lunes, 1 de junio de 2015

"América Latina no necesita que Washington le dé lecciones"


Kalvellido

El profesor estadounidense Eric Hershberg es director del Centro de Estudios sobre América Latina, 
de la American University de Washington DC. 
Estuvo en Quito para brindar una serie de conferencias en la Universidad Andina Simón Bolívar 
sobre las relaciones de Estados Unidos con la región y la marcha de las conversaciones entre EE.UU. y Cuba.

¿En qué medida el inicio de relaciones con Cuba implica una nueva etapa en las relaciones con toda América Latina?
Sí, implica una nueva etapa en la medida en la que el presidente Obama se dio cuenta en algún momento del año 2013 que de no cambiar la política con Cuba no iba a tener Cumbre en Panamá y que la "no cumbre" de Panamá iba a convertirse en el lema que resumiría las consecuencias de su presidencia en las relaciones con América Latina. Y reconocía que esto era una forma de quedar en la historia que no le apetecía y entonces tenía que resolver ese tema. Y se dio cuenta que parte del problema era que él había sido mal asesorado con respecto a América Latina y delegó a gente de su altísima confianza en la Casa Blanca, el papel de comenzar las negociaciones secretas con los cubanos, sin pasar por el Departamento de Estado. A la vez reconoció que había otros temas en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina que habían las deteriorado en extremo durante su presidencia y en ese momento designo al vicepresidente Biden a que tomara las riendas para coordinar las relaciones con las principales contrapartes de la región. Esto ha pasado desde hace un año, en el cual Biden ha sido la persona clave que interactúa sea con el tema de los migrantes de Centroamérica o con los brasileños.

¿Y qué es lo que estaba haciendo tan mal Obama frente a América Latina?
Lo que estaba haciendo mal era que en cada tema que a América Latina le importaba la administración Obama no cooperaba: migración, cooperación en lugar de imposición en el tema de la lucha antidrogas, Cuba, Snowden… Cualquier cosa, por ejemplo la actitud frente a Venezuela; no es algo que los norteamericanos entienden plenamente, algunos sí, otros no. Que no es el caso de que haya una discrepancia en la postura de la Casa Blanca frente a Santos o Dilma respecto al gobierno venezolano; lo que hay es una madurez en las capitales de los países sudamericanos, que no lanzan comentarios irresponsables ni mal pensados, como hizo en algunas ocasiones el Departamento de Estado. Cada vez que desde una perspectiva –sea ingenuidad, prepotencia, ignorancia o mal cálculo- se lanzara desde el Departamento de Estado una declaración que complicaba la situación con Venezuela, cada vez más gente decía: estamos harto de esta gente. Y creo que esto se dio a lo largo del último año, comenzando con la apertura de las negociaciones secretas con los cubanos, y agregaría los mensajes conciliatorios con los brasileños luego de las elecciones para reprogramar la visita de Dilma, además de no criticar a los países que no comparten la visión de la Alianza del Pacífico sino simplemente trabajar profesionalmente con los que sí la comparten. A ello se agrega la decisión de la Casa Blanca de actuar unilateralmente para normalizar la situación migratoria de cinco millones de latinoamericanos; la decisión de proponer mil millones de dólares de ayuda para Centroamérica… Todos estos son gestos que estuvieron ausentes durante cinco años y medio y que ahora ha cambiado desde hace más de un año. Es un cambio importante.

¿Y cuándo exactamente se da cuenta Obama de que está siendo mal asesorado?
El momento clave fue cuando salió de la Cumbre de las Américas en Cartagena. Él no entendía lo que pasó. A él le habían dicho que Cartagena iba a ser una gran celebración de cuánto los latinoamericanos le querían, lo contentos que estaban y no sabía lo que pasaba. Destituyó entonces a sus asesores, si uno mira el transcrito de los comentarios de Obama en Cartagena estuvo absolutamente alucinado. No sabía el nivel de desencanto que había. Lo decimos de broma siempre, pero lo mejor que le ocurrió ahí fue el escándalo de las prostitutas con su servicio secreto, porque eso distrajo de lo catastrófico que fue lo sustantivo.

