En silencio, lentamente, decenas, centenares de personas queridas siguen yéndose al cementerio a causa de la pandemia de la corrupción y de la negligencia derivada de ésta. En total, ya casi sobrepasamos las 1500 víctimas desde marzo a la fecha. Una masacre continua.
Atrás quedaron aquellos días televisivos de Francis Contreras con sus grandes cejas y sus grandes ojos abiertos de extraño mirar, anunciando todos los días la dosis de terror que llevó al pueblo de Honduras al hartazgo, a la parálisis.
El aterrorizante servicio diario del doctor Contreras a veces ha sido complementado por el Sisimite del río Grande, ese sujeto barbudo, desaliñado y sin pudor, que saca la lengua entre sus pómulos abultados, para asustar a la gente.
Hoy se puede concluir que todos estos cinco meses transcurridos han sido una pérdida de tiempo para informar a la población sobre las formas solidarias de cuidar a los seres semejantes y no solamente a sus familiares y amistades.
Hemos perdido cinco meses de orientación humanista, como han hecho la mayoría de países del mundo, para evitar la propagación del virus Covid-19 y cuidar de todos nosotros sin necesidad de chafas armados ni de ladrones asquerosos.
Hemos perdido más de 150 días del año sin producir todos los alimentos que necesitamos para sobrevivir ni generar los bienes y servicios indispensables, porque una tranca gestionada por reservistas lo impidió, o un regimiento de chafarotes idiotas persiguió y encerró a los campesinos y obreros que lo intentaron.
Ahora que los sectores privados sienten la mordida del consumo caído, de la recesión inevitable y la teta de la vieja vaca arrugada, vuelven a presionar al Señor del Río con esa campaña de apertura inteligente para recibir más.
La campaña de salvar vidas para salvar la economía con reapertura de actividades productivas, de ventas y empleos, ha sido contestada por la dictadura con varios anuncios que incluyen la orden de girar la mirada hacia otro lado.
La mirada estaba puesta sobre los contenedores que abría la ATC junto al Consejo Nacional Anticorrupción, las piezas antiguas de armatostes hospitalarios, y las facturas mafiosas del clan de los Bográn.
Ahora el régimen hace girar la mirada hacia los estadios con el anuncio de reapertura de las potras con los equipos del patrón y hacia los aeropuertos, para reactivar los vuelos no sabemos hacia qué países.
“Fuera de casa usa siempre tu mascarilla, lava tus manos constantemente y mantén el distanciamiento social” sigue repitiendo el doctor Contreras en la tele, sin miedo a morirse de aburrimiento.
O sea, para retomar el inicio de esta reflexión, deberíamos decir que las técnicas del miedo colectivo y de parálisis social desarrollaron formas de adaptación y de resistencia, de aceptación y rechazo, y por eso la dictadura ensaya nuevas técnicas de control a través de la evasión.
El traslado de los tales contenedores de basura hospitalaria hacia Tegucigalpa, rodeados de esa típica publicidad apoteósica, mesiánica, lambiscona, es una imagen impuesta que apaga las voces potentes de personas diciendo, mi madre, mi padre, mi hermana, mi hijo, se murió esperando esos hospitales que anunciaron desde la primera semana de marzo.
Es la imagen de un convoy de militares omnipresentes alrededor de una dictadura corrupta que ha probado su incapacidad para construir, su maledicencia para actuar y su perversidad para gestionar la economía y la política durante una emergencia sanitaria.
En la memoria colectiva del pueblo hondureño quedará grabado el corrupto régimen del Covid19, así como el período huracanado de Carlos Flores Facussé quedó fichado como el gobierno del Mitch, aprovechado por una caterva de ministros que robaron a manos llenas la solidaridad internacional.
Eso no se olvida, Tomasito, Gustavo, Gabriela y compañía, jamás. Aunque ustedes y sus jefes no hayan sido sometidos al mamo, aquél pueblo sufriente con el agua hasta el cuello no se olvida de ustedes, nunca. Pueblo errante y migrante, pero con memoria.
A éstos de ahora que entretienen a la gente con la nueva tarjeta de identidad satelital para que olvidemos el impacto descomunal de la desaparición de cuatro líderes garífunas de Triunfo de la Cruz, les vamos a recordar también con nombres y apellidos.
Las caravanas provocadas por sus violencias y sus saqueos a la moral del pueblo y a sus bolsas concretamente, eso no se perdona. Eso no tiene madre.
En los próximos días comenzarán a llegar a Honduras delegaciones independientes de Europa y América del Norte, a decirle a la comunidad negra de Honduras que las empresas turísticas, marinas y de fachada legal que han tomado por la fuerza a Sneider, a Milton, Suamy y Gerardo, van a ser golpeadas delante de sus financiadores en Europa, Caribe y Norteamérica. La libertad y la vida de la gente se respeta.
Ninguna distracción del régimen debe apartarnos la vista de los temas centrales de la nación, de las violaciones a los derechos humanos, de las condiciones de trabajo de médicos, enfermeras y de todo el personal de salud, que mueren impunemente en la primera línea de batalla contra el virus y no como los empistolados que están lejos del teatro de las acciones.
Mantenernos en una actitud vigilante, crítica y prestos a la acción es lo único que nos queda en este escenario, y eso depende de cada una de nosotros. Cada manifestación con símbolos, con ruidos, en vehículos o por los medios posibles, es una obligación cívica.
La mediocre organización criminal que controla el Estado desde 2009 no es ni más inteligente ni más poderosa que este pueblo que ha sabido sobrevivir y salir adelante de todas las lacras que se creyeron más vivos que todas nosotras.
Honduras es nuestra, aquí los inútiles que no cuentan son los corruptos, los narcos, los policías militares y todos esos parásitos que andan a su lado velando una bolsa o una puteada de Pompeo o del mismísimo Trump, que está discapacitado con mil víctimas diarias en su país, por necio y por inepto.
Aquí los inútiles son los malandros que le roban a la gente su derecho a la salud, a la libertad y a la vida. A esos seres no los queremos, o como diría el poeta necesario, los queremos lejos.
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