miércoles, 7 de enero de 2015
Somos hermanos no esclavos
Migrar construye un mundo diferente
Una vez más comenzamos el Nuevo Año con el mensaje sobre la Paz del Papa Francisco. Y como siempre va dirigido a toda la humanidad: líderes, dirigentes, gobernantes, políticos y, sobre todo, a los que quieren colaborar con Dios y con todos los seres humanos de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo. La reflexión que hace se centra en esta frase: “considerar a todos los hombres y mujeres no como esclavos sino como hermanos”.
El Papa Francisco fundamenta bíblicamente su discurso invitándonos a apropiarnos del proyecto de Dios para toda la humanidad. El pecado causó la ruptura de la fraternidad desde los orígenes, como nos recuerda el libro del Génesis. Pero, al mismo tiempo, nuestra esperanza se manifiesta en que es posible restaurar la fraternidad como en el caso del esclavo Onésimo que es recuperado como hombre libre para el servicio del Reino.
Y entrando en el tema nos hace tomar conciencia que la esclavitud no es solamente del pasado, sino también del presente. A pesar de los tratados y las leyes internacionales “todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud. Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso a menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico a la agricultura, de la industria manufacturera a la minería”. Y menciona explícitamente a los emigrantes, a las personas obligadas a ejercer la prostitución, mujeres obligadas a casarse o vendidas, niños y adultos víctimas del tráfico de órganos, a los que son reclutados como soldados, a los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas o niñas y mujeres consideradas como esclavas sexuales.
Francisco centra las causas de la esclavitud en una concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin”. Otras formas modernas de esclavitud se encuentran en la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación; en todos los corruptos que están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. Por último señala los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.
Ante la constatación de una indiferencia generalizada pide a los Estados que vigilen las legislaciones nacionales, el que haya leyes justas centradas en la persona humana y en sus derechos, que las organizaciones intergubernamentales luchen contra el tráfico de personas o el tráfico ilegal de migrantes, las empresas que garanticen trabajo digno y salarios adecuados y la sociedad civil que luche contra la cultura de la esclavitud.
Termina invitando a todos, según su puesto y responsabilidad, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentra en estado de sometimiento. Y, como tarea a realizar pide que ante el cuestionamiento bíblico acerca de lo que hemos hecho con nuestro hermano, luchemos contra la globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad.
Al iniciar el año es de agradecer una vez más que el Papa Francisco nos haga partícipes, no solamente de su “proyecto de Iglesia” sino también de su “proyecto de sociedad” donde nos veamos como hermanos y no como esclavos. Y esto a todos los niveles para que hagamos posible en este nuevo año la paz, la justicia y la hermandad.
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