En ese tiempo estaba Hillary Clinton en el Departamento de Estado, ¿se puede atribuir a ella esa visión distinta?
No, creo que ha habido continuidad desde Clinton hasta John Kerry, no veo cambios ahí. Y no creo que para alguno de ellos había sido prioritaria América Latina; por motivos obvios ellos tenían una prioridad en Oriente Próximo, en Asia, Rusia y un largo etcétera. Y para ellos América Latina no fue prioridad, no han tenido los cuadros más aptos para América Latina, y yo creo que lo que ha ocurrido recién es que la Casa Blanca ha tomado la iniciativa, ha llevado con ellos al Departamento de Estado, y eso no fue por el cambio entre Clinton y Kerry, sino el reconocimiento de que necesitaba un liderazgo con la impronta del presidente para que el status quo de los primeros cinco años de la administración fuese superado.

¿Qué espera la Casa Blanca con este cambio de política?
Espera primero que la historia reconozca que fue Obama quien puso fin a una política absurda y hasta vergonzosa y humillante para Estados Unidos frente a la opinión seria del hemisferio. Creo, en segundo lugar, que Obama reconoce que las medidas que él ha propuesto con respecto a la migración son justas y correctas, pero también contribuyen a consolidar un clivaje político dentro de Estados Unidos, con implicaciones partidistas en las cuales esta generación y las próximas generaciones de latinos en Estados Unidos van a reconocer a quien votar y a quien no. Eso es consolidar un clivaje fundamental para el futuro electoral en Estados Unidos y en el cual los republicanos están dando campo abierto para asegurar que esos votos latinos queden con los demócratas en los próximos cincuenta años. Ese es un gesto correcto y humanitario primeramente, y luego es un gesto político sabio a la par que deja que los republicanos se suiciden políticamente, y en tercer lugar fortalece la imagen de Estados Unidos frente a sus interlocutores en América Latina, porque ellos reconocen que este es un gesto para reconocer los derechos y la humanidad de los latinoamericanos que viven en Estados Unidos, y que Obama es la persona que desde la presidencia ha reconocido su humanidad.
Si el camino es el correcto con Cuba y con la migración latina, ¿qué pasó en el caso de las sanciones a funcionarios del gobierno venezolano? ¿Fue un error?Sí, fue un error y una estupidez, y lo reconoció la Casa Blanca unos días antes de la Cumbre de Panamá. Casi le dio un regalo a Maduro para que la Cumbre se concentrara en eso.

