viernes, 19 de julio de 2013

Manuel Fernández Cuesta, alias "María Toledano"


Rebelión

Por Marcos Roitman Rosenmann

Lo conocí por mediación de Pascual Serrano, hace más de una década. Lo cierto es que su apellido me resultaba un misterio y le pregunte: ¿Tienes algo que ver con los "Fernandez Cuesta" y su respuesta fue inmediata: "Todo, Caro Amigo". Allí nació una amistad que se fue tejiendo hasta su muerte. Compartíamos mucho, amigos y enemigos. En ocasiones hablamos más de los segundos que de los primeros. También aficiones varias, el futbol entre otras. Era un editor comprometido. Conocedor profundo de la realidad política de España y Europa y por qué no decirlo, también de América Latina. Su militancia no le impedía valorar los autores, la necesidad de traducirlos y la obligación de leerlos. Su preocupación por romper la mediocridad intelectual, le hacía ser muchas veces un osado traductor de textos que seguramente, para una editorial, no serían éxitos de ventas. Pero se arriesgaba, no tenía miedo a fracasar. Y eso lo hacía diferente. 

Títulos que hoy circulan, entre ellos, La CIA y la Guerra Fría Cultural o Mi Vida de Troski, llevan su firma. Hay muchos. Su etapa en DEBATE terminó de manera singular. Luego recaló en el Grupo Planeta y se hizo cargo del sello Península. Allí también dejó su impronta. 

Compaginó colecciones, títulos y autores. Pero se le notaba descontento. Comenzaron los problemas, las censuras del Grupo 62 y los reproches por escorarse a la izquierda. Como su militancia era parte de su ADN, escribía en Rebelión bajo el seudónimo de María Toledano. Con una pluma exquisita, diseccionaba los nuevos movimientos sociales y criticaba el que hacer del era su partido, el comunista y su coalición, Izquierda Unida. De letra fluida y estilo claro, la ironía estaba presente en todos sus escritos. También ejerció de profesor de estilo literario, tenía un talento personal que le hacía ser un gran conversador que no tertuliano.

Últimamente estaba decaído. Lo visité en su despacho a fines de abril. Lo noté preocupado. Viajaba continuamente a Barcelona y ello le agobiaba. Su gestión, buena en términos de contenido, no lo era en términos políticos ni correspondía a los intereses del grupo Planeta. Hace unos días recibía la carta de despido, fue declarado persona era non grata. Él lo temía o mejor dicho lo sabía. Planeta no requería de Manuel Fernandez Cuesta, persona que amaba los textos, que los disfrutaba y luchaba por que vieran la luz editorial. Siempre decía, "una joya, querido Marcos, una joya". Generoso, no dudaba en ofrecerme las últimas novedades, luego, eso sí, me interrogaba, ¿qué tal?, así verificaba la lectura.

Su muerte deja un gran vacío. No hay quien pueda sustituirlo. Como amigo desprendido, como militante comprometido, como escritor brillante y como editor, siempre asalariado, uno de los grandes. Su huella queda grabada en los títulos que el seleccionó para nuestro disfrute y conocimiento. Para Manuel Fernandez Cuesta, con el afecto y cariño, por darnos todo y enseñarnos el camino de la amistad y el compromiso. 

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