miércoles, 24 de julio de 2013
Gallina que come huevos…
Diario Tiempo
Por los que trasciende del mentidero legislativo, la elección del nuevo fiscal general y del fiscal general adjunto no encuentra salida. La parte oficial no ha podido juntar la mayoría de votos calificada -de dos terceras partes- para cerrar el broche de la Comisión Interventora.
El largo proceso de defenestración del Ministerio Público, un remanente, por cierto, del golpe de Estado 28-J de 2009, y, según se dice, del fraude colosal en las elecciones primarias de 2012, no ha podido superar la complejidad del trastorno en esa entidad del sistema judicial.
Hasta ahora lo que salta a la vista es, en primer lugar, la polémica acerca del proyecto de una nueva Ley del Ministerio Público (MP), que, de acuerdo con algunos expertos en la materia, resulta ser un adefesio por cuanto confunde el hecho de que a esta ley, de naturaleza administrativa, se le da estructura y atribución procesal.
Sin embargo, ese despropósito de técnica jurídica resulta, al parecer, irrelevante en el augusto entono camaral, ya que los legisladores centran su atención en los aspectos mundanos sobre la conveniencia o inconveniencia de elegir a los sustitutos de los titulares del MP destituidos, ya sea para terminar el período para el que fueron electos los caídos o para un período completo de 5 años.
Entonces surgen las gastadas argumentaciones acerca de la politización en la escogencia de los candidatos a tan importantes cargos, en los que se concentra un enorme poder político. Y ahí está el quid del asunto, pues la manzana de la discordia está en el núcleo bipartidista (como dicen aquí) que por tradición se la reparten por mitad.
De esta manera, no sería igual elegir al fiscal general y al fiscal general adjunto en la actual asamblea legislativa --controlada por el Partido Nacional (PN), en el poder, y, particularmente por el candidato presidencial Juan Orlando Hernández, JOH—que hacerlo en la próxima, la surgida de las elecciones generales de este fin de año, cuya composición podría ser muy diferente, y hasta contraria al predominio bipartidista.
La controversia en torno a los extremos de esa elección pone en evidencia el alto grado de inseguridad institucional existente en el país, que, por lo demás, es un derivado de la degradación de los partidos históricos acelerada por el golpe de Estado 28-J y la incapacidad, por no decir estupidez, respecto a la forma en que se trató de darle solución de continuidad al rompimiento del orden constitucional.
En los próximos días probablemente veremos una repetición del método actual de solventar los conflictos institucionales, siempre por la vía fáctica del poder, que nos hace recordar la resignada conseja de "gallina que come huevos, aunque le quemen el pico".
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