jueves, 15 de enero de 2015
"Light footprint", la nueva estrategia de dominación estadounidense
Por Samer Zougheib
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Estados Unidos ha puesto en marcha una nueva estrategia de dominación del mundo denominada « Light footprint». Pero muchos países siguen resistiéndose a las pretensiones hegemónicas estadounidenses.
En su conferencia de prensa anual, el jueves, el presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin denunció las pretensiones imperialistas de Occidente y sus prácticas hegemónicas. «Nuestros socios han decidido que son los vencedores, que son un imperio y que los demás son vasallos que deben bailar a su son», criticó. Acusó a los occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, de querer «arrancar las uñas y los dientes al oso ruso». Según Putin, 25 años después de la caída del muro de Berlín los occidentales están levantando un nuevo muro entre Rusia y Europa. «Se trata de un muro virtual, pero ya han empezado a construirlo», declaró el jefe del Estadorecordando la extensión de la OTAN hasta las puertas de Rusia (países bálticos) y el escudo antimisiles en Europa Oriental.
La voluntad de Estados Unidos de dominar el mundo no es un secreto, pero el nuevo método de Washington para conseguir su objetivo es menos conocido. Se trata de la estrategia «Light footprint» o «marcaje suave», que se articula en torno a una panoplia de herramientas militares, políticas y económicas que ya ha comenzado a desplegar a escala mundial. Dicha estrategia se basa en el concepto de la intervención en la sombra, menos costosa en recursos humanos y económicos pero no menos dañina.
El «mando desde atrás»
Esta nueva estrategia es el resultado del fracaso del concepto del presidente George W. Bush de la «guerra global contra el terrorismo» (GWOT), que acabó con los fracasos militares de Irak y Afganistán y ha producido decenas de miles de muertos y heridos en las filas del ejército estadounidense, un desastre económico con la crisis financiera de 2008 y una decadencia moral ilustrada por la violación de los valores presuntamente defendidos por Estados Unidos. Porque la primera década de los años 2000 estuvo marcada por las mentiras de EE.UU., la tortura en las cárceles, las detenciones extrajudiciales de miles de personas en Guantánamo o en las prisiones secretas de la CIA (prácticas que continúan en la actualidad), etc.
Así pues, traslas «boots on the ground» (fuerzas sobre el terreno), las intervenciones masivas y clásicas, aparece la «Light footprint». Caroline Galactéros, doctora en Ciencias Políticas, explica de maravilla los modos y objetivos de esta nueva estrategia dirigida a Asia (the shift towards Asia), y cuyo objetivo prioritario es el encauzamiento de China, considerada el principal rival de Estados Unidos a medio plazo.
La «Light footprint» se basa en «el mando desde atrás» (the leadership from behind), es decir, confiar a países auxiliares las tareas más visibles –y a menudo las más ingratas- dirigiendo desde detrás del escenario. Y Washington necesita encontrar estados contratistas que acepten el trabajo ingrato. «El mando desde atrás» apareció en la intervención de la OTAN en Libia y se ve claramente en la crisis ucraniana, donde la Unión Europea está en primera línea en la batalla contra Rusia para debilitarla e impedirle constituir con China y sus otros aliados una nueva fuerza ascendente en el escenario internacional.
Ese principio también se ve con claridad, aunque con menos éxito, en la presunta guerra contra los terroristas del denominado «Estado Islámico». Aunque se haya reunido una coalición de cuarenta países, es la aviación estadounidense la que hace el grueso del trabajo en Irak y en Siria.
Fuerzas especiales, drones, ciberguerra
La «Light footprint» se basa en una mutación de la estrategia militar estadounidense, que se articula ya en el empleo de fuerzas especiales, utilización masiva de drones y ciberguerra. Se comprobó en el ciberataque al programa nuclear iraní, las operaciones especiales en Somalia y Yemen contra Al Qaida y el despliegue de drones en Yemen y Pakistán. Para la Casa Blanca se trata sobre todo, comoresumió el corresponsal jefe del Washington Post David Sanger, de instaurar en silencio un «hard power secret», de sustituir las guerras convencionales,aleatorias en lo militar, mediáticamente invasivas y costosas políticamente, por guerras en la sombra de las que únicamente se darán a conocer al público algunos hechos de armas espectaculares,explica Caroline Galactéros.
Según el senador republicano de Carolina del Sur Lindsay Graham, quien con poca fortuna rompió en 2013 la ley del silencio, ese modo de acción habría producido cerca de 5.000 víctimas desde 2004.
El «Leadership from behind» funciona bastante bien en África, donde Washington dejó a Francia y Gran Bretaña dirigir las operaciones en Libia y ahora apoya a París en su intervención directa en Malí y en la República Centroafricana a través de su base de Níger. Pero eso no significa en absoluto que Estados Unidos haya dejado el continente negro a sus aliados europeos. AFRICOM, el nuevo mando regional de EE.UU. establecido en 2008 ya cuenta con 5.000 soldados estadounidenses. Esencialmente dedicado a la «lucha contra el terrorismo» en el Cuerno de África y el Sahel, «además sirve de cabeza de puente a los intereses económicos estadounidenses en la región, especialmente frente a la presencia masiva de China», escribe Caroline Galactéros.
El papel subalterno de Europa
El hecho es que Europa ha abandonado sus sueños de grandeza y ha aceptado el papel subalterno de ejecutor por cuenta de Estados Unidos. Pero lo más sorprendente es que ese papel se hace a veces a costa de los intereses estratégicos europeos, como se ha visto claramente en la crisis ucraniana. Francia, Alemania y otros países europeos han cedido a las exigencias estadounidenses de aislar a Rusia y debilitarla económicamente sabiendo que eso tendrá graves repercusiones en sus economías.
Peor todavía, Estados Unidos ha decidido compartir la factura-«burden sharing»- y obliga a sus «aliados» a pagar el precio de sus intervenciones militares, aquí y allá, en todo el mundo.
Esta nueva forma menos evidente, pero igual de dañina, del imperialismo, es contra la que Rusia, Irán y Siria luchan desde hace años para preservar su derecho a vivir como naciones libres e independientes.
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