora de los derechos de las mujeres y una impulsora de las primeras organizaciones obreras.
Este artículo no pretende ser un resumen de toda su vida ni de toda su obra, solo nos centraremos en dos años que pasó en Rusia. He decidido realizar este pequeño homenaje porque considero que Emma Goldman (como me dijo un amigo); es una de las grandes mujeres olvidadas. Como Louise Michel o André Léo. Ahora que el movimiento feminista lucha por sus derechos es bueno recordar la figura de Emma Goldman ochenta años de su muerte.
Emociones encontradas
Escribe Emma en su libro Mi desilusión en Rusia:
“El Petrogrado que yo encontré en 1920 era un lugar bastante distinto. Estaba casi en ruinas, como si un huracán lo hubiera barrido por completo. Las casas parecían viejas tumbas rotas de descuidados y olvidados cementerios. Las calles estaban sucias y desiertas. Toda forma de vida se había apartado de ellas. La población de Petrogrado antes de la guerra era de dos millones, en 1920 era de quinientos mil.”
Una de las cuestiones más controvertidas para ella fue comprobar que en muchos lugares, los anarquistas eran perseguidos por el gobierno soviético. Los trabajadores de las fábricas del Báltico y los marineros de Kronstadt le expresaron su amargura por el retorno a una situación que ellos calificaban de esclavitud. Cuando Emma se lo comentaba a los compañeros bolcheviques con los que convivía, estos le decían: “la libertad de expresión está muy bien, pero durante un período revolucionario no nos la podemos permitir plenamente”. El mismo Lenin lo había dicho en numerosas ocasiones, al referirse a una situación en la que no tenían a favor a la inmensa mayoría del campesinado y los peligros de la revolución eran numerosos. Los enemigos brotaban por todas las esquinas, fueran antiguos aristócratas o burgueses, o incluso miembros de los partidos socialistas revolucionarios o mencheviques. Era evidente que se vivía una situación excepcionalmente dramática, los bolcheviques seguían confiando en la revolución después de haber ganado la guerra civil contra los ejércitos blancos.
Emma cuenta que la pregunta que se repetía en los círculos bolcheviques era “¿para cuándo será la revolución en América?, dejando ver que toda la esperanza de la Rusia revolucionaria estaba puesta en la inminencia de una revolución en los países más avanzados. Sin embargo, ésta no se iba a producir; los espartaquistas liderados por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht habían sido vencidos y sus dos principales dirigentes asesinados. El resto de Europa y América salió de la primera guerra mundial en medio de una grave crisis social y económica pero sin revoluciones socialistas. La Rusia revolucionaria se estaba quedando aislada.
Emma veía lógico que, en una situación tan grave, el pueblo y las clases trabajadoras pasaran penurias; pero lo que no le resultaba lógico -desde un punto de vista anarquista-, era la falta de libertad para los partidos, la prensa o los sindicatos comprometidos con otra idea de la revolución social opuesta al partido bolchevique. Tampoco le parecía normal que los principales miembros del partido bolchevique o del Estado socialista tuvieran privilegios sobre el resto de la población. Emma estaba particularmente sensibilizada con la actitud de los dirigentes de las Checas.
Emma Goldman y Alexander Berkman sintieron enormes simpatías por la revolución rusa y no poca admiración por los bolcheviques, pero las primeras impresiones se fueron disipando poco a poco. Es cierto que habían conocido muchos militantes bolcheviques abnegados, también era histórico el hecho de que pudiera existir la primera República de los trabajadores en el mundo… pero no era esa la sociedad que ellos tenían en mente cuando, desde América, habían publicado la “enorme hazaña de los bolcheviques”.
1920: la militarización de la industria y el debate sobre los sindicatos
En diciembre de 1919 Trotsky lanza un debate al comité central tratando de trasladar los éxitos militares del ejército rojo, al terreno de la economía. Trotsky propone un debate que no trascienda a la sociedad pero Bujarin lo filtra a Pravda. La idea de Trotsky consiste básicamente en militarizar el trabajo hasta alcanzar una mayor productividad y, para eso, propone un estado de excepción en el mundo laboral suprimiendo todas las libertades sindicales y empleando si fuera necesario al ejército. Lenin no concuerda plenamente con Trotsky pero sostiene la forma de nombramientos de jefes y gerentes en las empresas, la supresión del control obrero, y defiende que el papel del sindicato en la transición al socialismo es de educadores al servicio del Estado socialista.
