martes, 31 de marzo de 2020
De la corrupción en metástasis a la pandemia viral
El vuelo del enigmático avión de Juan Orlando Hernández a Nueva York esta semana no era para llevar provisiones nostálgicas a su hermano Tony, era para comprar ventiladores que servirán de respiradores mecánicos en los hospitales nacionales durante esta emergencia.
Hasta ahí la noticia. Por su parte, el Colegio Médico ha dicho que esos aparatos adquiridos no tienen las mínimas condiciones para ser utilizados con pacientes positivos de coronavirus, y en respuesta el de COPECO que iba adentro del avión admite la verdad: “Fuimos a comprar lo que se podía y lo que había en el mercado”.
A tientas y a locas. Así fueron a gastar millares de lempiras de esos casi 500 millones de dólares que se auto aprobaron para hacer el nuevo festín pre-electoral en medio de la crisis provocada por esta guerra de baja intensidad de Estados Unidos contra China, como bien la define el filósofo estadounidense Noam Chomsky.
Esta es la lógica de una dictadura chafarótica que no tiene la salud pública entre sus prioridades y que aprovecha cualquier crisis como una oportunidad para hacer tratos con los amigos y excluir a sus enemigos. Tenemos que saber a quién le están comprando.
Por el poder de este virus letal de la corrupción es que el padre Ismael Moreno, director de los medios jesuitas, ha retado al régimen a que rinda cuentas de cada centavo ante el Colegio Médico de Honduras y el Consejo Nacional Anticorrupción, y no ante ese domesticado foro de convergencias creado durante la gigantesca corrupción post huracán Mitch.
¡Manténgase en su casa, siga los cuidados personales para evitar el contagio de este virus, obedezca al más común de los sentidos para no exponer a nadie a la cepa 19. Y recuerde que “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”. Hágalo por usted y por los suyos. Por todas nosotras.
Como ustedes escuchan, en esta columna editorial no ponemos en duda el carácter expansivo del virus que según China fue liberado en su territorio por el aparato de guerra de los Estados Unidos, pero tampoco queremos que una emergencia sanitaria se convierta en otra nueva calamidad corrupta cargada al presupuesto nacional.
En 1976, después del huracán Fifí la deuda externa de Honduras comenzó a tener un peso significativo por culpa de los políticos de entonces, y esa lápida se volvió más pesada después del surgimiento de los movimientos insurreccionales de liberación en todo el vecindario centroamericano, que convirtió a Honduras en un vil laboratorio invasor sometido al presupuesto estadounidense.
Después del paso de Rafael Callejas y todos sus muchachos huracanados de la Escuela neoliberal de Chicago, la deuda con el llamado ajuste estructural de la economía superó el 50 por ciento del Producto Interno Bruto en 1990, y ya para el huracán Mitch era una cifra impagable. Los corruptos habían hecho un total desastre y siguieron haciéndolo con la condonación de aquellos 8 mil millones de dólares en el Club de París en el año 2000. Pero ningún virus más letal que la dictadura golpista que nos secuestró en 2009, ellos y solamente ellos, con sus socios washingtonianos, han contraído en los últimos diez años una nueva deuda superior a los 17 mil millones de dólares.
Por eso en las actuales circunstancias su comportamiento público al frente de las cadenas de radio y televisión provoca un hartazgo con vómito, porque el pueblo en sus casas sabe bien que ahí afuera estos carroñeros van a robarse el dinero de esos “galerones llenos de catres” que llaman hospitales móviles, y de esos abanicos de pata que reportan como respiradores mecánicos.
Los antecedentes de estos malabaristas abundan en la historia reciente. Aún está fresca en la memoria aquella imagen del presidente del Mitch, Carlos Flores Facussé, cambiando de chumpa cada noche en cadena de radio y televisión para anunciar equis asunto sin importancia, mientras sus ministros de la reconstrucción negociaban los grandes montos de los puentes, las escuelas y otras obras físicas. Y mientras la población exigía transformación democrática y no solamente obras de cemento.
La corrupción de aquél momento – impune hasta nuestros días — fue tan vulgar que la mayoría de los países que vinieron en solidaridad con el pueblo hondureño decidieron traer sus propios supervisores y sus propias compañías ejecutoras, para evitar el asalto a mano armada en medio de la tragedia. La élite tiene el virus en su sangre.
¡Manténgase en su casa, siga los cuidados personales para evitar el contagio del coronavirus, obedezca al más común de los sentidos para no exponer a nadie a la cepa 19. Y recuerde que “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”. Hágalo por usted y por los suyos. Por todas nosotras.
El impostor presidente hondureño, que ama la posibilidad de utilizar el miedo prolongado para asegurar su continuismo, parece un locutor de radio y televisión haciendo anuncios de mensajitos gratis de sus amigos Tigo y Claro, cuando todos sabemos que no hay textito gratis contra el virus. Sabemos que esos anuncios comerciales de don Juan estarán en la factura de los 500 millones de la pandemia.
En esta guerra de baja intensidad económica bacterial que Estados Unidos lanza contra China, Irán y Rusia, sus competidores reales en el terreno de las finanzas y la guerra, los países como Honduras — aliados de poca monta en este duelo de mastodontes– pagará como siempre los platos rotos.
Los platos rotos no son únicamente los 500 millones de dólares que van a destruir en dos semanas dentro de la caja de Pandora, son la ansiedad y el miedo que ya sufrimos millones de personas con estos virus deambulando afuera junto a los policías y militares, que no entienden de razones, que sólo saben repetir la estupidez “yo sólo cumplo órdenes¨. Y punto. No le dejan a usted comprar en paz. No le permiten ejercer su libertad responsablemente, y el ejemplo en Choluteca es elocuente.
La orden es el miedo, porque “el miedo se propaga al doble de velocidad que cualquier virus”. Por eso tenemos la subida a 24 casos de contagio positivos en 24 horas, como había anunciado el locutor impostor: “recen porque viene lo peor”. Y lo peor son esos otros virus que andan por ahí. Esos virus del miedo que permitieron a Washington reelegir a Almagro por cinco años más, y que permiten a Roberto Herrera Cáceres agazaparse en la emergencia para continuar de Comisionado de Derechos Humanos al servicio de su partido. Y que han permitido al establishment de los demócratas dejar atrás otra vez a Bernie Sanders en la competencia por reemplazar a Trump.
Esta era viral no se puede callar, por muy concentrados que estemos en las casas obedeciendo el discurso de la OMS y obedeciendo también nuestras conciencias.
¡Manténgase en su casa, siga los cuidados personales para evitar el contagio del coronavirus, obedezca al más común de los sentidos para no exponer a nadie a la cepa 19. Y recuerde que “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”. Hágalo por usted y por los suyos. Por todas nosotras.
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