sábado, 24 de enero de 2015

Como el aire que exigíamos (y debemos seguir exigiendo) trece veces por minuto


El Viejo Topo

Por Salvador López Arnal

Lo esencial: un libro (dedicado a los oyentes de la emisora: ¡hermoso detalle!) absolutamente necesario. No es un (publicitario) lugar común. Salvo algunos matices críticos a los que haré referencia posteriormente (un ejemplo: yo no hubiera mantenido los errores ortográficos y las erratas en la trascripción de los escritos), Las cartas de La Pirenaica. Memoria del antifranquismo es un regalo que todos y todas debemos leer, disfrutar y agradecer. Gracias por el trabajo, gracias por el esfuerzo, gracias por el resultado, gracias a Armand Balsebre y Rosario Fontova (¡este último estaba trabajando en un libro sobre la cárcel Modelo de Barcelona cuando dio con ellas!). Una ilustración de sus tareas: ¡tomaron durante unos cinco meses 38 fotografías de las cartas!
Así, pues, no se lo pierdan, no se priven de estas “emociones razonadas”, de estas páginas reales de nuestra historia de combate y solidaridad. Intenten dar con el volumen cuando les sea posible. Léanlo de golpe o poco a poco. Y luego, sobre todo, si así lo estiman, pásenlo a otros potenciales lectores. La historia de los ciudadanos y ciudadanas trabajadoras de este país se lo merece, es una deuda de todos y todas. Sin ninguna duda concebible. ¿Cómo antes nadie había reparado en ello, en ese inmenso tesoro que son las cartas enviadas a la Pirenaica (también conocida como “La Pire” y como “Radio Verdad”), a Radio España Independiente, una radio fundada en Moscú en 1941, en plena II Guerra Mundial, el 22 de julio, el día del primer ataque de Hitler contra la capital rusa, apenas un mes después de que las tropas nazis cruzaran la frontera soviética, con un discurso de La Pasionaria siempre tan próxima a La Pirenaica, la emisora del PCE, uno de los altavoces político-culturales más potentes de la lucha antifranquista entre 1941 y 1977 (fue entonces cuando cesó sus emisiones en la sede Bucarest, tras la constitución del primer parlamento, más o menos democrático, tras la muerte del general criminal Franco)?.

La estructura del libro: el prólogo, once capítulos, un epílogo, una bibliografía y dos índices. Los capítulos: 1. Radio España Independiente, “la única emisora española sin censura de Franco” y el aliento moral de miles de oyentes. 2. La huella de la guerra civil. Las cartas del horror. 3. Julián Grimau, la construcción de un mito. 4. Historias de presos. Antena de Burgos. 5. La diáspora. Las cartas del éxodo y la emigración. 6. “¡Asturias, tierra bravía!”. 7. 25 años de paz. 8. “Yankees go home”. 9. “Hambre y tuberculosis. 10. Educación, ocio y cultura, y 11. ¡Franco asesino!

Durante sus años de emisión, especialmente entre 1962 y 1967, el programa de la REI “Correo de La Pirenaica” (una fotografía de sus redactores en Bucarest en 1963 en la página 106 del libro) dio lectura a las cartas que, desde España o desde cualquier lugar del mundo con presencia de la emigración republicana o de exiliados políticos o de sus descendientes, llegaban a la emisora. No era tarea fácil entonces sortear la censura o los múltiples inconvenientes.

El libro analiza el contenido de las cartas, dándonos con ello una imagen documentada de las vivencias de los grandes momentos de la historia de España-Sefarad en estos últimos 75 años, cartas que se han conservado en el archivo histórico del PCE. Un millón de gracias por ello, especialmente a su primer director, Domingo Malagón, y a la actual responsable del archivo, Victoria Ramos Bello. ¡Más de 15 mil en total, de 33 países! Algunas se han perdido por supuesto, es imposible concebir otro escenario. De estas 15 mil, más de 12 mil corresponden al período que va desde 1963 (con más de 4.300 cartas: el 46,6% del interior; en 1964, fueron el 60%) hasta 1966. ¡Incluso en 1977 llegaron cartas a la emisora!. Los remitentes, los ojos y oídos de La Pirenaica: ex presos, campesinos, trabajadores, mineros, profesores, estudiantes, escritores, trabajadoras de casa, antiguos combatientes,… Si autenticidad no fuera una palabra tan gastada y peligrosa, habría que utilizarla en esta ocasión. La perspectiva del trabajo: “Las cartas revelan la identidad de muchas de las víctima del franquismo, pero también la de sus verdugo. Medio siglo después, en el contexto de una investigación científica sobre la memoria histórica, hemos querido ser respetuosos con la intención primera de los oyentes: dar publicidad a las condiciones de miseria y sufrimiento padecidos por la España derrotada en la guerra civil y antifranquista” (pp. 15-16). Los autores hacen suya una declaración intencional de Preston: “la divulgación de los actos de la barbarie, no pueden ofender el honor de los allegados, cuyos sentimientos respetamos.”

