sábado, 22 de noviembre de 2014
Bolivia está cambiando
Por Ignacio Ramonet
Para el viajero que vuelve a Bolivia varios años después y camina despacito por las empinadas calles de La Paz, ciudad encaramada entre barrancos escarpados a casi cuatro mil metros de altitud, los cambios saltan a la vista: ya no se ven personas mendigando ni vendedores informales pululando por las aceras. Se percibe que hay pleno empleo. La gente va mejor vestida, luce más sana. Y el aspecto general de la capital se ve más esmerado, más limpio, más verde y ajardinado. Se nota el auge de la construcción. Han surgido decenas de altos edificios llamativos y se han multiplicado los modernos centros comerciales, uno de los cuales posee el mayor complejo de cines (18 salas) de Sudamérica.
Pero lo más espectacular son los sensacionales teleféricos urbanos de tecnología (1) futurista que mantienen sobre la ciudad un permanente ballet de coloridas cabinas, elegantes y etéreas como pompas de jabón. Silenciosas y no contaminantes. Dos líneas funcionan ya, la roja y la amarilla; la tercera, la verde, se inaugurará en las próximas semanas, creando así una red interconectada de transporte por cable de once kilómetros, la más larga del mundo, que permitirá a decenas de miles de paceños ahorrarse un promedio de dos horas diarias de tiempo de transporte.
“Bolivia cambia. Evo cumple” afirman unos carteles en la calle. Y cada cual lo constata. El país es efectivamente otro. Muy distinto al de hace apenas un decenio, cuando estaba considerado “el más pobre de América Latina después de Haití”. En su mayoría corruptos y autoritarios, sus gobernantes se pasaban la vida implorando préstamos a los organismos financieros internacionales, a las principales potencias occidentales o a las organizaciones humanitarias mundiales. Mientras las grandes empresas mineras extranjeras saqueaban el subsuelo, pagándole al Estado regalías de miseria y prolongando el expolio colonial.
País relativamente poco poblado (unos diez millones de habitantes), Bolivia posee una superficie de más de un millón de kilómetros cuadrados (dos veces Francia). Sus entrañas rebosan de riquezas: plata (piénsese en Potosí...), oro, estaño, hierro, cobre, zinc, tungsteno, manganeso, etc. El Salar de Uyuni tiene la mayor reserva de potasio y litio del mundo, este último considerado la energía del futuro. Pero la principal fuente de ingresos hoy la constituye el sector de los hidrocarburos, con las segundas mayores reservas de gas natural de América del Sur, y petróleo, aunque en menor cantidad (unos 16 millones de barriles anuales).
El crecimiento económico de Bolivia en estos últimos nueve años, desde que gobierna Evo Morales, ha sido sensacional, con una tasa promedio del 5% anual... En 2013, el PIB llegó a crecer hasta el 6,8% (2), y en 2014 y 2015, según las previsiones del FMI, también será superior al 5%... El porcentaje más elevado de América Latina (3). Y todo ello con una inflación moderada y controlada, inferior al 6%.
El nivel de vida general se ha duplicado (4). El gasto público, a pesar de las importantes inversiones sociales, también está controlado; hasta el punto de que el saldo en cuenta corriente ofrece un resultado positivo con un superávit fiscal de 2,6% (en 2014) (5). Y aunque las exportaciones, principalmente de hidrocarburos y de productos de la minería, representan un papel importante en esta bonanza económica, es la demanda interna (+5,4%) la que constituye el principal motor del crecimiento. En fin, otro éxito inaudito de la gestión del ministro de Economía, Luis Arce: las reservas internacionales en divisas de Bolivia, con respecto al PIB, alcanzaron el 47% (6), situando a este país, por primera vez, a la cabeza de América Latina, muy por delante de Brasil, México o Argentina. Evo Morales ha señalado que, de país estructuralemente endeudado, Bolivia podría pasar a ser prestamista, y ha revelado que ya “cuatro Estados de la región”, sin precisar cuáles, se han dirigido a su Gobierno pidiéndole créditos...
En un país en el que más de la mitad de la población es originaria, Evo Morales es el primer indígena, en los últimos cinco siglos, que alcanzó, en enero de 2006, la presidencia del Estado. Y desde que asumió el poder, este presidente diferente desechó el “modelo neoliberal” y lo cambió por un nuevo “modelo económico social comunitario productivo”. Nacionalizó, a partir de mayo de 2006, los sectores estratégicos (hidrocarburos, minería, electricidad, recursos ambientales) generadores de excedentes e invirtió una parte de estos excedentes en los sectores generadores de empleo (industria, manufactura, artesanía, transporte, desarrollo agropecuario, vivienda, comercio, etc.). Y consagró otra parte de esos excedentes a la reducción de la pobreza mediante políticas sociales (enseñanza, sanidad), incrementos salariales (a los funcionarios y trabajadores del sector público), estímulos a la inclusión [bono Juancito Pinto (7), renta dignidad (8), bono Juana Azurduy (9)] y políticas de subvenciones.
