lunes, 8 de junio de 2015

La capital en decadencia



La capital hondureña es el principal escenario de las crisis múltiples que vive el país. Está compuesta de dos ciudades Comayagüela y Tegucigalpa y juntas albergan un millón y medio de habitantes. Lo más valorado de estas ciudades es su clima, y la posibilidad de hacer trámites administrativos.

La capital hondureña está en plena decadencia. Una ciudad ambientalmente insostenible, la principal calamidad en materias de recursos naturales es el agua, no produce el agua que consume, buena parte de los barrios pasan semanas sin agua. El agua se convirtió en buena parte de los capitalinos en un servicio privado y de lujo que lo obtienen si tienen dinero para pagarlo. Pero también esta ciudad no soporta una hora de lluvia, porque colapsan las principales calles y avenidas y las casas de las familias más empobrecidas empiezan a derrumbarse.

Su decadencia no solo es ambiental, también es política. En esta ciudad están las principales ratoneras desde donde se mueven los hilos de la política hondureña. Aquí se cocinó el descalabro del Seguro Social, es el escenario donde se reparten o se cambian los magistrados o los fiscales del Ministerio Público, es donde se pone precio a cada político o funcionario público. Desde casas particulares se deciden las reformas a la constitución según el capricho de partido político que esté en el poder y se negocian la empresas estatales con el grupo económico que financió la campaña electoral.

Es una ciudad donde casi todo se mueve desde el cálculo político, desde la sospecha, buena parte de los asuntos públicos se resuelven en corredores subterráneos de la negociación política. La zancadilla para escalar en cargos públicos es algo cotidiano, hacer dineros del erario público a cambio de asegurar lealtad de un partido es regla de convivencia. En la capital hondureña lo único transparente son su cerros pelados, sin bosques, llenos de casitas. Que dicho sea de paso, cada noche se transforman en una noche de árbol navideño.

Un rasgo muy propio de la capital hondureña, es que la mayoría de su gente vive del presupuesto nacional. Quien está dentro del presupuesto existe, quien queda fuera del presupuesto sobra de la ciudad. Atrás del presupuesto nacional está la elite política y económica, está el activista del barrio, están las ONG de la grandes corporaciones. La lucha por entrar en el presupuesto en una carrera sin reglas, donde se impone la ley de los fuertes. Ojo si se quedó fuera del presupuesto nacional, le tocará tocar las puertas de la cooperación internacional o del mundo diplomático, y si ahí cerraron las puertas, lo único que le espera es un mercado informal.

Una cosa sorprende en esta ciudad, lo cual debe agradecer la clase política, lo bueno que es la gente más empobrecida. Porque siendo la mayoría, siendo los más aplastados por los políticos y siendo los que más sufren la violencia, no reacciona con la misma violencia que sufre contra sus opresores. Sin embargo, esa pasividad es la que sostiene a los opresores, y hace que sigan gobernando la ciudad, el país como una hacienda privada.


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