jueves, 5 de marzo de 2020
Un Benigno Girón de dignidad
Por Ismael Moreno sj (P. Melo) *
Me costó mucho recordar su nombre, quizás por resguardar así algo de su anonimato tan humildemente cuidado con el correr de sus años, y que no pocos curiosos querrán saber para teñirlo de morbo. Sé a carta cabal que es de apellido Girón. Y su nombre Benigno, como así lo trasluce su personalidad. Un hombre benigno. Él ni siquiera sabe quién soy a estas alturas del siglo. Y no me interesa, no es dato relevante. Lo relevante es la benigna dignidad que percibo en ese hombre cada vez que paso al lado de su casa. Cuando tengo la suerte de verlo, siempre está afanado en algo, a menudo, si es temprano de la mañana, barriendo parsimoniosamente el patio o el garaje que guarda un vehículo seguramente de algún miembro de su familia. Alguna vez en la tarde lo he visto bajarse trabajosa y torpemente de su bicicleta
Lo conocí en esa misma casa –o quizás en la que hoy está en ruinas al lado de su vivienda actual, con mejoras muy propias de los tiempos, pero sin nada de ostentación–, hará ya 50 años. Si la mente no me falla, cuando lo conocí era un sastre, y lo conocí sentado en su silla frente a la máquina de coser. Hoy, con lo que me permite la velocidad de mi vehículo al pasar por su vivienda, logro captar que sigue en algo parecido a la misma máquina, ya no con la intensidad, obvio, con la que trabajó en ella a lo largo de las décadas.
Lo miro, siempre de reojo, sin que él se dé cuenta, porque además, no me dedico a observarlo. Es la calle por donde suelo pasar con más frecuencia, y mi vista espontáneamente se vuelve sobre esa casa, una construcción normal, más bien de las que construyen modestamente quienes pertenecen a la clase media baja. Con frecuencia descubro su figura, con la misma vestimenta de hace muchos años, con sencillez y austeridad, sus zapatos de muchos años con resistencia a los calores y a las lluvias.
En alguna que otra ocasión lo he visto cuando se sube o se baja de su bicicleta, con los mismos rasgos de la bicicleta con la que lo conocí en aquellos años del siglo veinte. Quizás no es la misma bicicleta. Pero sigue siendo a estas alturas de los tiempos y de sus años de piel curtida y arrugada, un hombre de bicicleta. No de motocicleta. Y no del vehículo de cuatro ruedas. Y mucho menos de uno cuatro por cuatro, muy propio de quien ha tenido éxito en estos corredores de la Honduras con oportunidades para quienes suelen concentrarlas en detrimento o a costa de muchísima más gente.
Este señor, que andará surcando los ochenta años, podría no ser el mismo que veo con igual presencia, aunque ya cabizbajo por el peso y el paso del tiempo, desde hace ya medio siglo. Podría tener una vivienda con esos techos elegantes, propios de las familias que han visto aumentar sus ingresos, sea por los negocios, sea por las remesas, sea por la política. Sea por esas oportunidades que con regularidad ofrecen los corredores cada vez menos subterráneos de las prácticas y negocios ilícitos. Este señor podría haber trasladado su residencia a las llamadas zonas residenciales, en donde viven las familias exitosas. Pero vive allí, en el mismo lugar, en el mismo barrio, y para completar al prolífero cantautor mexicano, “y con la misma gente”.
Nada de este señor podría haber motivado esta nota, porque como el señor Benigno Girón, los hay por miles en este nuestro país merecedor de otra historia, incluso de otro pueblo con más libertad y oportunidades. Contamos con la bendición de un país con millares de hombres y mujeres que madrugan día a día a arañar algo para vivir, sin tener que delinquir ni poner en duda su dignidad. Y nos educan a vivir haciendo el bien, aunque a costa de hambrear y de pasar humillados ante populismos baratos.
Conozco decenas de mujeres que madrugan a cocinar el nixtamal, moler el maíz, hacer miles de tortillas, encaramarse un enorme canasto en su cabeza, sentarse en la esquina en una calle del centro de la ciudad para vender tortillas, con la absoluta seguridad en su corazón que con el sudor de ese trabajo jamás podrá sacar adelante a su familia, porque apenas alcanza para medio dar de comer a sus criaturas. Y sin embargo, sigue día a día, mostrando al mundo la dignidad de un trabajo que no es dignificado en una sociedad conducida por un reducido grupo de políticos y funcionarios que usan el Estado como negocio, sin importar que con ello condenan a miles de familias a no encontrar nunca una salida honrosa a su situación de miseria. Es el círculo infernal de la pobreza hondureña.
Este señor es uno entre miles que han ofrendado sus años y sus vidas a vivir con dignidad, no obstante la estructural injusta distribución de los bienes y riquezas. La diferencia de este benigno señor Girón, es que ha decidido vivir así, con su austeridad a prueba de los tiempos, por una opción personal. Podría perfectamente vivir de otra manera, y en un país en donde los que trepan nunca vuelven a bajar, esta decisión resulta extraña, y no dudaría que va acompañada de la crítica o la burla de sus vecinos, amigos, y puede ser que también de miembros de su familia.
Este señor es suegro de la persona políticamente más exitosa y conocida de esta región. Esta persona ha sido tan exitosa en la política que se puede dar el taco de haber sido un servidor fiel de la alta oligarquía hondureña y un puño de políticos y militares que supieron encontrar su lado débil para exacerbar sus ambiciones de poder y prestigio, para que encabezara un golpe de Estado. Y si es exitosa en la política, lo es inevitablemente en todos los corredores de la vida, en un país en donde la política es sin discusión un trampolín para la trepadera en el poder, los negocios, privilegios, y de ahí subiendo para más subiendo.
Este benigno señor podría estar a la altura de su condición de suegro del político más prominente de la región. Y no dudaría que ofertas para estar a esta altura no le habrán faltado, porque de acuerdo a la lógica de los valores de este mundo, la esposa de un político encumbrado, debía tener un padre también a esos niveles de encumbramiento. Sin embargo, el orgullo de esta familia, de su hija, de sus hijos y nietos, no está en las condiciones materiales que perfectamente podría tener, sino en vivir con la dignidad de un ser humano que no se dejó encandilar por los lujos ni los bienes materiales.
De seres humanos como el Benigno señor Girón se nutre el reino, así lo creo. Los valores con los que predica con su ejemplo cotidiano, no se venden ni se compran en el mercado, y son luces que quedarán encendidas una vez que ocurra el desastre del apagón del falso brillo del capital. Son luces anónimas de un ser humano común y corriente, cuyo nombre no es conocido por la sociedad porque su afán en la vida no ha sido la de un protagonista, sino la de un ser humano, padre de familia y abuelo que solo ha querido vivir con los dones que Dios le ha dado, sin buscar fortunas materiales y sin hacer daño a nadie. Tan solo es un señor que ha sabido vivir sin dejarse atrapar por los dinamismos del dinero ni los lujos, y sin siquiera interesarse porque su ejemplo sea conocido. Es tan solo un ser humano más. Un Benigno Girón de Dignidad.
* Sacerdote Jesuita, Director ERIC – Radio Progreso
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