lunes, 10 de noviembre de 2014
LibRe
La interpretación del proceder de uno de los partidos políticos cuya función se supone consiste en expresar el pensamiento y la fuerza de un pueblo en resistencia cansado del tradicional bipartidismo resulta un tanto temeraria, debido las abundantes probabilidades de caer en la infructuosidad del debate insulso con los izquierdistas hormonales o en el no buscado aplauso de la derecha.
En Honduras a partir de la hecatombe sociopolítica del 2009 ser revolucionario se puso de moda. Gorras y camisetas con imágenes de líderes del izquierdismo internacional se popularizaron y el discurso antisistémico se generalizó en importantes sectores de la sociedad.
Aprovechando la coyuntura que este quiebre institucional significaba surgió así un nuevo partido conocido como LibRe o el “partido de la refundación”, que con un discurso renovado y con aires de emancipación social para las mayorías logró crearse una importante cantidad de seguidores.
Sin embargo, después de tres años de haberse constituido como instituto político pareciera que su influencia en la configuración de una sociedad menos injusta ha resultado más mítica que práctica. Desafortunadamente la pobreza interpretativa y el espíritu caudillista a lo interno acabó estancando al partido en el engolamiento cínico y el rodeo eufemístico de su principal misión: la refundación de Honduras. Es más, durante la campaña política la frase fue tan abusada en su significancia que ahora resulta un tanto empalagosa y socialmente descolorida e inexpresiva.
Si pretende refundar el país, este partido primeramente necesita cambios urgentes dentro de sí. Su cúpula está viciada con prácticas de la politiquería tradicionales y la base por su parte tampoco está tan educada políticamente como se asegura. Que más de alguno, cite al Che Guevara, Marx, Lenin, entre otros, no significa que entienda en qué consiste su real aporte al complejo proceso que conlleva la refundación de un Estado.
Honduras ya no necesita más oportunistas. Es evidente que algunos personajes aprovechándose del fanatismo político de las masas que emergió luego de aquél fatídico junio se encajaron en el incipiente partido y aparecieron enarbolando la bandera de la revolución y el discurso de la refundación. No obstante, el tiempo se ha ido encargando de desenmascararlos. Algunos de ellos al escuchar sus nombres, en su soberana estupidez, creen que las palabras que se pronuncian en su contra equivalen a ensalzarlos.
Otro asunto que debe señalarse es el secuestro realizado al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP). Ciertos caudillos oportunistamente convirtieron al movimiento social en una especie de recadero del partido refundador. Si bien, existe cierta coherencia entre algunas demandas del FNRP y los intereses del partido debido a sus principios doctrinarios, ello no significa que necesariamente debe existir un matrimonio ideológico entre LibRe y el FNRP. No obstante, en la actualidad es imperceptible la delimitación pues Manuel Zelaya y Juan Barahona así lo desean.
Ante esto, resulta complicado saber que horroriza más: si el descaro de los oportunistas, o la rudeza moral de algunos seguidores de Libre para entender que es necesaria una depuración interna, orientada al bien colectivo y del partido mismo. El partido debe ser democratizado en vez de alabarse tanto por sus principios revolucionarios. En sus entrañas hay corrientes que lo nutren de ideas y eso es bueno. Lo que no es correcto es seguir hablando, por ejemplo, de una candidata por consenso que más huele a imposición que a democracia. De hecho, una buena cantidad de sus seguidores reservadamente se preguntan: ¿Que ocurrió con ella una vez que terminó el proceso electoral? ¿Extravió su discurso de refundación? ¿Se le acabó la pólvora preelectoral o sólo fue una figura que representaba a un caudillo del partido al que no le estaba permitida la reelección?
Si LibRe continúa con las malas costumbres de los partidos que tanto critica su lucha seguirá siendo estéril y su arenga infecunda. Sus líderes deben reconocer que cuando el discurso democrático de un partido es traicionado en la práctica, la desilusión es automática en sus seguidores.
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