lunes, 8 de julio de 2013

LibRe: Movilización, ciudadanía, democracia y convivencia



Por Rodolfo Pastor Fasquelle

Las manifestaciones conmemorativas de cuatro años del 28 de Junio de 2009 llaman la atención a un fenómeno novel, de un entusiasmo colectivo y popular que tiene pocos precedentes en el país. También yo recuerdo el entusiasmo de los campeños y de la gente del pueblo entre 1957 y 1959. Menos movilización hubo en 1972 cuando se quiso hacer una revolución desde arriba. Mucha de la élite no comparte del todo el sentimiento general. Encerrada en sus medios manipulados que tratan de ocultar el sol con un dedo, queriendo creer que no sucede lo que está a la vista. Fundamentalmente equivocada.

Les da grima a los blanquitos ver a la gente roja en la calle, llenando cuadra tras cuadra, gente que llega por su cuenta, sin que nadie la obligue o ayude, sin necesidad de pagar o intimidarla, gente que sale de todas las esquinas de todas las ciudades, envalentonada, diciendo cosas con sus pancartas, coreando consignas acuñadas en el golpe, avivando a quienes los blancos vilipendian, animándolos. Y quienes no pueden marchar, aplaudiendo. Ojala les inspire cautela el fenómeno. Porque la política que se desborda a la calle advierte que el fraude masivo corre el riesgo de detonar un levantamiento espontáneo de consecuencia imprevisible, cuando la represión ya es mala apuesta.

Es gente que le tiene miedo al pueblo. Cuando mi padre difunto y Jaime Rosenthal (ninguno era entonces de familia acaudalada) estudiaban en el José Trinidad Reyes en los treintas y cuarentas porque ese era el colegio en San Pedro Sula, también estudiaban ahí muchachos de grupos sociales diversos, y en esa socialización aprendían unos y otros a tratarse y a entenderse. Se pudieron ver con sus compañeros de aula como pares. Aprendieron a cultivar empatía y solidaridad y respeto mutuo. Yo todavía hice mi primaria en una escuela pluriclasista.

Hace varias décadas sin embargo, en parte por la decadencia de la educación pública y en otra, por la polarización extrema y la vergüenza de la desigualdad, los hijos de los ricos se educan en escuelas y colegios y universidades privadas, lejos de todo contacto con el pueblo llano. Y no aprenden nunca a tratar a la gente del pueblo como iguales, si no siempre como mozo o dependiente o cliente vulnerable. Y viceversa.

Esa percepción de los poderosos que ven a pueblo como masa indiferenciada, a la que solo hay que dar lo indispensable para su control y la de un pueblo que ve en sus élites únicamente enemigos y tiranos es un impedimento absoluto de la democratización genuina y por tanto de la modernización de la sociedad. Es simple. Sin ciudadanos la democracia no funciona y no puede haber ciudadanos sin derecho a la expresión y participación. Nadie tiene que temerle al pueblo noble y bueno de Honduras, nadie que no haya atentado en su contra.

Sus pecados de juventud son irrelevantes. Mel entró a la arena política como candidato, convocando al poder del ciudadano. Consiguió ganar primero una candidatura y luego la presidencia de la república invocando la participación de la ciudadanía, que seguía apática, incierta, poco convencida, que no sabía cómo. Gobernó presentándose con sus ministros en todos los rumbos y exponiéndose y exponiéndolos al reclamo y a la solicitud. Y al final de su gobierno cuando buscaba dar un paso más en esa democratización, movilizó a la gente, al pueblo organizado en primer lugar pero a muchos más de nosotros también con el tema de la Cuarta Urna, con la idea fuerte de una ley justa.

Le debió dar miedo al golpismo entonces, el cambio, porque de verdad la gente no tenía miedo. La vi en La Lima y en San Pedro enfrentándose a los soldados con metralletas, el 28 d Junio, en el Centro Comunal de Lima, para proteger unos papeles que ya no valían nada, las boletas de los que ya habían marcado a favor de la Cuarta Urna en la encuesta. Y en la plaza central de San Pedro -mi ciudad- cercada por camiones de soldados, por días la gente siguió haciendo fila para llenar su papeleta y salvaguardando las cajas de boletas como un tesoro, esa cosa mágica, que por supuesto me sigue resultando misteriosa, ese símbolo, ese talismán de una voluntad compartida, de cambio profundo, de justicia, que ahora confluye en la candidatura y la figura de Xiomara. La movilización expresa cohesión, determinación, unión de voluntades.

Y la idea esencial de Mel pudo no haber estado clara, quizás se confundió con aquella otra, de la reelección. Pero todos podíamos intuir que había algo mucho más profundo en juego, el pueblo también. Entonces el 28/6/09 marchamos y nos tomamos las plazas, ahí en asamblea popular espontánea, formamos los primeros “comités de la resistencia”, pese a las detenciones de algunos compañeros, sin miedo. Y a mí hoy me resulta clarísimo lo que vienen diciendo muchos desde entonces, que este despertar del pueblo era absolutamente necesario para transformar a Honduras, para cortar el nudo de las contradicciones, para enfrentar al poder fáctico abusivo y forjar un pacto genuino entre los hondureños, que a todos les asegure sus derechos y a nadie conceda ventaja y privilegio. Y entiendo que solo capitalizando esta voluntad masiva, invirtiendo el capital político de este entusiasmo conseguiremos impulsar por fin a este país por encima del desanimo de la frustración, del marasmo de la violencia, del mercantilismo sin pena, la corrupción, la cooptación de las organizaciones, el secuestro de las instituciones por los brujos de la misa negra, de su traición. Están equivocados. ¿Cómo se podría forjar una nueva convivencia pacífica, de espaldas al pueblo consciente?

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