¿Por qué sucedió ese error?
Eso sucedió porque hay gente en la burocracia del Departamento de Estado que tiene un visión muy maniquea e ideologizada y muy “superpotencializada” del papel de Estados Unidos y el derecho de Estados Unidos de opinar sobre lo que le da la gana. Es más, no es solamente que hay esos burócratas que han tenido una gran influencia sobre la política con respecto a América Latina y piensa que si un congresista le pide que haga una declaración y no la hace, el momento que lo nombren embajador le va a obstaculizar el nombramiento. La administración Obama dejó pasar esa declaración sin haber pensado en las consecuencias; cuando se dieron cuenta Benjamin Rose, el asesor de Obama, salió desde la Casa Blanca y dijo que fue un error de mal juicio y se comunicaron directamente con los brasileños, los colombianos y los mexicanos diciendo que fue un error de Estados Unidos y pidieron que esto no se convierta en show en Panamá. Y enviaron a Thomas Shannon, que es el más antiguo de los diplomáticos estadounidenses, a reunirse con Maduro e intentar tranquilizar las cosas. Y eso les sirvió, pero fue un error de cualquier manera, y lo que no entiende esa gente -y no les importa porque lo que quieren es un show- es que si uno quiere que Maduro salga de la presidencia y que Venezuela logre gobernarse por gente no tan radicalmente irresponsable, la forma en que eso tiene que ocurrir –y te lo van a decir en Brasil, Colombia o México- es que se llegue a las elecciones legislativas limpias en la segunda mitad del 2015, y debe haber acuerdo acerca de cómo se van a dar esas elecciones y, aunque roben un poco, el chavismo va a perder, y perdiendo esa elección, con el acompañamiento de países latinoamericanos puede haber una transición equilibrada y ordenada en Venezuela. Una política de condenas al gobierno venezolano, como de críticas a los gobiernos latinoamericanos por no salir a apoyar un caos y un colapso en Venezuela, no es una postura constructiva. Y yo creo que hay gente en la Casa Blanca que entienden que si eso es lo que Estados Unidos quiere hacer es mejor que se callen y dejen que Colombia o Brasil -y creo que El Vaticano puede desempeñar un papel- lideren el acompañamiento internacional a la dinámica interna venezolana. América Latina no necesita que Washington dé lecciones de cómo conducir sus políticas internas ni sus comentarios sobre política de los países vecinos; eso era en el siglo XX y hay que dejarlo atrás. Si uno tiene una conciencia histórica, entiende precisamente el grado de consenso que hay entre Santos, Roussef o Bachelet sobre cuál debe ser el futuro de las Américas, y un presidente norteamericano con conciencia histórica debe entender que con respecto a América Latina es mejor callarse.

Sobre la Cumbre de Panamá, ¿cree que los países de la ALBA, encabezados por Ecuador y Venezuela, resultaron aislados?
Efectivamente, resultaron absolutamente aislados, fracasó completamente la idea de aprovechar la tontería de las declaraciones de Washington para desviar a la Cumbre. Fue una Cumbre marcada claramente por una especie de consenso alrededor del reencuentro entre Cuba y Estados Unidos y a través de ellos de la región. Creo que los jefes de Estado que no pudieron resistir intervenir con comentarios que buscaban confrontación quedaron bastante aislados. El hecho de que no hubo ni aplausos ni ecos es testimonio de cuán marginales han quedado esas posturas. No soy especialista en política exterior de Ecuador ni en política interna, pero me parece un error, a escala hemisférica, que Correa se apunte a ello. No gana nada, ni entiendo qué puede ganar a lo interno, pero a escala regional no gana nada; y si lo que Correa quiere es autonomía para hacer lo que le da la gana, lo que más le sirve es navegar con el consenso en la región y dejarlo ahí. Pero por cualquier motivo, sobre el cual no voy a especular, optó por ese camino, y eso no le ayuda. Y vamos a ver en el transcurso del 2015 que el camino prudente para los gobiernos del ALBA no va a ser defender a ultranza al gobierno de Maduro, porque esa es una estrategia para perder, porque ese gobierno es inviable.

De todas maneras, no sé que piense de la política de Rafael Correa respecto a los ataques al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, especialmente contra la Comisión Interamericana; política que se sustenta en una confrontación aparente con los Estados Unidos. ¿La Casa Blanca toma en cuenta esto, le hace caso a Correa?
No, yo no creo que le hace mucho caso. Creo que lo encuentran como un loco de por ahí y no les importa mucho.

"Fue una Cumbre marcada claramente por una especie de consenso alrededor del reencuentro entre Cuba y Estados Unidos y a través de ellos de la región. Creo que los jefes de Estado que no pudieron resistir intervenir con comentarios que buscaban confrontación quedaron bastante aislados". Pero ¿no cree que de todas maneras esa política de Correa puede causar daños en el Sistema Interamericano, o eso ya está neutralizado?
Ni lo uno ni lo otro. El Sistema Interamericano tiene muchas dificultades hoy, que no se limitan a un país. Ha habido críticas y hasta defecciones de diversos países; Estados Unidos tampoco se presta a la autoridad de este Sistema, y tampoco puede decir mucho. Pero no creo que las posturas de Ecuador les ocupe mucho tiempo, ni que le den la mayor importancia.

