martes, 23 de junio de 2015
Y llegaron
Por Melissa Cardoza *
Por fin llegaron las lluvias, jodido. ¡Qué bien! Que crezca la milpa, que se mojen las tierras donde se agobian los frijoles, que corran los ríos, que llueva, que llueva. Que florezca otra vez la esperanza que salta cada que encuentra una grieta en el asfalto.
Los pronosticadores del tiempo como los analistas de los movimientos sociales, saben mucho y le atinan poco. Mientras unos tenían semanas anunciando tormentas que no llegaban, los otros nos elaboran complejos análisis de pueblos durmientes, estúpidos del hambre y sin voluntad alguna.
La imaginación es más poderosa que la realidad, por fortuna, y ahora son miles de antorchas las que la cargan con variopintos tonos de luz. Pero hay que hacerla crecer por algunos caminos, porque los partidos políticos ya tienen sus cálculos y sin duda el régimen violento también.
Las lluvias llegaron y la gente está de nuevo en la calle, qué más podemos pedirle a un junio que ya tiene fama de golpeado y resistente.
Mucho más podemos pedirnos a nosotras mismas. Podemos pensar críticamente y entender la señal de la esperanza sin perder las experiencias de la historia de las mujeres que siempre quedan prensadas entre los negociadores de siempre.
Podemos mirar con atención dónde y quién mueve los hilos que parecen invisibles, pero que siempre están en algún lugar en manos de los viejos conocidos, y algunos nuevos por conocer, y nombrarlos con sus letras.
Podemos desear que el miedo a equivocarse no entierre la posibilidad de probar en vez de repetir, para lo cual es bueno dialogar, pensar juntas, aprovechar la oportunidad de conocer otra gente y otra razones confiando en la autoridad de las multitudes nacionales y no las instancias internacionales o los siniestros Salvadores que bien conocemos.
Podemos volver a confiar sin ser ingenuas, mirando con atención con quien se comparte la palabra, la calle y la vida. Apasionarnos sin perder la vista en nuestras refundacionales ideas feministas.
Que viva la lluvia, antigua en la tierra, que hace crecer lo nuevo. Que viva la indignación que nos descoloca de los lugares de la comodidad morbosa que ha construido el miedo y la resignación.
Que caigan los corruptos, que caigan todos, que todos se vayan. Que paguen el dinero que se robaron. Que caigan todos en todas sus presentaciones: los que dicen una cosa y hacen otra, quienes agreden y hablan de paz, los que ahora resultan héroes por coyuntura, quienes hablan de buena fe, de amor y compromisos mientras calculan el próximo zarpazo.
Que nunca nos abandone la memoria ni la fuerza de los intentos críticos y puestos en la calle, en la casas, en las camas, en todas partes.
¡Bienvenidas otra vez a junio, donde todo es posible, y la insurrección va!
* Escritora feminista hondureña
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