Los resultados de la aplicación de este modelo se reflejan no solo en las cifras expuestas aquí arriba, sino en un dato bien explícito: más de un millón de bolivianos (o sea, el 10% de la población) han salido de la pobreza. La deuda pública, que representaba el 80% del PIB, se redujo a apenas el 33% del PIB. La tasa de desempleo (3,2%) es la más baja de América Latina, hasta tal punto que miles de bolivianos emigrados en España, Argentina o Chile empiezan a regresar, atraídos por la facilidad de empleo y el notable incremento del nivel de vida.
Además, Evo Morales ha emprendido la construcción de un verdadero Estado, hasta ahora más bien virtual. Hay que reconocer que la inmensa y torturada geografía boliviana (un tercio, altas montañas andinas, dos tercios, tierras bajas tropicales y amazónicas) así como la fractura cultural (36 naciones etno-lingüísticas) nunca facilitaron la integración y la unificación. Pero, lo que no se hizo en casi dos siglos, el presidente Morales está decidido a llevarlo a cabo acabando con la dislocación. Primero, promulgando una nueva Constitución, adoptada por referéndum, que establece por vez primera un “Estado plurinacional” y reconoce los derechos de las diferentes naciones que conviven en el territorio boliviano. Y luego lanzando una serie de ambiciosas obras públicas (carreteras, puentes, túneles) con el objetivo de conectar, articular, comunicar regiones dispersas para que todas ellas y sus habitantes se sientan parte de un todo común: Bolivia. Nunca se había hecho. Y por eso hubo tantas tentativas de secesión, separatismo y de fraccionamiento.
Hoy, con todos estos éxitos, los bolivianos se sienten –quizás por vez primera– orgullosos de serlo. Orgullosos de su cultura originaria y de sus lenguas vernáculas. Orgullosos de su moneda que cada día se valoriza más con respecto al dólar. Orgullosos de tener el crecimiento económico más alto y las reservas de divisas más importantes de América Latina. Orgullosos de sus realizaciones tecnológicas como esa red de teleféricos de última generación, o su satélite de telecomunicaciones Túpac Katari, o su canal de televisión pública Bolivia TV (10). Este canal, que dirige Gustavo Portocarrero, realizó, el 12 de octubre pasado, día de las elecciones presidenciales, una impactante demostración de su maestría tecnológica conectándose en directo –a lo largo de más de 24h ininterrumpidas– con sus enviados especiales en unas 40 ciudades en todo el mundo (Japón, China, Rusia, la India, Irán, Egipto, España, etc.) en las que votaban, por primera vez, los bolivianos residentes en el extranjero. Una proeza técnica y humana que pocos canales de televisión en el mundo serían capaces de realizar.
Todas estas hazañas –económicas, sociales, tecnológicas– explican en parte la rotunda victoria de Evo Morales y de su partido (Movimiento al Socialismo, MAS) en las elecciones del pasado 12 de octubre (11). Icono de la lucha de los pueblos indígenas y originarios de todo el mundo, Evo ha consiguido romper, con este nuevo triunfo, varios graves prejuicios. Demuestra que la gestión de gobierno no desgasta, y que después de nueve años en el poder, cuando se gobierna bien, se puede volver a ganar holgadamente. Demuestra, contrariamente a lo que afirman racistas y colonialistas, que “los indios” saben gobernar, y hasta pueden ser los mejores gobernantes que jamás haya tenido el país. Demuestra que, sin corrupción, con honestidad y eficiencia, el Estado puede ser un excelente administrador, y no –como lo pretenden los neoliberales– una calamidad sistemática. En fin, demuestra que la izquierda en el poder puede ser eficiente, que puede llevar a cabo políticas de inclusión y de redistribución de la riqueza sin poner en riesgo la estabilidad de la economía.
Pero esta gran victoria electoral también se explica por razones políticas. El presidente Evo Morales consiguió derrotar, ideológicamente, a sus principales adversarios reagrupados en el seno de la casta empresarial de la provincia de Santa Cruz, principal motor económico del país. Este grupo conservador que lo intentó todo contra el presidente, desde la tentativa de secesión hasta el golpe de Estado, ha acabado por rendirse y por sumarse en definitiva al proyecto presidencial, reconociendo que el país ha puesto rumbo hacia el desarrollo.