Por supuesto que estos planteamientos y otros similares no fueron bien acogidos por los trabajadores ni por los sindicatos. Crearon un malestar profundo, pero la falta de recursos, el hambre, las enfermedades, el gélido invierno, la desmoralización y el agotamiento, no dejaban mucho margen para las protestas y las huelgas. Como producto de esa situación en el seno del partido se creó la Oposición Obrera liderada por Kollontai y el dirigente metalúrgico A. Shiliapnikov.
Emma Goldman pasó todo ese tiempo visitando fábricas, ocupándose de mejorar las condiciones de las familias y de los trabajadores, pero chocaba una y otra vez con el muro de la administración socialista, la burocracia y la desidia. Ya en 1920 relata la lucha de sectores de trabajadores en contra de las medidas del gobierno. Un ejemplo es el sindicato de impresores que fue intervenido por el gobierno y su junta directiva enviada a prisión. También el sindicato de panaderos había sido suprimido y reemplazados por comunistas: “me habían dicho que los panaderos eran unos pancistas, unos shkurniks, porque andaban promoviendo huelgas, y solo los contrarrevolucionarios pueden desear hacer huelgas a la república de los trabajadores.”
1921: Kronstadt
Los sucesos de Kronstadt van a suponer un punto de inflexión en el proceso que se había abierto en febrero de 1917 con la caída del zarismo. Para Emma Goldman, el aplastamiento de la rebelión de Kronstadt será el final de su relación con los bolcheviques. Los hechos que se produjeron son muy conocidos; la situación en Petrogrado era insostenible para miles de obreros y sus familias. En febrero de 1921 numerosas fábricas fueron a la huelga, los marineros de Kronstadt que habían sido decisivos en octubre de 1917 para la llegada al poder de los bolcheviques, se solidarizaron con el movimiento y comenzó una rebelión. Los puntos que pedían eran casi los mismos que el programa de los soviets cuatro años antes: elecciones libres para los soviets, libertad de expresión y prensa para los partidos socialistas, anarquistas o campesinos; libertad de reunión para los sindicatos obreros, liberación de los presos políticos; abolición de los politotdel (comisarios políticos dentro del ejército), etc, etc. Se creó un comité formado exclusivamente por obreros y marineros de Kronstad, en él estaban representadas diferentes tendencias políticas.
El 4 de marzo se realizó una asamblea entre los máximos representantes bolcheviques, entre ellos Zinoviev, con obreros en huelga y marineros, pero lejos de llegarse a un acuerdo, las posturas se fueron radicalizando. Por su parte Emma Goldman y Alexander Berkman fueron propuestos por los trabajadores para mediar en el conflicto, pero el 7 de marzo de 1921, el ejército rojo empezó a bombardear Kronstadt. Diez días más tarde y después de rendirse a las tropas de asalto, comenzó una matanza injustificada. Victor Serge y muchos miembros del partido quedaron horrorizados. En 1937, veinte años después del triunfo de la revolución, escribió estas líneas:
“Hubiera sido fácil evitar la revuelta escuchando las quejas de Kronstadt, discutiéndolas, dando así satisfacción a los marinos. El comité central cometió el error enorme de nombrar como portavoz a Kalinin que se comportó como un burócrata incapaz y duro, solo supo amenazar, se hizo abuchear. Hubiera sido fácil, incluso cuando la batalla ya estaba empezada, evitar lo peor: era suficiente aceptar la mediación ofrecida por los anarquistas Goldman y Berkman, que tenían un contacto seguro con los insurgentes. Por razones de prestigio, por exceso de autoritarismo, el comité central se negó. En todo esto fue grande la responsabilidad de Zinoviev, presidente del soviet de Petrogrado, que acababa de engañar a la organización del partido, a todo el proletariado de la ciudad, a toda la población anunciando que el general Kozlovski se había apoderado de Kronstadt a traición. Hubiese sido fácil, humano, más político y más socialista, después de la victoria militar conseguida sobre Kronstadt por Vorochilov, Dybenko y Tukhatchevski, no recurrir a la masacre... La masacre que siguió fue abominable”.
Sofocada la rebelión de Kronstadt, los bolcheviques celebran su X congreso que supondrá una vuelta más de tuerca. La Oposición Obrera es acallada, se prohíben todas las tendencias dentro del partido, y se otorgan plenos poderes al comité central. Además se aprueba una nueva política económica (NEP), que supone un retorno a la iniciativa privada y al mercado.
