lunes, 24 de agosto de 2020

El que la hace la paga


Defensores en Línea

En los últimos días es evidente un comportamiento infame del régimen impostor que envía señales de venganza, en medio de la pandemia generada por el Covid-19 en Honduras.

La destrucción del vehículo utilizado para el parlanteo de actividades de resistencia cívica en la capital fue un mensaje de ese tipo. El ultraje físico contra el médico que interpretó públicamente los signos de alcoholemia del dictador fue otro mensaje de esa estirpe. Igualmente, los intentos masivos de destrucción del viral grafiti en Suyapa, y la persecución de los pintores rebeldes.

Hay otros ejemplos en distintos puntos del país, que confirman la tercera fase del fascismo local amparado en el nuevo código de la impunidad, ese instrumento que busca cortarle la garganta a los librepensadores, a las artistas, y a toda persona natural o jurídica que represente un obstáculo para las mafias.

Las tres fases de este proceso de maduración golpista neoliberal han sido bien pensadas para emular el camino recorrido por Tiburcio Carías, responsable de la fórmula perversa del “encierro, destierro, entierro” hasta 1949. Aquella no fue una línea contra delincuentes, fue un plan macabro para deshacerse de la oposición social y política, que les duró 19 años.

En nuestra era, todo empezó en 2013 al amparo de una diarrea de leyes habilitantes de negocios que otorgaron a Juan Orlando Hernández el embuste de amenazar. “Haré lo que tenga que hacer, para devolverle la paz a Honduras”. La paz nunca llegó. Lo que sobrevino fue la incertidumbre, el fraude y más violencias promovidas por el Estado, hasta la absoluta corrupción durante la pandemia.

Haré lo que tenga que hacer ha significado muchas cárceles costosisimas para los adversarios políticos, los defensores del medio ambiente, el campesinado que cultiva la tierra y las juventudes que se expresan de diversas formas en todo el país.

Esa frase es la primera fase del plan que dio poder a los militares golpistas, a las iglesias fundamentalistas, a los medios de desinformación y a los aliados con poder en las sombras.

La segunda frase de la segunda fase, fue el ataque en 2017: “¿Quién dijo miedo? Como quieran quiero y cómo se pongan, puedo”. Un mensaje que ha tenido tres connotaciones en el transcurso de los últimos dos años y medio, hasta llegar a esta semana.

La primera significación vulgar de este código en el mundo semental es que un macho cabrío va por los campos sin frenar el instinto, penetrando las cercas del vecindario sin limitaciones ni control. Y eso es, sin duda, una oda al pecado, una herejía, además de una declaración de violaciones.

La segunda connotación de esa frase es que la dictadura ve todo acto de oposición moral como una amenaza a no tenerle miedo. Igual que en 1980, liberales y nacionalistas apuntaron contra el CCOP, el Comité Visitación Padilla, el Codeh y otras organizaciones de hombres y mujeres comprometidos, y atacaron sin miedo con Álvarez Martínez y su 3-16. Desaparecieron y mataron bajo ese mismo discurso fascista que crea enemigos para luego cazarlos.

“Como quieran quiero y cómo se pongan, puedo” es una frase básica del submundo social e inclusive del hampa, que, en la boca de una persona respaldada por una estructura militar de poder sin reglas, y de una estructura de activistas plenos de intolerancia a nivel nacional, era un ataque a la alianza política y social de 2017. Y fue una sentencia para legitimar el violento continuismo por la vía del fraude y por la vía de la violencia.

Hoy, en agosto 2020, entramos a la tercera fase fascistoide precisamente en la víspera de la segunda ola de contagios que vendrá pronto con la apertura de las ciudades y del proceso electoral. La tercera fase tiene una tercera frase: “el que la hace, la paga”. Y aquí no caben dudas, es la fase de la venganza.

Si bien es cierto, la frase fue lanzada a lo pícaro, al vacío de los funcionarios corruptos del régimen que roban el dinero destinado a evitar el contagio y las muertes, la intención de la venganza no es hacia adentro de su redil sino hacia el vecindario que comenzó a salir del encierro de cinco meses, con un discurso fuerte hacia los mafiosos: ¿dónde está el dinero?

“El que la hace la paga” no sólo es el título de una canción vindicativa de Joan Sebastian en son norteño. Es la tercera fase de la dictadura hondureña, que tiene como antecedentes la amenaza de hacer lo que sea no importa lo que sea, y no importa la posición de suplicio que deseen sus oponentes.

“Vas a llorar por lo que has hecho/ Y no lo digo por despecho/ ¡Vas a sufrir por lo que hiciste! / Te reíste de mí, ¿cuál era el chiste / El que ríe por último ríe mejor/ Tú escupiste para el cielo/ No me vuelvas a tomar el pelo/ El que la hace la paga!”.

Esos son algunos de los versos pendencieros de la citada canción que el dictador hondureño lanzó hacia las juventudes que pintaron el puente del boulevard Suyapa, para reclamar el robo del dinero que debió ser utilizado para los hospitales y centros de salud. Y por haberse reído de la torpeza de Tito y las estupideces del aceite quemado y la arena sobre el puente.

Es una frase que representa el comportamiento de una estructura política y económica que tiene prácticamente todo a su favor, el poder coercitivo del Estado y de su aparato ideológico, pero que no tiene el control del actor más importante: el pueblo.

El pueblo no son los activistas nacionalistas asalariados de Vida Mejor ni son los activistas liberales impulsores de la segunda vuelta para volver a juntar sus bases dispersas tras el golpe de 2009. El pueblo es ese porcentaje robusto que sobrepasa el 50% de la población que no admite ser herrada ni venteada por ninguna fuerza de la dictadura.

El pueblo no quiere al dictador, y este es un hecho irrefutable. No se trata de un sector “mancha paredes” como le gusta señalar al cardenal nacionalista Oscar Maradiaga ni de “vándalos” como le encanta adjetivar al pastor Ebal Díaz. Esas personas son el brazo cívico del pueblo que viraliza sus acciones en un acto de santa rebeldía y de pleno ejercicio del derecho humano a la libertad de expresión.

La cantidad de personas que en una semana ha visto y reproducido en redes sociales la frase ¿dónde está el dinero? rebasa absolutamente las audiencias cautivas de los antiguos canales de televisión atenazados por el poder.

Pero en este contexto el aviso de venganza es igualmente irrefutable. “El que la hace la paga”. Los 4 líderes garífunas que defendían con sus vidas los límites del territorio caribe amenazado por los mafiosos pagan con su desaparición forzada hasta nuestros días. El doctor Girón pagó con torturas haber diagnosticado en público una enfermedad insidiosa que sufre el poder. Y los grafiteros sufren la persecución de las fuerzas armadas pretorianas que están coléricas porque el pueblo se ríe contra los corruptos.

El pueblo es tremendamente creativo. No hay dictadura que haya vencido al pueblo en este planeta. Ninguna. Ningún dictador quedó dentro de la historia, excepto como asesino o ladrón. Por eso veremos bien pronto esa misma canción cantada de otro modo:

“Vas a llorar por lo que has hecho/ Y no lo digo por despecho/ ¡Vas a sufrir por lo que hiciste! / Te reíste de mí, ¿cuál era el chiste / El que ríe por último ríe mejor/ Tú escupiste para el cielo/ No me vuelvas a tomar el pelo/ El que la hace la paga!”.


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