Un ejemplo de estas cartas. Miguel, un corresponsal de la emisora, va a ver “Espartaco” de Kubrick. Estamos en octubre de 1963; el 19 de ese mes escribe a la emisora. Lo hace en estos términos:

“Ni una butaca vacía., ni tan siquiera un hueco en los pasillos, y afuera, una cola inmensa serpenteando la acerca de la calle en espera de una localidad. Han empezado la sesión y a medida que avanza la proyección de la cinta la emoción que despierta se va reflejando visiblemente en el rostro de todos los espectadores. Aunque nuestros ojos están fijos en la pantalla, nuestra mente salta instintivamente hacia Asturias al presenciar las escenas de esta película en que la represión se ceba salvajemente en los hombres que se han alzado para defender su dignidad de seres humanos. Termina la sesión y salimos a la calle, pero durante lago rato resuena en nuestros oídos aquella frase que Espartaco pronuncia en vísperas de la batalla que aplastaría el primer levantamiento de esclavos en el mundo. “¡Quizás muramos todos mañana, pero nuestro sacrificio no será inútil. La lucha que hemos iniciado la proseguirán millones de hombres y mujeres en todo el mundo y a lo largo de la historia!!” ¡Que acertada visión política y gran consciencia de su misión histórica tuvieron aquellos hombres! ¡Así ha sido, y Asturias y León nos están recordando que aun hemos llegado al fin de aquella lucha que Espartaco iniciara hace más de 24 siglos con un puñado de esclavos” (la referencia de la carta AHPCE, FCP, carpeta 176/3, carta 233).

Más razones para recomendar la lectura y difusión:

1. Las reflexiones y aportaciones de Carlos Álvarez (busquen su nombre en los índices del libro), siempre de interés.

2. Conocer las estrategias múltiples y obsesivas de Manuel Fraga (ministro de Contrainformación y Turismo depredador, y firmante de penas de muerte) que lo muestran con su imagen más auténtica: más fascista y autoritario que nunca.

3. La hermosa, la hermosísima letra de muchas de las cartas seleccionadas. Un ejemplo: no se pierdan la fotografiada en la página 39. Una carta de Miguel Fernández C. enviada desde Dobruska (entonces Checoslovaquia) que reenvía una carta de Adra, Almería, que había sido enviada a México.

4. El importante, el decisivo papel de la solidaridad internacional. Por ejemplo, el apoyo del PCF y de L’Humanité.

5. El miedo de muchos oyentes a escuchar la Pirenaica. Ser acusado por la policía de ser oyente de la emisora acarreaba graves consecuencias.

6. Las sentidas páginas dedicadas a dos asesinados que, en ocasiones, hemos olvidado muy injustamente: Francisco Granados y Joaquín Delgado.

7. La sobriedad, información y acierto de muchas de las cartas. Una, de 1 de mayo de 1962, reproducida en las páginas 57-58 del libro, merece una atenta lectura.

8. El admirable testimonio de Joan Sardà Doménech (página 62 y ss): se negó a salir al balcón de la sede bancaria donde trabajaba para aplaudir a Franco al paso de la comitiva oficial. Fue el único trabajador que se negó (aparece su fotografía, de 2013, en la página 64).

9. El hermoso poema de Blas Otero –“Juventud imbatida”- que se leyó en la emisión de 29 de abril de 1963: “la lucha en plena noche/ por una patria/ de alegría de acero y belleza”.

10. El capítulo dedicado a la lucha de los mineros de Asturias y León. Un punto esencial, nodal, de la lucha antifranquista.

11. La solidaridad internacional e internacionalista con Julián Grimau y con su familia, especialmente con su esposa. El capítulo, salvo el título, es excelente.

12. La historia del himno de la Pire y de su compositor, Manuel Flores Valderrama: “Tus emisiones constantes/ hacen subir la moral/ de todos los españoles/ ansiosos de libertad…”.