Es una victoria considerable que el vicepresidente Álvaro García Linera explica en estos términos: “Se logró integrar al oriente boliviano y unificar el país, gracias a la derrota política e ideológica de un núcleo político empresarial ultraconservador, racista y fascista, que conspiró por un golpe de Estado y trajo a gente armada para organizar una secesión del territorio oriental. En segundo lugar, estos nueve años han mostrado a las clases medias urbanas y sectores populares cruceños que tenían desconfianza, que hemos mejorado sus condiciones de vida, que respetamos lo construido en Santa Cruz y sus particularidades. Por supuesto, somos un Gobierno socialista, de izquierdas y dirigido por indígenas. Pero tenemos la voluntad de mejorar la vida de todos. Nos hemos enfrentado a las empresas petroleras extranjeras, igualmente a las de energía eléctrica, y las hemos golpeado para luego, con esos recursos, potenciar al país, fundamentalmente a los más pobres, pero sin afectar lo que poseen las clases medias o el sector empresarial. Por eso pudo realizarse un encuentro entre Gobierno y Santa Cruz muy fructífero. Nosotros no cambiamos de actitud, seguimos diciendo y haciendo lo mismo que hace nueve años. Los que han cambiado de actitud frente a nosotros son ellos. A partir de ahí empieza esta nueva etapa del proceso revolucionario boliviano, que es el de la irradiación territorial y la hegemonía ideológica y política. Ellos empiezan a entender que no somos sus enemigos, que si hacen economía sin meterse en política les va a ir bien. Pero si, como corporaciones, tratan de ocupar las estructuras del Estado y quieren combinar política con economía, les va a ir mal. Así como no puede haber militares que también tengan el control civil, político, porque ya tienen el control de las armas”.
En su despacho del Palacio Quemado, el ministro de Presidencia, Juan Ramón Quintana, me lo explica con una consigna: “Derrotar e integrar”. “No se trata –me dice– de vencer al adversario y de abandonarlo a su suerte, corriendo el riesgo de que se ponga a conspirar con su resentimiento de vencido y se lance a nuevas intentonas golpistas. Una vez derrotado, hay que incorporarlo, darle la oportunidad de sumarse al proyecto nacional en el que caben todos, a condición de que cada cual admita y acate que la dirección política, por decisión democrática de las urnas, la llevan Evo y el MAS”.
¿Y ahora? ¿Qué hacer con una victoria tan aplastante? “Tenemos un programa (12) –afirma tranquilo Juan Ramón Quintana– queremos erradicar la pobreza extrema, dar acceso universal a los servicios básicos, garantizar salud y educación de calidad para todos, desarrollar la ciencia, la tecnología y la economía del conocimiento, establecer una administración económica responsable, tener una gestión pública transparente y eficaz, diversificar nuestra producción, industrializar, alcanzar la soberanía alimentaria y agropecuaria, respetar a la Madre Tierra, avanzar hacia una mayor integración latinoamericana y con nuestros socios del Sur, integrar el Mercosur, y alcanzar nuestro objetivo histórico, cerrar nuestra herida abierta: recuperar nuestra soberanía marítima y la salida al mar” (13).
Por su parte, el presidente Morales ha expresado su deseo de que Bolivia se convierta en el “corazón energético de América del Sur” gracias a sus enormes potencialidades en energías renovables (hidroeléctrica, eólica, solar, geotérmica, biomasa) además de los hidrocarburos (petróleo y gas), lo que se completaría con la energía atómica civil producida por una central nuclear de próxima adquisición.
Bolivia cambia. Va para arriba. Y su prodigiosa metamorfosis aún no ha terminado de sorprender al mundo.
Notas:
(1) La empresa constructora es la sociedad austríaca Doppelmayr-Garaventa.
(2) Léase Economía Plural, La Paz, abril de 2014.
(3) Léase Página Siete, La Paz, 12 de octubre de 2014.
(4) Entre 2005 y 2013, el PIB per capita creció más de dos veces (de 1.182 dólares a 2.757 dólares). Bolivia dejó de ser un “país de bajos ingresos” y fue declarado “país de ingresos medios”. Léase “Bolivia, una mirada a los logros más importantes del nuevo modelo económico”, en Economía Plural, La Paz, junio de 2014.
(5) El buen manejo de las finanzas públicas ha permitido a Bolivia situarse como el segundo país con mayor superávit fiscal de América Latina en los últimos ocho años.
(6) En cifras absolutas, las reservas internacionales de Bolivia son de unos 16.000 millones de dólares. El PIB, en 2013, fue de unos 31.000 millones de dólares.
(7) De una suma de 200 bolivianos anuales (23 euros), se entrega por cada alumno/a de primaria y secundaria, de la enseñanza pública, que haya seguido con asiduidad todos sus cursos. Su objetivo es luchar contra el abandono escolar.
(8) Una pensión que cobran todos los bolivianos a partir de los 60 años, incluso aquellos que nunca pudieron cotizar a una caja de pensiones.
(9) Una asistencia económica de 1.820 bolivianos (unos 215 euros) que se entrega a las mujeres embarazadas y por cada niño y niña de menos de 2 años, con la intención de disminuir los índices de mortalidad infantil y materna.
(11) Léase Atilio Borón, “¿Por qué ganó Evo?”, América Latina en movimiento, ALAI, Quito, 13 de octubre de 2014.
(12) Agenda patriótica 2025: la ruta boliviana del vivir bien, En 2025 se cumple el bicentenario de la independencia y fundación de Bolivia.
(13) Bolivia ha recurrido al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Léase El libro del mar, Ministerio de Relaciones Exteriores, La Paz, 2014.
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