miércoles, 18 de marzo de 2020
Marzo, recuento y memoria de mártires
En estos tiempos de dictaduras, narcotráfico, militarismos y virus que globalizan el pánico y el miedo, la memoria de mártires es un aguijón que nos devuelve esperanzadamente a la realidad humana para transformarla. Sus vidas y su sangre martirial nos salvan de las salidas fáciles y rápidas, y alumbran el camino de los compromisos que van más allá de intereses, cálculos y poderes establecidos.
Así es marzo. Repleto de memoria de mártires. Marzo nos remite a los aciagos años de convulsiones, de la militarización de Centroamérica en todos sus costados con su Doctrina de Seguridad Nacional, aplicada a rajatabla por los más serviles del imperio en nuestra Honduras. Y nos ayudan a situarnos en nuestra Honduras capturada por altos delincuentes.
Unas cuatro décadas atrás, muchas personas fueron desaparecidas, capturadas, torturadas y asesinadas en nombre de la seguridad nacional, y en ese marco surgieron y se fortalecieron movimientos defensores de derechos humanos, así como animadores y líderes de la Iglesia de los Pobres que animaban con su fe y su testimonio la lucha por un cambio profundo de sistema desde nuevas relaciones éticas.
En este ambiente, en marzo de 1977, asesinaron al Padre Rutilio Grande, el primero de los sacerdotes martirizados por su compromiso de fe a favor de la justicia en El Salvador. Tres años después, en marzo de 1980, asesinaron a San Óscar Arnulfo, sencillamente Monseñor Romero, Mártir, Pastor y Profeta de la Iglesia latinoamericana, y llevado a los altares por el papa Francisco.
En marzo de 1982, cerca de 400 indígenas fueron ametrallados y quemados en el poblado de Cuarto Pueblo, en el Ixcán, en el norte del Quiché, en Guatemala, por defender su derecho a vivir en su tierra. En marzo de 1983, asesinaron en El Salvador a Marianela García Villas, pionera en la lucha por la defensa de los derechos humanos. En ese mismo marzo de 1983, fueron asesinados en el Bálsamo, a pocos kilómetros al sur de El Progreso, Dagoberto Padilla y compañeros, por su fidelidad a las luchas campesinas por la tierra.
Y en marzo de 2016 empresarios, políticos, militares poderosos y machistas nos arrancaron de un tajo la vida de nuestra amada Berta Cáceres, la guardiana de los ríos. Así es marzo. Memoria de mártires. Pozo de esperanza. Olvidar a los mártires es negarnos como pueblo. Olvidar los mártires es quedarnos sin aliento, y es aceptar que no hay motivos para aferrarnos a la justicia compartida. En los primeros siglos, los Padres de la Iglesia afirmaron que se podían y debían hacer cambios en la liturgia, pero menos cambiar o trastocar la memoria de los mártires. Porque “sangre de mártires es semilla de cristianos”.
Hoy, en este marzo del Coronavirus, tentado por salidas violentas e indignas, ratificamos nuestra apuesta por la solidaridad de los pueblos. La memoria de los mártires nos salva del espanto y del miedo, y nos compromete a seguir en pie de testimonio en la lucha por la democracia, la vigencia de los derechos de los pobres y en franco rechazo a la implantación de una dictadura política, militar, económica y narcotraficante.
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