13. Las cartas del horror. Un obrero católico de Zumárraga dirigía el 24 de enero de 1964 una carta abierta de seis páginas a Fray Justo Pérez de Urbel, el abad del Valle de los Caídos, ex asesor de la sección femenina de la Falange: “Yo he visto cómo daban muerte en los caminos, en los montes y en los portales de las casas a los hombres y mujeres que no correspondían al patrón que ustedes de formaron. Yo conozco a personas cuyos padres o familiares fueron arrojados a los montes de Urbasa o de Aizgorri El Ebro, si pudieran hablar, nos diría cómo desde sus puentes eran lanzados los cadáveres por docenas…”

14. Las lecturas de las cartas, señalan los autores, desmiente por completo el lugar común, más que extendido, de que eran escritas por “redactados de la propia emisora, que se las inventaba” (p. 552). Hay cartas escritas por militantes-corresponsales de la propia revista pero constituyen claramente “una minoría en cuanto al volumen de mensaje auténticos, escritos de forma espontánea, con gran carga emocional, que enviaban a la redacción de REI, además de dibujos, postales y fotografías familiares”.

15. La Pire contribuyó a la educación política y cultural de los radioescuchas que en su mayoría no habían tenido acceso a unas instrucción adecuada. La escuela no existió para ellos. La RAI popularizó la poesía de Miguel Hernández o de García Lorca por ejemplo (creó legiones de poetas aficionados), o las canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, el hermano fallecido de nuestro Premio Cervantes. Trabajó, además, en la educación “de las mujeres contraponiendo a las protagonistas de los seriales ñoños y al modelo femenino sumiso impuesto por la Iglesia nada menos que a la primera astronauta, Valentina Tereshkova, la valiente heroína soviética de los oyentes junto con la intocable Pasionaria.”

16. Algunas cartas apuntaban cambios semánticos de indudables interés en los gritos de rigor: del ¡Franco, Franco, Franco!, al ¡Fango, fango, fango!

17. La condena comunista al fútbol y a los toros como instrumentos de alienación tenía su poso en un indudable instinto (cultivado) de clase: invitaban a no pensar. Alcanzó a uno de los mitos más representativos del torero. Los autores lo cuentan así: “En la década de los 60 el mito taurino más celebrado fue el matador de toro Manuel Benítez, el Cordobés. Los medios de comunicación forjaron la imagen de una personaje legendario”. Puedo dar fe de ello en mi propia familia. Cercano a la clase trabajadora a pesar de la fama y los millones, quien, se decía, a base de mucho esfuerzo y valentía “había conseguido salir del pozo de la miseria padecido en su Palma del Río natal”.

Los autores reproducen una carta de un matrimonio católico de Córdoba, fechada en mayo de 1964. Sus redactores desmontaban algunas de la anécdotas de la biografía del torero y le criticaban por haberse olvidado del legado republicano de su padre. En estos términos: ”¿Cómo se ha olvidado de que a su padre lo fusilaron los franquistas en Palma del Río?… Y ahora alterna muy a menudo con el coronel de la Guardia Civil, gobernadores civil y militar, otras autoridades y señoritos explotadores, olvidándose del asesinato de su padre, de la clase social de la que él procede… Son pequeños pero inmorales los hechos que lo están alejando cada vez más de la clase que lo ha idolatrado y de la que él procede., y cada vez se identifica más con loa que siempre lo mulló, exploto y desprecio tantas veces” (p. 522). El Cordobés toreó ante Franco y doña Carmen Polo de “criminal golpista” y que yo recuerde jamás tuvo una actitud de protesta. El origen de clase no garantiza una posición sociopolítica consecuente.

En fin, la lista de razones es interminable. Lean y difundan por favor.

Algunas observaciones críticas sin interés sustantivo:

En la página 15 los autores agradecen a lo funcionarios del PCE su trabajo. El PCE no tiene funcionarios. Son trabajadores de la organización, algunos, muchos, voluntarios sin remuneración.

La imagen de Ignacio Gallego que se da en una nota a pie de página del libro no es adecuada de ninguna de las maneras.

La posición antiimperialista del PCE no es captada correctamente por los autores. No era una absurda obsesión antiyanqui. Estaba más que razonada y justificada.

“Incendiario” no es, en mi opinión, un término adecuado para adjetivar alguna cartas de rebeldía y protesta.

No es necesario proseguir. Una recomendación complementaria (en la que los autores del libro toman pie): Luis Zaragoza Fernández, Radio Pirenaica: la voz de la esperanza antifranquista, Madrid, Marcial Pons, 2008.

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