Ante toda esta nueva situación, Emma Goldman, dice:
“Kronstadt rompió el lazo que me unía a los bolcheviques... En adelante no podía seguir teniendo nada que ver con ellos”.
Emma reflexiona sobre el fin y los medios
Emma tenía la opinión de que Lenin y los principales dirigentes de la revolución de octubre compartían con los jesuitas el famoso lema que Maquiavelo había hecho famoso: “El fin justifica los medios”. Tenía demasiados datos como para pensar que todo lo que había ido sucediendo esos años no era producto de la casualidad o de errores puntuales. Había llegado a la conclusión de que se trataba de un pensamiento coherente que ponía por delante de la libertad y de los derechos sindicales el papel director del partido y del Estado.
La creencia de que los bolcheviques se sentían los únicos capaces de llevar adelante el socialismo, y que todos los demás estaban profundamente equivocados o incluso eran cómplices de la burguesía, se iba haciendo cada vez mayor. Emma, como otros militantes anarquistas y libertarios, encontraba cada vez mayor relación entre el jacobinismo y el bolchevismo. Entre el papel de Lenin y Trotsky en la revolución rusa y el de Robespierre y Marat en la revolución francesa a partir de 1793. El mismo Lenin se lo había comentado en una entrevista personal en el Kremlin cuando la dijo que las libertades formales eran un prejuicio burgués.
Trotsky también lo había escrito en un folleto titulado Su moral y la nuestra. En ese folleto decía que hay dos tipos de moral, una la burguesa y otra la moral revolucionaria. Decía que los actos llevados a cabo por el gobierno revolucionario de los soviets, como la toma de rehenes, la pena de muerte, los interrogatorios de las checas, la represión de Kronstadt, etc, etc.; eran absolutamente necesarios para sacar la revolución adelante. La moral y la libertad son conceptos relativos dependiendo quién los defienda y al servicio de quienes estén.
Para Emma Goldman ésta era una divergencia básica. No se podía prescindir de la libertad y mucho menos a costa de la libertad de las clases trabajadoras o campesinas. No se podía aceptar una doble moral (una burguesa y otra revolucionaria) aplicada a conveniencia. No se podían poner los intereses de un partido y de un Estado por encima de la lucha de clases y menos aún, del proletariado. Por eso escribía con rabia:
“Esta perversión de los valores éticos pronto cristalizó en la consigna del Partido Comunista que todo lo dominaba: el fin justifica los medios. No hay mayor falacia que la creencia de que los objetivos y los propósitos son una cosa y que los métodos y las tácticas son otra diferente...Toda experiencia humana nos enseña que los métodos y los medios no pueden ser separados del objetivo último. Los medios empleados se convierten, a través del hábito individual y de la práctica social, en parte integrante del propósito final...”
“El hoy es el padre del mañana. El presente proyecta su sombra sobre gran parte del futuro...Los valores éticos que la revolución va a implantar en la nueva sociedad deben venir generados por las actividades revolucionarias del así denominado período de transición.”
Emma abandonó Rusia con su pareja A. Berkman, vivió y siguió manteniendo sus convicciones anarquistas y colaboró con distintos movimientos obreros. En 1936 cuando estalló la guerra civil española, se unió a la causa de la revolución social. Viajó varias veces a España para colaborar con la CNT-FAI. Durante ese período pareció recobrar su antigua energía como anarquista social pese a que se encontraba enferma y abatida por la muerte de Berkman. Escribió artículos y asistió a numerosas reuniones tratando de difundir la lucha del anarcosindicalismo español mediante una revolución desde abajo, impulsando las colectivizaciones en la industria y en el campo; y denunciando el papel del estalinismo. Murió en Toronto en 1940 y está enterrada en Chicago junto a los anarquistas de Haymarket ahorcados el 11 de noviembre de 1887.
Creo que hay personas que transcienden a su propia ideología, este es el caso de Emma Goldman. Su vida y sus ideas estuvieron siempre en consonancia, vivió como pensó y pensó como vivió. Creo que Emma Goldman sentía un profundo amor por la libertad y la igualdad, pero ella no entendía esos dos conceptos como algo separados. Para Emma no podía haber igualdad sin libertad ni libertad sin igualdad. Estos son los dos grandes legados de una mujer y una anarquista de otra época. 

* Jesús Jaén es miembro del Movimiento Asambleario de Trabajadores de la Sanidad

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