martes, 11 de febrero de 2014

La psicosis cruza el océano



Por Gustavo Veiga

Mapas interactivos que indican cómo avanza hacia el continente americano el cesio-137, cuyos efectos podrían afectar a poblaciones costeras. Desde Alaska hasta Baja California hay señales inquietantes en la población de animales.

La psicosis por el último desastre nuclear japonés llegó hasta las playas de Ensenada, en Baja California, México. “Fukushima is here”, escribió un anónimo caminante sobre la arena. Quinientas personas formaron el mismo mensaje posando para una foto aérea en Ocean Beach, San Francisco, Estados Unidos. La costa oeste del Pacífico, en América del Norte, suma de a poco este tipo de protestas contra la contaminación radiactiva que generaron el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011. Informaciones oficiales contradictorias –las que hablan de un efecto inocuo para la población como las que no–, mapas interactivos que indican cómo avanza hacia el continente americano el cesio-137 pero, sobre todo, la errática política del gobierno conservador de Shinzo Abe y las malas noticias que cada tanto arroja la fallida purificación de la planta de Fukushima, provocan espanto de costa a costa.

La Tepco (Compañía Eléctrica de Tokio), que opera la central donde ocurrió el desastre, no deja de redactar comunicados inquietantes. El último, en vísperas de Nochebuena, mencionó una fuga de agua contaminada que ascendía a 1,8 tonelada. Se detectaron hasta 190 bequerelios de estroncio 90 por litro –19 veces más que lo normal– hacia el interior de las barreras que intentan impedir filtraciones de casi mil tanques donde se almacena el líquido letal. Niveles altos de ese isótopo radiactivo pueden provocar cáncer.

Un problema adicional es que los tanques tienen filtraciones por fatiga de su material. Cuando ocurrió la catástrofe, esos depósitos de agua se fabricaron de apuro y con uniones de resina. No estaban soldados. El agua depositada en ellos es la que enfría los reactores de la planta que, por lo tanto, está contaminada. Un especialista en el tema, el estadounidense Alex Kerr, acaba de declarar: “El verdadero problema es que el gobierno japonés se ha esforzado tanto en ocultar información que en este momento nadie sabe realmente lo que está pasando. Es justo decir que es un auténtico desastre y que la situación empeorará”. Kerr es el mismo experto que denunció a Tepco por contratar mano de obra no calificada para operar en Fukushima y a la que, en algunos casos, ni siquiera se le avisó que iba a trabajar en una zona radiactiva.

La psicosis que se vive desde Alaska (donde aparecieron cientos de pájaros muertos, en la isla Saint Lawrence, a fines de noviembre) hasta Baja California, en México, va en aumento. La mortandad de aves y enfermedades de la piel en osos polares, focas y morsas, hay quienes las atribuyen al cambio climático, pero otros testimonios refutan esa hipótesis. La bióloga Lanza Barrett-Lennard señaló que “algo muy raro está sucediendo”.

Un mapa interactivo realizado en China y Corea causa revuelo en Internet. Medios mexicanos de Baja California se basan en él para mostrar el avance de la radiactividad hacia la costa americana del Pacífico. Los resultados de un estudio científico difundido en septiembre pasado avalan ese fenómeno. Señalan que partículas de cesio-137, liberadas al mar tras el accidente de Fukushima, serán detectadas en la costa oeste de EE.UU. el año próximo. Pero en lo que discrepan es en las consecuencias alarmantes que tendrá la contaminación. El estudio, publicado en la revista Elsevier y liderado por el científico Vincent Rossi, del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (Ifisic), sostiene que las cantidades de cesio son inofensivas para la salud. Eso sí, tienen una vida media de treinta años y la capacidad de recorrer grandes distancias por el océano.

Interpretaciones diferentes sobre las implicancias que depara el desastre nuclear surcan los cinco continentes. Si la información que fluye por la web tiene una dosis adicional de dramatismo, en buena medida es por los mensajes contradictorios de Tepco y el gobierno conservador japonés. El multimillonario presupuesto de Tokio para 2014, según fuentes europeas, incluye 25.564 millones de euros para destinar a Fukushima y su descontaminación. Hasta hoy, las muertes se cuentan por miles (1606 fueron reportadas a consecuencia del terremoto y otro tanto por la radiación o motivos diferentes en días posteriores de 2011, 2012 y 2013).

Lo contradictorio es que para estas fiestas de fin de año se autorizó el regreso de habitantes de la región de Fukushima a sus viviendas abandonadas hace tres años. Allí donde hubo 52 mil desplazados. Mientras tanto, el gobierno no decidió todavía qué hará con el agua contaminada. El Ministerio de Industria japonés formó un panel de expertos en radiactividad para evaluar los próximos pasos. En la planta trabajan 3500 personas bajo una presión psicológica enorme, mientras que a 50 kilómetros de los reactores destruidos hay jóvenes que hacen surf sobre las olas.

Japón se debate en cómo hará con la provisión de energía en los próximos años ante las derivaciones de la catástrofe de Fukushima. Su primer ministro Abe insiste con recuperar el golpeado modelo de desarrollo nuclear. Por lo pronto, en la segunda región más poblada del país, Kansai, el gobierno autorizó el funcionamiento de la planta de Oi. Cuando se tomó la decisión, el alcalde de Osaka, Toru Hashimoto, sugirió que funcionara durante dos meses del verano porque es cuando aumenta el uso del aire acondicionado entre la población.

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