martes, 20 de marzo de 2018
¿Existe una nueva derecha en América Latina?
Por Ava Gómez y Bárbara Ester
El avance de los gobiernos neoliberales desde la segunda década del siglo XXI, ya sea por la vía de procesos electorales o por la activación de golpes en contra de la institucionalidad -como sucedió en Brasil y Paraguay-, ha hecho resurgir en el imaginario colectivo y, en particular, en el entorno de los analistas y especialistas de la política, la idea del retorno de la derecha política al poder, desde una perspectiva de “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas latinoamericanos.
Y es que los líderes latinoamericanos, que sustituyeron gobiernos de corte progresista por vías democráticas o a punta de golpes de Estado, manifestaron en una y otra ocasión estar en las antípodas de discursos innovadores y políticas progresistas. Así, recordando el decálogo de los años ´90, Temer ha establecido en Brasil una actividad orientada a la articulación de un discurso favorable y acorde con las políticas de ajuste fiscal, reformas laborales y previsionales que contraen derechos, represión de la protesta social y privatizaciones. En Ecuador, desde que Lenín Moreno llegó al poder de la mano de Alianza PAIS y Rafael Correa, ha hecho lo posible por desmarcarse del ejercicio progresista de su antecesor, articulando y desarrollando estrategias de acercamiento a la vieja política, por medio de –entre otras acciones– un Referéndum Constitucional con el que buscó reestructurar el sistema político basándose en el acercamiento a los poderes económicos y políticos tradicionales, así como a sus medios de comunicación. Por su parte, Horacio Cartes, el presidente empresario del Partido Colorado en Paraguay, está en la recta final de un Gobierno de amplios ajustes en todos los sectores sociales, que han impactado en el aumento de la pobreza y la desigualdad.
Argentina, un híbrido entre lo nuevo y lo viejo
Mauricio Macri en Argentina logró instalar la percepción de que existe un nuevo tipo de político innovador, que articula en sus luchas políticas las concepciones de una sociedad cosmopolita con jóvenes interconectados en la “Aldea Global”, cuya pirámide de necesidades “New Age”, los hace ser parte de un target muy diverso. Esta perspectiva de “la nueva política” de Cambiemos, ha servido también para que los consultores de la nueva derecha enarbolen sus banderas y se posicionen (convirtiéndose en best sellers y en estrellas de la asesoría política) en todos los rincones de América Latina. Pero ¿cuál es su impacto en América Latina? más allá de Macri, con todas las dudas que puede suscitar llamar a su discurso “de renovación”.
El caso de Argentina fue utilizado de arquetipo por José Natanson para definir el nuevo estilo de la denominada “nueva derecha”. Natanson encuentra diferencias sustanciales del macrismo con otros gobiernos neoliberales “clásicos” cuya máxima expresión fueron los presidentes latinoamericanos de la década del ´90. Fundamentalmente en cierta construcción hegemónica, gracias a la acertada elección de formas y targets que el Pro y Cambiemos le endosaron a la política[1].
Analizaremos punto por punto cada una de las características de la novedad, o más bien de un nuevo híbrido, en el que lo nuevo que no termina de nacer y lo viejo que no termina de morir.
1. La profesionalización de la campaña política
Con las campañas políticas ha pasado lo mismo que con los negocios, han encontrado en las nuevas tecnologías informáticas terreno fértil para vender desde productos hasta ideas. En este sentido, Cambiemos ha logrado medir los tiempos, los modos y las formas. Si antes el problema era la falta de información, hoy la desinformación es producto de la sobrecomunicación. Ya no son sólo los medios de comunicación, aunque la visualidad se imponga y confluya en los grandes medios de comunicación, “cada muro es un mundo”.
De la misma forma en que las empresas compran información para saber el comportamiento de sus usuarios y crear mejores estrategias de venta, la política ha desarrollado un mercado de propaganda política, desde la masificación de líderes políticos en redes sociales, hasta ejércitos de perfiles anónimos denominados “trolls” que logran imponer tendencias en redes. Este tipo de estrategia agresiva de venta se encuentra en las antípodas de toda la cultura política previa.
La innovación y las campañas en redes sociales llegaron para quedarse, todos los partidos políticos competitivos -aunque rezagadamente- se han adaptado y cuentan hoy con perfiles y circulación en redes –especialmente los comentarios polémicos en twitter- y presencias en programas de T.V. En este punto la derecha ha sabido capitalizar las nuevas tecnologías y establecer una ventaja, interpretando la modernidad en clave simmeliana[2], con el predominio de la forma por sobre el contenido.