¿Cómo ve la Casa Blanca la presencia ahora casi hegemónica de China en América Latina? ¿Qué tanto le preocupa eso?
En el último año se me ha hecho varias veces esa pregunta, y he dado una respuesta que creo válida todavía: yo no creo que a la Casa Blanca y, en general, al Departamento de Estado les preocupe en absoluto la presencia de China en América Latina. Es más, hasta creo que para ellos es un acontecimiento positivo; uno no puede entender el boom económico de América del Sur en la última década, sin entender la demanda desde China. Es un resultado positivo para Estados Unidos que América Latina crezca durante una década; es más, es una preocupación si no va a crecer más. América Latina creció por la inversión y el comercio chinos, y lo han visto como una cosa absolutamente positiva. Es más, si China está creciendo con el hierro, el petróleo y el cobre de América Latina, esa China está produciendo y de esa forma construye demanda para la manufactura y servicios de Estados Unidos también; es decir, estamos igualmente dependientes del dinamismo de China y eso quiere decir que América Latina se convierte en una sociedad de clase media, que puede ser más democrática y un mejor mercado para la producción de Estados Unidos. Positivo suma positivo. Creo que hay un consenso sobre eso en Washington y que hay discrepancia en la derecha. El Partido Republicano lo ve en términos de balance de poder, y piensa que esta "es nuestra región", que China se está metiendo y es una amenaza a la seguridad. Yo no creo que esa es la postura de esta Administración; sin embargo, cuando ven el tema del canal en Nicaragua o la cuestión de si fracasa la Alianza del Pacífico y el resultado es la hegemonía de China en Asia, eso sí le importa a Estados Unidos: su pivote a Asia; si eso no tiene éxito les empezará a preocupar China; pero diría que más allá de esa situación entre Maduro y el canal de Nicaragua, yo no creo que les importa.

¿Y cómo analiza usted la presencia de China en América Latina?
Pienso que dejando al lado el tema de las desventajas del extractivismo -desde un punto de vista ecológico y de ser un modelo de acumulación que no crea empleo- el hecho de que desde el 2003 hasta el 2012 América del Sur ha tenido ritmos de crecimiento que no ha tenido desde la época de la sustitución de importaciones es un logro enorme, y ha redundado positivamente en gobiernos como Uruguay, con cierto tipo de izquierda, hasta Brasil, otro tipo, o Bolivia, otro tipo de izquierda. Para mi eso eso es enteramente positivo. La preocupación es qué pasa ahora, cuando en muchos de esos países los frutos de esa bonanza no se invirtieron en una diversificación productiva, en avances tecnológicos, etcétera; y ahora, cuando parece acabarse el ciclo de bonanza de las materias primas, qué es lo que va a impulsar la acumulación y la creación de empleo en esas sociedades; y, en ese sentido, la preocupación también es qué es lo que va a proporcionar la base económica que facilite y genere el apoyo político para grupos de poder que buscan transformar esas sociedades en sentidos progresistas. Eso para mi es una enorme interrogante; no es la forma como lo plantearía la administración Obama, pero no saber cuál es el futuro de esas sociedades si China no les está impulsando es un problema, porque la visión de los organismos multilaterales, que es muy afín a la Casa Blanca, es que la meta para América Latina es convertirse en sociedades de clase media, que son sociedades de consumo, liberales y que van a ser mercados de Estados Unidos, y lo que estaba impulsando todo eso es China y la demanda de los commodities. Si eso se está acabando, es una preocupación. Es más, también para Estados Unidos, China es fundamental y no quieren que esto se atenúe.

