lunes, 8 de julio de 2013
Los golpistas de ayer y hoy
Por Eduardo David Ardón
La vida social de nuestra patria Honduras ha sido muy inestable, azarosa y preñada de sobresaltos e intranquilidad, por la ignorancia y voracidad de los dirigentes de ambos partidos tradicionales que nunca pensaron en el país por dedicarse a salvaguardar y defender sus intereses de clase y particulares.
Desde que surgimos a la “vida independiente”, los hondureños hemos tenido 173 gobiernos en 88 años; en su mayoría resultado de imposiciones y golpes de Estado. No aprendimos las concepciones del primer jefe de Estado, Don Dionisio de Herrera, cuando expresaba que “los pueblos gobernados por la fuerza de las dictaduras son incapaces de lograr las sendas de su desarrollo y de cualquier tipo de virtudes.
No hemos podido lograr un desarrollo democrático integral en los aspectos políticos, económicos y sociales, precisamente por la inestabilidad, por lo que con certeza opinaba el sabio José Cecilio del Valle, de que la política siempre actuaba en función de la economía y viceversa.
Por todos estos hechos históricos, no hemos logrado el desarrollo que añora el pueblo y creemos que esto solo es posible hasta que se inicie un proceso democrático en el que se respete la soberanía popular y se plasme realmente un sistema de participación con justicia y equidad, porque de lo contrario, si no hay justicia para todos, no habrá paz para nadie.
Desde el año 1936, en el que Tiburcio Carías Andino dio un golpe de Estado, en el país se han perpetrado 8 golpes de Estado, lo que significa que el virus del golpismo lo traen en la sangre algunos hondureños de la oligarquía porque sus antecesores (abuelos, padres y nietos), se han visto involucrados en la desestabilización de muchos gobiernos que en determinados casos han sido producto de elecciones.
El primer golpe de Estado lo dio Manuel Bonilla en 1904, convirtiendo inconstitucionalmente al congreso en una constituyente. Hasta el momento, la última asonada se dio el 28 de Junio de 2009 por: Roberto Micheletti, Carlos Flores, Enrique Ortez Colindres, Rafael Pineda Ponce, contra su mismo Partido Liberal.
Finalizando su periodo presidencial, Carías, con el argumento de consolidar la paz y la democracia, decidió continuar en el poder y en 1936, con la complicidad del Poder Legislativo y Judicial, convirtieron el congreso en una Asamblea Nacional Constituyente y mediante un golpe de Estado, Tiburcio Carías Andino se constituyó en un dictador, desempeñándose como vicepresidente Abraham Williams Calderón, presidente del congreso Plutarco Muñoz, famoso por su declaración de que “la constitución es pura babosada”, secretario de este, “padre de la patria” fue Antonio Clavasquín Rivera, padre de Mario Rivera López, hábil político del Partido Nacional en la última década y abuelo de Antonio Rivera Callejas. En ese gobierno golpista se desempeñó como presidente de la Corte Suprema de Justicia Antonio Bermúdez Meza, abuelo de los hermanos Villeda Bermúdez y de reconocida militancia liberal. También fueron actores principales del gobierno dictatorial de Carías, Juan Manuel Gálvez, ministro de Guerra, Marina y Aviación, padre del militar Roberto Gálvez Barnes, quien en 1956 dio un golpe de Estado a Julio Lozano Díaz y fue uno de los triunviros de la Junta Militar de Gobierno en ese entonces. Igualmente, Andrés Rodríguez, padre del cardenal Oscar Andrés Rodríguez, activo golpista de la era michelettista.
Los mismos antipatriotas de la dictadura de los 16 años del Partido Nacional con Carías a la cabeza en 1943, prolongaron la misma por 6 años más, misma que fue derrotada con la oposición del pueblo que se lanzó a las calles, dirigida por las autoridades liberales que exigieron a la dictadura elecciones libres y la liberación de los presos políticos en julio de 1944 porque la actitud del gobierno represivo se caracterizaba por el “encierro, destierro y entierro”.
Ante las exigencias, la represión no se hizo esperar y el 4 de Julio fueron encarcelados un grupo de damas que se manifestaron en Tegucigalpa y el 6 del mismo mes masacraron a los manifestantes de San Pedro Sula, bajo las órdenes de Juan Manuel Gálvez, últimas acciones del dictador que posteriormente convocó a elecciones en 1948, pero debido a la ausencia de garantías constitucionales, solo participó el candidato de la dictadura Juan Manuel Gálvez, quien al final de su mandato fingió estar enfermo y viajó a Panamá dejando en el poder a su vicepresidente, don Julio Lozano Díaz, quien convocó a elecciones en 1954 y que ganó el Partido Liberal en contra del Partido Nacional que se dividió en 2 fuerzas: los nacionalistas y los reformistas. Al no obtener mayoría absoluta el Partido Liberal triunfante, los nacionalistas y reformistas se unieron y no asistieron al congreso para elegir al presidente en elección de segundo grado quedando Lozano como gobernante de facto, produciéndose así el golpe de Estado.
En este gobierno ilegal, un liberal traidor fue Enrique Ortez Pinel, padre del golpista actual Enrique Ortez Colindres y abuelo de Enrique Ortez Sequeira, que siendo candidato a la vicepresidencia del PL, aceptó ser ministro de Educación del régimen de facto de Julio Lozano.
Hacemos este sucinto segmento histórico de la historia de los golpes, para demostrar que son clanes familiares los que se han dado a la tarea de llevar intranquilidad a la sociedad hondureña. Los golpistas de ayer, hoy y siempre, son los mismos y el pueblo ya los conoce, por lo que lucha contra ellos en cualquier circunstancia.
Las causas de estos golpes y atentados a la constitución también son las mismas, pues en todo momento ha sido la defensa de sus intereses económicos y políticos de clase, que no transigen con las ideas de libertad y progreso del pueblo hondureño. Además se observa el fenómeno que son apoyados por las oligarquías centroamericanas y bajo la égida de las transnacionales gringas.
El exagerado atraso político de la derecha hondureña dio como resultado el aparecimiento de Mel Zelaya con la tesis de darle más participación al pueblo y disminuir el poder omnímodo y arbitrario de los empresarios. Medidas económicas que perjudicaban a los grupos de poder, pero que beneficiaban a los hondureños, impulsó a los actuales golpistas a actuar contra su partido y el presidente electo en elecciones democráticas.
A cuatro años del golpe traidor, el pueblo debe permanecer alerta, continuar la resistencia y detener cualquier intento de golpe de los mismos de hace un año que continúan como quintacolumnistas en la administración de Pepe Lobo. La tarea es denunciarlos y exigir que se les meta a la cárcel por sus crímenes.
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