lunes, 11 de junio de 2018

Por qué Silicon Valley odia el periodismo


Por Carlos Hernández-Echevarría *

Al fundador de Tesla, Elon Musk, le gusta tan poco el periodismo actual que quiere fundar su propia web de valoración de medios de comunicación y llamarla Pravda.

Elon Musk EFE

Al fundador de Tesla, Elon Musk, no le gusta el periodismo actual. Le gusta tan poco que quiere fundar su propia web de valoración de medios de comunicación y llamarla (ojo al chistaco) Pravda. Sí, Pravda, como el periódico oficial comunista de la Unión Soviética. Muy ocurrente, Elon, pero poco sorprendente. ¿Cuántos empresarios multimillonarios conoces a los que le guste la prensa libre?

Musk está muy enfadado porque en lugar de seguir hablando de lo guay que es mandar un coche a la Luna, los malvados periodistas también escriben artículos sobre los accidentes laborales que suceden en sus fábricas, o los problemas en sus frenos, o por qué intenta que sus trabajadores no se afilien a sindicatos. Elon no entiende por qué esos pesados no emplean más tiempo en jalear su chistosa campaña de venta de lanzallamas y sí en hablar de los obreros de sus subcontratas que se han quemado gran parte del cuerpo trabajando para construir el coche de moda entre los ricos. Estamos ante algo nunca visto antes: un magnate al que le gusta la publicidad, pero no el periodismo.

Para Elon Musk, el periodismo ha perdido toda su credibilidad porque nos pasamos el día buscando clicks y publicidad, pero cuando se enteró de que el medio de comunicación que publicó la exclusiva sobre sus accidentes laborales no tiene publicidad ni ánimo de lucro, cambió rápidamente de discurso y dijo que eran unos “extremistas” y “ unos niños ricos que se tomaban demasiado en serio a su profesor de Ciencias Políticas”. Su cuenta de Twitter está llena de insultos y de diferentes variaciones de la frase “¿por qué hablas de XXXX en vez de hablar de XXXX?”. Nada nuevo bajo el sol.

Sylicon Valley no es tan diferente de Wall Street
El problema no lo tiene Elon Musk, el problema también lo tenemos los periodistas. Durante años, nos hemos acercado a las grandes empresas tecnológicas con veneración, permitiendo que cultivaran la ficción de que son poco menos que grandes ONG dedicadas a mejorar el mundo. ¿Cuántos reportajes has visto de los futbolines que tiene Google para sus empleados? ¿Y sobre el lanzamiento del último modelo de iPhone, como si fuera el advenimiento del mesías? Muchos más que sobre los impuestos que pagan o el uso que hacen de tus datos.

Las caras visibles de esta industria suelen ser sus fundadores, auténticos visionarios que supieron adivinar algo que nadie había visto antes. Normal por tanto que consideren que nadie tiene la altura intelectual para criticar sus decisiones y mucho menos esos periodistas mileuristas. En esto, los jefazos de Silicon Valley no son diferentes de la gran mayoría de los políticos y tampoco de los líderes empresariales de toda la vida. La diferencia es que al presidente del PP o de la petrolera Exxon no le sorprende que le examinen y a los gurús tecnológicos aún parece que les coge desprevenidos. Lo que no significa que dejen de contraatacar con todos sus recursos.

El fundador de Apple, Steve Jobs, que llamaba a voces a las revistas para exigir que pusieran su foto en la portada, usaba listas de amigos y enemigos en la prensa para repartir la información sobre su compañía. El de Facebook, Mark Zuckerberg, dice que no es su responsabilidad evitar las noticias falsas en la red social y que confía en que sus usuarios sean los que filtren. El superinversor tecnológico Peter Thiel financia demandas judiciales contra los medios que no le gustan y así logró quebrar Gawker, el más agresivo contra la élite de Silicon Valley. Jeff Bezos ha comprado el Washington Post pero su empresa, Amazon, rara vez responde a cualquier petición de información. Y luego está la campaña de Elon Musk. La lista sigue y sigue.

A los nuevos amos del mundo no les gusta la prensa libre por las mismas razones que a los antiguos amos. Con la diferencia de que los de ahora no se limitan a defender sus intereses, además parecen estar convencidos de que están salvando el planeta y no tienen tiempo que perder justificando sus decisiones. Ya sabemos cómo acaba eso.

@carlos_hern

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