2. Política económica
En cuanto a la política económica, presenta diferencias y similitudes con la década de los ´90. En primer lugar, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en la Presidencia se mantuvo el carácter estatal de los servicios públicos, aunque con sucesivos aumentos de tarifas y la baja en las jubilaciones mediante la polémica reforma previsional. Pese a ello, hasta ahora su política no ha sido la de privatizar, es decir no ha presentado una política antiestatista -aunque sí de recorte al gasto público- pero es posible que ante la inviabilidad de seguir tomando deuda sea una opción[3].
Los despidos masivos, son asunto complejo ya que no fueron de una vez sino en sucesivas oleadas. Solo durante el mes de enero de 2018 el Centro de Economía Política Argentina (CEPA)[4] ha registrado un total de 6.639 despidos y suspensiones en todo el país. Cifra que representa casi el doble que la registrada por el mismo organismo en enero de 2017 (3.692 casos) y también en diciembre 2017, donde se contabilizaron 3.346 despidos. En el desglose de los casos mencionados, casi el 60 % de los despidos corresponde al sector público y se concentran en los organismos descentralizados de la administración. Mientras tanto, el viraje hacia la supremacía del sector financiero arroja por la borda a los trabajadores del sector privado.
3. Local vs. Público
Sin lugar a dudas la verdadera novedad de Cambiemos se desarrolló en su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, donde logró imponer un imaginario de administración eficiente y moderada, modernizando la política de transporte, la oferta cultural y el mejoramiento de espacios verdes y plazas[5]. En este sentido, tampoco presenta una innovación dado que el concepto de Alcaldización de la política[6] da cuenta de cómo en el caso chileno el régimen militar logró reformular la política, sacándola de sus escenarios históricos y trasladándola a los espacios micro –comunas–, donde transcurría la vida cotidiana de las personas, hecho que constituía una nueva institucionalidad y formaba parte del proceso de resocialización del pueblo chileno emprendido en 1973.
4. Escenificación de la política
Natanson señala un aspecto clave, el discurso de la cultura del trabajo enarbolado por lo que denomina “herederos meritocráticos”. En cuanto a su Gabinete de ministros, destaca la presencia de outsiders nuevos en la política como el actual Jefe de Gabinete, Marcos Peña, politólogo (Universidad Torcuato Di Tella). Sin embargo la coexistencia con miembros de la política tradicional como Patricia Bullrich, quien ejerció como secretaria de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios en los años 1999 y 2000, fungiendo también como ministra de Seguridad Social en los años 2000 y 2001, en vísperas del estallido social. En el mismo sentido Horacio Rodríguez Larreta, el Jefe de Gobierno porteño, no sólo pertenece a la aristocracia argentina sino que se ha desempeñado largamente en el ámbito público[7]. La novedad es la incorporación de CEOS ejecutivos del sector privado, quienes se sumaron –incompatibilidad de intereses mediante- al sector público, tales como Guillermo Dietrich o Guillermo Aranguren[8]. Sin embargo, este hecho no ha tenido mayores repercusiones en la opinión pública en parte porque la política puede consumirse como una representación de la realidad y no la realidad en sí misma. El mejor ejemplo en este sentido lo constituye la escenificación del timbreo, ficción diseñada para parecer espontánea e informal, pero al ser una ficción bien lograda consigue el mismo efecto –apelar a sentimientos, sensación de escucha y, una vez más, cotidianeidad- homologando al ciudadano con el vecino y bajando la carga política.
5. Hegemonía cultural
Sin duda su gran logro es la apelación a una idiosincrasia New Age, una identidad global e individualista con preocupaciones ecológicas y ávidas de cuidado de uno mismo. Estos ciudadanos que adscriben a hábitos saludables ven con buenos ojos la revalorización de lo cotidiano y lo “normal” ante lo que consideraban como una exaltación de la política por parte del kirchnerismo. “La gente quiere estar tranquila” –léase que aspiran a disminuir la centralidad de la política en su cotidianeidad-. En este sentido, suscribe a una “renovación modernizante” frente al sacrificio totalizante que le proponía como modelo de vida el Gobierno anterior.
Por último, además de la estrecha relación en términos económicos, en lo concerniente a la esfera cultural y de construcción de sentido, Cambiemos ha tenido gestos de condescendencia para con la última dictadura militar[9] [10]. Desde declaraciones oficiales negacionistas hasta el beneficio de la prisión domiciliaria a ex represores[11], sin olvidar el retorno a una política de mayor represión. En este aspecto, poca es la diferencia con políticos como Pedro Pablo Kuczynski (PPK) –quien otorgó la prisión domiciliaria nada menos que al ex dictador Alberto Fujimori-, a la reivindicación de Alfredo Stroessner por parte del candidato del Partido Colorado Mario Abdo Benítez –hijo del ex secretario privado del dictador-, de los festejos con el busto de Pinochet ante la victoria de Sebastián Piñera[12] o los elogios a la dictadura brasileña que profesara Jair Bolsonaro, candidato presidencial que se ubica en segundo lugar de preferencias, por debajo de Lula da Silva.
