martes, 16 de junio de 2015

Crisis de fe


Por J Donadin Álvarez *

La creencia en ciertas divinidades resulta inofensiva siempre y cuando ésta se limita al plano de la intimidad personal, cuando creer o no creer involucra únicamente una decisión personal. Pero cuando la creencia no es presentada como una opción sino como una imposición religiosa el asunto no puede ser interpretado de igual manera puesto que nos encontramos ante una tergiversación de la higiene mental, ante un acto de manipulación. 

En países como Honduras donde la pobreza material carcome los deseos de bienestar de su población la religión ha encontrado el terreno fértil para desarrollarse vigorosamente. Como un buen porcentaje de los hondureños abriga una esperanza de mejora, sino en esta vida por lo menos en la próxima, las promesas que la religión promueve sobre el bienestar a futuro encuentran eco en no pocos de ellos.

En consecuencia, la aceptación y amplia difusión del pensamiento de algunos “hombres celestiales”, pronosticadores de prosperidad no se ha hecho esperar. A cambio de pactos de fe, la incauta población ha interpreta  su existencia con ignorante devoción. La feligresía que llena los salones religiosos –y de paso los bolsillos de sus líderes– no parece percibir el chantaje, la manipulación, el engaño y el mercantilismo de la fe en esta teología de la prosperidad  que domingo a domingo le dosifican en cantidades cada vez mayores. ¡Con razón cada día proliferan las iglesias, los evangelizadores, pastores, apóstoles, profetas, etcétera.

Pero, ¿qué tan divinos son estos personajes de la fe? El intento de responderlo podría incitar a la censura. ¿Acaso no está prohibido cuestionar el íntegro accionar de estos consejeros del alma? ¿Cómo es posible dudar del intachable proceder de estos mensajeros del Cielo aunque aquí en la Tierra sean comerciantes prósperos, dueños de medios de comunicación y  empresarios florecientes? ¿No es de todos sabido que la exigencia de integridad y transparencia financiera dentro de sus iglesias constituye un pecado imperdonable?

Está muy claro que las prácticas cotidianas de los embajadores celestiales se muestran despojadas de cualquier aditamento ético y el carácter que las distingue es tan doméstico y terrenal por más que se precien de muy divinos. Su proceder revela que lo más importante para ellos es la acumulación de bienes y que la pobreza de la mayoría  la explican como un resultado de la falta de fe en “el dueño del oro y la plata”. En otras palabras, para estos mercaderes la pobreza es el patrimonio de la feligresía mientras la holgura material es la conquista de la alta jerarquía eclesiástica. A fin de cuentas, dicen ellos, ya lo sentenció Jesucristo: “A los pobres siempre los tendréis”. ¡Vaya interpretación!

Desde luego, la conversión de la fe en un negocio lucrativo no es propio de las mentes que con ingenua sinceridad se han adherido a una creencia. No, este es un proyecto elaborado por las mentes más corruptas del país que tienen mucho que ver con el poder vertical que se ejerce desde allá arriba, o sea desde el Estado en complicidad con algunas entidades religiosas. Los eventos artísticos pagados, las ofertas de bendiciones, las unciones o pactos condicionados  con cantidades de dinero o apoyo electoral a ciertas líneas ideológicas tienen una estrecha relación con el deseo de mantener sosegada a una población, acrítica y sin capacidad de sublevación contra la dominación de la que es objeto y que casi no logra percibir.  

Considerando todo lo anterior, se puede afirmar que la religión practicada en Honduras es dañina porque no es nada consecuente con sus postulados. Su ética y los beneficios  de practicarla son de acceso limitado, particularizado, estratificado y selectivo. Y si no se presta para generar un ambiente de igualdad y de mejoría en las condiciones de vida de sus devotos es evidente que se trata de un magno negocio  de la élite o casta sacerdotal moderna y no de un proyecto divino. 

* Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM

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