sábado, 14 de marzo de 2020

La juventud y los partidos políticos



Por  J. Donadín Álvarez (escritor)

El nacimiento de una institución política se considera una respuesta a la inhabilidad de los partidos políticos ya existentes para encaminar las demandas populares hacia proyectos de bienestar. Se trata de una alternativa para un sector de la ciudadanía que inconforme con el manejo de la institucionalidad del Estado puede brindarle su voto de confianza al partido incipiente. A su vez, el instituto político que nace tendrá la oportunidad de fortalecerse si en realidad nació del clamor popular.
Sin embargo, la historia demuestra que todo partido tiende a perder el brillo inicial ante la herrumbre del tiempo. Por tal razón, cuando eso ocurre es necesario que sus líderes se replanteen la situación. Por ejemplo, se debe atender a algunos asuntos como la identidad permanente con el pueblo, la oposición inquebrantable ante la injusticia, los límites de la diplomacia al establecer negociaciones con otras organizaciones políticas, la estimulación de liderazgos frescos, la supresión de la verticalidad interna –mal entendida como organización y lealtad partidaria–, la retención del afecto electoral, etcétera.
Mantenerse vigoroso requiere mucha disciplina. Para un partido político su corpulencia procede de la simpatía de los electores. Ahora bien, el cumplimento de este objetivo en el siglo XXI requiere un cambio en la forma tradicional de hacer política. Al electorado ya no lo conmueve los mítines, el abrazo fingido frente a las cámaras, la demagogia desnuda, sobre todo a la juventud.
Los jóvenes de este siglo son muy diferentes a los del siglo pasado cuya fidelidad a un solo partido los convertía en el voto duro a través del tiempo. Al contrario, el joven actual es impredecible. Hoy puede estar pensando en votar por un partido político y está decidido a respaldarlo en las urnas; pero mañana un anuncio publicitario puede quebrarle la decisión de tal manera que después puede odiar visceralmente al partido por el que inicialmente profesaba simpatía.
En la juventud el apasionamiento político es casi inexistente. Su efervescencia se diluye principalmente entre los deportes, los videojuegos, el cine, las redes sociales, la fotografía y el vídeo en línea. Si de captar su atención se trata, la radio, la televisión y el periódico impreso quizá ya no son los mejores recursos para lograrlo.
Por tal motivo, los dinosaurios políticos de los partidos actuales deben buscar a los jóvenes y permitirles un espacio importante a sus ideas frescas. Negarles una cuota de participación es un error que se pagará caro. De pronto, puede aparecer alguien con poca o ninguna experiencia política, joven, con actitud mesiánica, con una reputación forjada fuera de la política y arrebatará la escasa convicción de la juventud en los partidos tradicionales y canalizará el respaldo juvenil hacia su propio proyecto político.

Es más, es probable que un outsider gobierne Honduras una vez que caiga la narcodictadura.

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