viernes, 16 de enero de 2015

Otras violencias



En 2015 Estado hondureño será nuevamente condenado por violaciones a DDHH

La violencia es un virus que se propaga rápidamente como el fuego entre la gasolina y más allá de sus manifestaciones más crueles como las muertes violentas, existen otros niveles de violencia que tienden a ser justificadas y normalizadas.

Y la normalización y justificación de cualquier violencia es una de las peores cosas que le puede suceder a una sociedad.

Pues cuando se normaliza y se justifica, la violencia se convierte en un espectáculo, en el único mecanismo de solución de conflictos y en una herramienta de transmisión de valores.

Por ello, la familia y la escuela son instancias fundamentales de socialización en donde deben adoptarse medidas para evitar la justificación y normalización de la violencia. Los gritos, los insultos, los malos tratos y los castigos corporales a los niños y las niñas son las primeras formas dañinas en que nuestra niñez aprenderá a relacionarse con otros y otras.

La familia y la escuela son las instancias socializadoras de las que dependen que nuestra niñez asuma pautas de comportamientos democráticos, pacíficos, respetuosos y no discriminatorios.

En este sentido, resulta preocupante la más reciente investigación del Observatorio de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en la que alertan un aumento de actitudes violentas entre los escolares, influenciados por el entorno de violencia que les rodea.

Y estos comportamientos van desde un jalón de pelo, un apodo ofensivo o el castigo físico, hasta la extorsión, ataques contra la integridad personal y la vida. De hecho, la investigación señala que un 5.2 por ciento de los educadores ha sido amenazado con cuchillo, un porcentaje igual con pistola y un 5.9 con chimba.

Como señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “ningún tipo de violencia es justificable y todo tipo de violencia es prevenible”. Por ello es urgente que la sociedad y las autoridades en su conjunto pongamos atención en aquellas conductas que aunque parezcan tradicionales, son promotoras de otras manifestaciones de la violencia que no deben ser toleradas en una sociedad democrática.

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