Volviendo a Cuba, ¿cómo ve la relación con Estados Unidos, cuáles son sus alcances y límites y cuáles son las dificultades que deben sortear ambas administraciones?
Van a haber muchas y creo que hay creciente realismo en estos países porque no han tenido nunca una relación normal. Y no lo digo de broma: hablar de normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es una cosa absurda, esa relación ha sido colonial o lo que sea, menos normal. pero buscar una relación de respeto o, en las palabras de Raúl Castro, un trato como si fuera entre países civilizados, eso ya ha comenzado. A nivel oficial hay un trato de respeto y con un tono civilizado. Ahora, para ir más allá hay muchos temas. Estados Unidos sigue con legislación que obliga a que el gasto de fondos públicos tenga el propósito explícito de derrocar al sistema político y económico de Cuba; y Obama no puede eliminar eso, que es determinado por la legislatura, esos fondos están ahí y su gobierno tiene que gastar esos fondos que tienen el propósito, legal, de derrocar ese gobierno. Ese es un problema. Ahora, ¿qué se puede hacer?; se puede negociar con los cubanos para entender que la "promoción de la democracia" no necesariamente tiene que limitarse a financiar cubrir gastos de alimentación, vivienda o lo que sea a personas que tienen la actividad de derrocar al gobierno. Pueden también ser parte de programas de capacitación de microempresarios. Eso también, se puede decir es fortalecer la democracia; pueden ser programas de créditos para nuevas cooperativas para extrabajadores de empresas estatales que ahora se convierten en cooperativas bajo la legalidad cubana. Esas cosas son muy complejas sobre todo porque gran parte de la burocracia en Estados Unidos, la cual implementa esos fondos, está comprometida sincera y profundamente con derrocar al gobierno cubano, llevan décadas haciéndolo. Es muy importante es que desde la Casa Blanca haya presión constante para que estos cambios se materialicen en comportamientos.

¿Y qué pasa con Cuba?
De la misma forma en Cuba: hay niveles y niveles burocráticos de profunda resistencia a la noción de que pudiese haber normalidad de relaciones con Estados Unidos, y un temor a qué puede significa eso. Raúl Castro va a tener que empujar, empujar y empujar para que esas resistencias vayan disminuyendo; pero a la vez hay que entender que Obama no tiene temor alguno de que si este proceso de aproximación fracase, ese fracaso vaya a derrocar el sistema político y económico de Estados Unidos; Raúl Castro, tiene que, en cambio, prestar atención a la estabilidad del orden político del Estado cubano; su compromiso principal es proteger a al revolución, lo cual implica la consolidación perpetua del Estado revolucionario cubano que es un Estado de partido único y sin la posibilidad de ceder en el monopolio del poder político del Partido Comunista; eso no es negociable y Castro va a acompañar el proceso de creciente interlocución con Estados Unidos, en diversas formas, siempre con eso en mente: en la medida en que ocurra algo que ponga en peligro esa prioridad ese proceso no seguirá adelante. Ellos van a ser muy selectivos en las áreas en las cuales aprovechar las nuevas posibilidades para interactuar con Estados Unidos; lo cual implica que algunas de las visiones de cómo en alguna forma Cuba se va a transformar de hoy a mañana son exageradas. es una sociedad que se va a transformar de una forma gradual, creo que con una notable estabilidad una sociedad, en una sociedad de monopolio de poder político y con cierta diversificación y autonomía económicas que, quizás, y esto es un gran desafío, genere suficientes niveles de productividad para que la economía cubana logre proporcionar los recursos necesarios, tanto para que el Estado funcione, como para que la población tenga suficientes bienes de consumo para sobrevivir con dignidad, lo que ahora no tiene, ese economía no funciona y lo sabe Raúl Castro. Quizás esta apertura gradual y parcial pueda superar eso; no va a traer una sociedad rica ni una economía productiva ni racional pero puede superar el nivel en que está ahora, que es por debajo de lo necesario para reproducir el orden social y político. Y esa es la apuesta que están haciendo.

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