miércoles, 24 de junio de 2015

El que calla otorga



Estamos en un tiempo privilegiado para hacer valer nuestra voz, y alentar las actuales movilizaciones para que sean símbolo de una indignación esperanzada. No decir una palabra, o decirla a medias o ambiguamente, ante el atraco tan escandaloso al Instituto Hondureño de Seguridad Social, es dejar el pecho descubierto de contubernio con las verdaderas mafias que habitan en la cúpula del partido Nacional.

Las hay personas o instituciones que dicen que no dicen nada sobre la corrupción en el seguro social porque lo mismo ha ocurrido con otros políticos que han robado en administraciones anteriores, haciendo alusión directa al gobierno de Mel Zelaya. Es decir, los que no denuncian ni dicen nada en público y con claridad sobre los que arrasaron el seguro social, es porque seguramente siguen siendo parte de una de las partes de la polarización que se trae del año 2009.

Callarse ante lo que ha ocurrido es una manera de decir que hay que estar en contra de la corrupción como concepto abstracto, pero se guarda silencio ante la lucha contra la corrupción que tiene rostros con nombres y apellidos. En los hechos, los que callan, y tienen mucha voz para otras cosas, son los que en su silencio estarían rechazando las caminatas de antorchas al tiempo que en lo más profundo de su silencio se emocionan gritando vivas a las marchas azules pagadas por el oficialismo para contrarrestar la presión popular.

En la Honduras de hoy, ¿no son acaso los silencios una bulla que delata a los que han decidido callar porque en algo protegerían o en algo tendrían que ver con los auténticos corruptos?

No se puede aceptar la impunidad porque con ella no se construye nada que no sea corrupción o destrucción humana e institucional. Y el silencio ante lo que está ocurriendo en Honduras puede convertirse en una dolorosa aceptación de la impunidad que actualmente la sostienen reducidos grupos que se han organizado en mafia para hacer fechorías desde el Estado.

Lo que está ocurriendo en Honduras es la irrupción de muchas voces y energías que durante muchos años se mantuvieron encerradas. La indignación ante la corrupción y la impunidad rompió con el encierro. Sin embargo, la indignación ha de estar acompañada de la esperanza, porque sin la esperanza la indignación podría fácilmente caer en la revancha o en la violencia irracional. La indignación con esperanza conduce a propuestas racionales, organizadas y dignas.

Por ello, salir de los silencios y aportar dosis de esperanza y contenido es uno de los aportes de los diversos sectores sociales, académicos, intelectuales, eclesiales y políticos. Evadir este aporte en este privilegiado tiempo que vivimos, puede llevarnos a dar alguna legitimidad a los que se esconden en la impunidad, porque a fin de cuentas, y especialmente en estos tiempos, el que calla otorga.

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