jueves, 18 de julio de 2013

A cuatro años, lo claroscuro del golpe de Estado



Por Alex Darío Rivera M. *

Toda acción genera consecuencias, nos enseñaron en las primeras cátedras de ciencia y, la vida, se ha encargado de corroborarlo en la praxis. En relación al golpe de Estado perpetrado el 28 de junio del año 2009, con mucho mayor énfasis hemos ahondado en los impactos que consideramos fueron nefastos para la sociedad hondureña. En este sentido, los análisis realizados en ese contexto, han estado enfocados en términos oscuros, pesimistas, negativos.

Esta visión “oscura”, en múltiples ocasiones, nos ha enceguecido o en el mejor de los casos, nos ha nublado la perspectiva “clara” para comprender la oportunidad histórica que se abrió en favor de esa anhelada utopía de una sociedad más justa. Si bien es cierto, es y sigue siendo necesario señalar, reprochar, censurar y asumir una perspectiva de lucha para evitar todo aquello que ponga en riesgo la voluntad ciudadana, principalmente aquella respaldada por los sectores históricamente excluidos, asimismo es una prioridad, cosechar aquellos factores favorables, optimistas y esperanzadores surgidos a partir de la afrenta de aquel domingo de junio, en el que la fuerza bruta y el despotismo, creyó haberse impuesto ante la razón y la cordura.

No olvidemos que la sombra siempre es proyectada por efecto de la luz, así que si hablamos de lo oscuro es imperioso comentar acerca de la claridad, de la luminiscencia, de la luz. Para efectos “didácticos o metodológicos”, es necesario volver hacer mención de esa parte “oscura” del golpe de Estado, no con esa sensación pesimista de estar espiando el ayer para ver cuánto hemos sufrido, sino para dimensionar lo que verdaderamente hemos caminado, avanzado, madurado y desde esa “plataforma” de consciencia, cuánto nos falta avanzar y en qué dirección debemos remprender el viaje. Indagar el pasado, para comprender el presente y visualizar el futuro, se dice que es el principal objetivo de la historia.

Por lo mencionado anteriormente, a cuatro años del golpe de Estado (cada vez menos hablan del ilusorio concepto de “sucesión constitucional”), sigo considerando que fue un fuerte “porrazo” a la voluntad popular; significó la reaparición de la policía y los militares en el escenario político; se abrieron heridas viejas y profundas en términos de violación a los derechos humanos (tortura, suspensión de derechos constitucionales y asesinato); se acentúo la oligarquía al desenmascararse su viejo “modus operandi y vivendi”; se restableció la persecución, la sospecha y el espionaje político; se acentuaron las políticas neoliberales propuestas por BM y FMI (ruptura del régimen salarial del Estatuto del Docente; firma del Honduras Open Bussines; se continúa buscando la privatización de empresas estatales; aprobación de las Ciudades Modelo; Ley General de Educación; Ley de INPREMA; “negociaciones” ilegales del Salario Mínimo; incremento del precio a los carburantes; devaluación del Lempira; privatización de recursos naturales; ruptura con la ALBA y Petrocaribe, entre muchas más); el conservadurismo campea con exclusividad en los tres poderes del Estado representando los intereses de la oligarquía nacional y la voluntad imperialista; se emplea una fuerte campaña de manipulación mediática en los medios de comunicación; el oficialismo conservador se han unido (con diferentes banderas) para hacer frente al proceso de resistencia popular y se empeña en conservar el poder haciendo uso de sus privilegios e influencia estatal; el imperio ha enfatizado su intervención militar, política y económica; estas entre muchas otras miradas “oscuras” se perciben después del golpe de Estado.

Ahora bien, esas sombras son visibles y proyectadas (y serán desaparecidas) por la claridad que ahora emana del pueblo hondureño. Ese golpe de Estado del 2009, permitió el nacimiento de un pueblo en resistencia; la organización y movilización popular; poner en evidencia los grupos de poder económico y de cómo estos ejercen el control sobre las instituciones políticas quien a su vez resguarda sus intereses; desenmascaró las jerarquías religiosas y su añejo contubernio con los poderes político y económico; volvió a poner en relieve los intereses geopolíticos, estratégicos, económicos y políticos del imperio y de cómo ejercen su injerencia en los asuntos internos del país y, la crisis hondureña impulsó un fuerte repudió internacional al mezquino capitalismo que cada vez procura más indignados y adversarios. Todos esos haces de luces, se encuentran quizás en el más significativo impacto del golpe de Estado del 2009, la conformación de una nueva fuerza política e ideológica comprometida con la justicia social, la equidad, la igualdad, la libertad, la refundación estructural hondureña (LibRe) y la esperanza de un país, que si bien es cierto es sumamente rico, esa riqueza no siga contrastando con la pobreza y la miseria en la que vivimos la mayoría de sus habitantes. 
* Catedrático y escritor.

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