A modo de conclusión
En su mayoría, los nuevos gobiernos de la derecha regional no desarrollaron un cambio radical en sus discursos y tampoco en los articulados legislativos. En todo caso, hicieron un ejercicio de réplica de procesos de ajuste provenientes de finales del siglo XX. La oleada del discurso progresista impactó en menor medida en los países que mantuvieron regímenes políticos continuistas como México, donde el PRI de Enrique Peña Nieto se mantuvo firme en su enfoque de políticas neoliberales, al igual que Santos en Colombia, cuyo salto a la paz se convirtió en una nueva oportunidad para amplificar el proceso de apertura económica del país. Finalmente PPK, quien comenzó su mandato buscando apelar al apoyo de una derecha más liberal que conservadora en Perú, se encontró con un entramado mucho más conservador que el imaginado. Para subsistir no pudo recrear imaginarios globalizados como en el caso argentino, sino que desempató la grieta más honda que polariza al país -la misma que lo convirtió en presidente- inclinándose por el poder real mediante el indulto a Fujimori[13].
Ni los regímenes continuistas ni los rupturistas asumieron un cambio del eje discursivo ni tampoco una nueva forma de “hacer política”. Sin embargo, el halo del cambio sí está presente en algunas campañas, pero con poca permeabilidad en el electorado más conservador, que parece movilizarse masivamente ante posiciones “duras” en torno a la familia, el aborto, la denominada “ideología de género” y, que generalmente, están articulados en torno a actividades eclesiásticas. Un caso ejemplar es el de Costa Rica[14], en donde el líder político Fabricio Alvarado, candidato presidencial del partido de corte religioso–conservador, Restauración Nacional, ganó la primera vuelta de las recientes elecciones del país centroamericano.
Ahora bien, es cierto que en Argentina Cambiemos logró imponer una lectura de época por sobre la épica de la gestión anterior, más la época no es homogénea y su estrategia triunfal no es necesariamente extrapolable a la política latinoamericana en su conjunto. En parte porque el pentecostalismo ha logrado un gran arraigo en el imaginario social de grandes sectores y ha fortalecido la visión de una sociedad con valores conservadores: familia, trabajo e iniciativa privada[15] [16].
No se trata de que hoy –a diferencia de los contextos de dictaduras de los años ´70/´80– las derechas sean más democráticas por convicción, sino tal como sostiene Guillermo O´Donnell, las burguesías nacionales atraviesan períodos contingentes en los que pueden coincidir con la democracia. Actualmente, en los casos en que las derechas han tenido un largo rol opositor (Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil y Venezuela) han logrado articular un discurso consensualista que intenta presentarse como “post-ideológico”, apelando a “los problemas de la gente”. En cambio, en otros casos donde la derecha ha gobernado sin interregnos progresistas, las derechas no han tenido la necesidad de reactualizar -en términos generales- ni sus discursos ni sus políticas, por el contrario han consolidado su posición.
Notas:
[1] Sobre el carácter “democrático” Martín Granovsky ha problematizado el concepto en su artículo ¿Derecha democrática? desde una perspectiva de democracia plena y no meramente electoralista. Sobre este punto más en: http://www.celag.org/hablamos-cuando-hablamos-democracia/
[2] Simmel, Georg; con prólogo de Carlos Astrada. El conflicto de la cultura moderna, 1a ed. – Córdoba : Universidad Nacional de Córdoba; Encuentro Grupo Editor, 2011. En: https://rdu.unc.edu.ar/bitstream/handle/11086/1164/El%20conflicto%20de%20la%20cultura_Simmel.pdf?sequence=3&isAllowed=y
[6] Valdivia, V. y Fritz, K. La alcaldización de la política: los municipios en la dictadura pinochetista. Santiago de Chile: LOM Ediciones, (2012).
[7] Horacio Rodríguez Larreta fue nombrado gerente general de la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social) en 1995 y subsecretario de Políticas Sociales en la Secretaría de Desarrollo Social en 1998. En noviembre del año 1999, fue designado interventor del Programa de Atención Médica Integral, dependiente del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados. Durante su gestión, el 29 de julio de 2000 se suicidó el reconocido cardiocirujano René Favaloro, entre otras razones, debido a la millonaria deuda que el PAMI mantenía con su fundación. Asimismo, el ministro de Trabajo Jorge Triaca es hijo del dirigente gremial y político Jorge Alberto Triaca, quien había encabezado el mismo Ministerio entre 1989 y 1992.
[8] Más información en: http://www.celag.org/cartel-ministerial/
Ava Gómez y Bárbara Ester son investigadoras del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
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